El verano de 1994 estaba llegando a su fin, aunque Los Ángeles seguía ardiendo por las altas temperaturas, que no se irían hasta bien entrado septiembre. Por más que hubiera pasado toda su vida en California, James Burrows no podía sobrellevar el calor, era más fuerte que él. Tampoco ayudaba el hecho de caminar por las interminables calles internas de los estudios Warner Bros., en medio de Burbank. La caminata entre los escenarios y su oficina se hacía eterna y había desarrollado una fobia a subirse a esos carritos eléctricos. Si tenía que ser honesto consigo mismo, había otra razón de por qué decidía hacer esa distancia a pie y era para sentir la vibra de los estudios. Pulular por los distintos sets y cruzarse con otros creativos era una rutina refrescante, aún con los casi cuarenta grados que azotaban el asfalto.
Después de una década de trabajar en Paramount Pictures, el éxito de Cheers le había permitido explorar otras opciones y solo dirigía los proyectos que le interesaban. Esa temporada hizo cinco pilotos diferentes, pero había uno del cual se enamoró y el gran responsable de ello era el elenco.
Estaba repasando en su cabeza lo que tenía pendiente para aquella tarde llena de reuniones cuando llegó al Escenario 5, que mostraba una nueva gigantografía en su pared frontal. En ella, había seis amigos, todos muy apretados arriba de un sillón anaranjado, que sonreían con tazas de café en las manos. James les devolvió la sonrisa y en ese momento, casi como una epifanía, lo golpeó una extraña sensación de certeza. Este show tenía muchísimas posibilidades de despegar.
Había dirigido los primeros cuatro episodios de la temporada, que estaba a una semana de estrenar en NBC, y notó desde el comienzo que algo era diferente, único.
El casting había sido perfecto y el diseño de los sets era uno de los más detallados en los que había trabajado. Esa imagen enorme al frente de uno de los escenarios más icónicos del estudio indicaba que James no era el único que estaba apostando fuerte por el show. No, había ejecutivos que tenían la misma sensación que él, entonces, decidió dejarse llevar por su instinto y salió disparado hacia su oficina para hacer una llamada.
Al sentarse en su escritorio, tomó el teléfono y empezó a marcar, reconociendo lo afortunado que era al tener lí nea directa con el presidente de Warner Bros.
—Les, ¿estás libre por la tarde? Tengo una idea respecto a Friends.
—¿Qué tal, James? Pasa por mi despacho cuando gustes, te veo allí.
Les Moonves recibió a James en su oficina con una sonrisa radiante y los brazos abiertos. Su melena de color castaño oscuro y llena de rulos todavía tenía un as pecto ochentoso que el ejecutivo no había podido soltar y lo hacía parecer uno de los amigos de Seinfeld.
James se sentó en un sillón al otro lado del escritorio y fue al grano.
—Escucha, necesito que me prestes el avión por este fin de semana —esgrimió, sabiendo que tenía que pegar fuerte para llamar la atención del presidente.
—¿Disculpa? ¿Pasas un año como nuestro director estrella y ya me pides las llaves? Al menos llévame a comer primero, Jim —respondió Moonves, antes de largar una carcajada al techo. Acto seguido, agarró dos vasos y una botella que estaban a la derecha del escritorio.
—¿Para qué lo necesitas? ¿Brandy? —le ofreció el jefe, mientras empezaba a verter el alcohol en uno de los vasos. —Sí, te acepto. Como te dije por teléfono, quiero hacer algo antes del estreno de Friends.
En ese momento, Moonves frunció el ceño. Revisó su reloj de manera irónica y volvió a James.
—Jim, sabes que estrenamos la semana que viene, ¿verdad? No hay tiempo para más acciones de prensa que las que ya están programadas.
—No, no tiene que ver con eso. Quiero llevar a los chicos a Las Vegas, cenar y hablarles sobre lo que viene —explicó James.
Era una propuesta algo inocente, pero si estaba en lo correcto, ese viaje podría ser muy importante para prepa rar a los seis jóvenes. Moonves lo consideró durante unos momentos y finalmente reaccionó.
—Me gusta la idea de llevarlos a cenar, no me gusta la parte en la que me pides el avión.
—Vamos, sabes que estos chicos necesitan un momento para ellos. Esto puede ser muy grande —le retrucó James, haciendo referencia al estreno del show.
—Qué más da. Te lo puedes llevar, pero por favor nada de tonterías.
—Olvídalo, nos vemos el lunes.
No habían dado las ocho de la mañana y James ya es taba listo. Se las arregló para estar temprano en la pista y esperó a que llegaran los autos que les había mandado a cada uno de los chicos. Sabía que, de otra manera, Matt llegaría tarde. Lo bello del destino hizo que el joven Le Blanc fuera el primero en aparecer.
—Es la primera vez que me subo a un avión para ir a cenar —comentó el futuro Joey Tribbiani, a lo que Jim respondió con una sonrisa y un abrazo.
Luego de Matt, llegaron Lisa, Courteney, Matthew, Jennifer y finalmente David, aún con cara de dormido. El director había decidido salir temprano para evitar el calor sofocante del mediodía en Las Vegas. El viaje era solo de una hora, así que estarían en el hotel antes de las once. —¿En verdad estamos yendo a Las Vegas a cenar? — preguntó incrédulo Matthew, mientras todos se ubicaban en sus lugares. James asintió con la cabeza y una sonrisa, e inmediatamente se fijó en Jennifer, que no parecía muy feliz con la situación.
—¿Qué sucede, Jen?
—Me aterra volar y más por tan poco tiempo. Todo me sube y me baja —contestó la joven actriz, cuya cabellera rubia ya estaba dando indicios del estrés.
—Nosotras te cuidamos, tranquila —intercedió Lisa, que agarró a su compañera de la mano y le hizo un gesto a Courteney para que se sumara a ellas en el sillón más amplio del avión privado. Entonces, la morocha se levantó de su asiento y se ubicó a la derecha de su nueva amiga.
No había pasado mucho tiempo desde que el grupo se había conformado, antes de iniciar las grabaciones de la primera temporada. Sin embargo, la química fue instantánea y tantas jornadas de ensayo habían hecho la diferencia. Aun así, había mucho del pasado de cada uno que los demás ignoraban.
El avión atravesaba las colinas rocosas que separan a Los Ángeles del desierto de Las Vegas, mientras el grupo se relajaba, a ocho mil metros de altura. Un ruido seco sobresaltó a James, que estaba absorto mirando por la ventana. Al girar hacia atrás, se encontró con David en el piso y el apoyabrazos del asiento en su mano. En ese momento, todos estallaron en carcajadas, mientras el gran dote los miraba desde abajo, medio atontado por el golpe y por el abrupto despertar.
—¿Estás bien, David? —consultó el director. —Schwimmy le rompió el avión al jefe —acotó Matthew, mientras le ofrecía la mano a su colega para levantarse. —Lo único que me pidió Les fue que le devolviera su juguete en una pieza —acotó James, simulando estar más preocupado de lo que estaba en realidad.
—No hay problema, yo lo arreglo —dijo Matt, para sor presa del resto.
James lo siguió con la mirada, mientras el chico atravesaba el habitáculo y agarraba su mochila. No podía dar crédito a sus ojos, pero vio cómo el actor sacaba un pequeño kit de herramientas.
—¿Qué? ¿Quién viaja con eso en el equipaje? —preguntó Lisa, poniendo en palabras lo que estaba pensando toda la banda.
—Créeme, si te hubieras criado con mi papá también lo tendrías. Siempre llevo esto encima, por si acaso —explicó mientras ponía manos a la obra.
Desde chico había tenido facilidad para arreglar artefactos, algo que fue sumamente alimentado por su padre, quien dedicó su vida a la construcción. Antes de mudarse a Nueva York, Matt se ganaba la vida en Boston pintando casas y haciendo todo tipo de arreglos.
Al tiempo que lograba colocar la pieza del asiento en su lugar, asegurándola con un nuevo tornillo, les contó a sus compañeros sobre sus trabajos antes de empezar como actor.
—¡Qué suerte! Esa experiencia te dejó habilidades útiles. Yo fui camarera y, peor aún, agente de televentas. Sigo teniendo fobia al ring de los teléfonos —comentó Jennifer, que ya estaba más tranquila y distraída.
—Yo todavía ayudo a mi papá con su clínica —agregó Lisa, que jugaba con el sorbete dentro de una lata de gaseosa—. Antes de aparecer en Cheers, iba casi todos los días. Ahora solo lo ayudo con el papeleo cuando lo necesita.
—Qué ternura, ¿y tú Courteney? ¿Siempre fuiste la bailarina en la oscuridad? —dijo David, sumándose a la conversación.
La chica hizo una mueca con la boca y miró a su compañero con desdén. Desde que el grupo se enteró de que ella había protagonizado el video musical de Bruce Springsteen, Dancing in the Dark, no la dejaban en paz y era una broma constante.
Fue en ese intercambio, tan simple y cotidiano, en el que James se aseguraba más que nunca del destino que tendría el show. Con eso en la cabeza, avisó en voz alta que se prepararan para aterrizar y aprovechó que los seis le estaban prestando atención para sacarles una foto.
Llegaron a Las Vegas justo antes del mediodía y se instalaron en el hotel del Caesar’s Palace.
James los dejó descansar y les dio todo el día libre. Únicamente les pidió que estuvieran listos antes de las 18.00 para ir a cenar. Por su parte, dedicaría el día a relajarse en el spa y a hacer algunas llamadas.
El grupo entonces se dividió entre los que decidieron acostarse y los que querían aprovechar para conocer la ciudad. David, Lisa y Courteney se despidieron del resto en la zona de los ascensores, mientras que Jennifer y los Matts salieron de excursión por el centro. No importaba el calor, estaban entusiasmados por este viaje y, en el caso de Matthew, era la primera vez que pisaba ese lugar.
—Son demasiados estímulos al mismo tiempo —resolvió, después de caminar dos cuadras por The Strip, la avenida en donde confluyen todos los hoteles y casinos de primera gama en la Ciudad del Pecado.
—Siento que estoy perdiendo dinero a medida que caminamos —completó Jennifer, que no estaba en una gran situación económica. Venía de grabar seis pilotos diferentes para esa temporada. Cuando le confirmaron que Friends había sido elegida para producir más capítulos, lloró de alegría, ya que venía batallando con la renta desde hacía meses.
—Hablando de eso, no nos harán pagar nada, ¿verdad? —consultó Matt, muy consciente de que estaría en un aprieto si eso sucedía—. Tengo cien dólares para el resto del mes —agregó, algo avergonzado.
—Wow, un actor italoamericano en bancarrota… ¿estás seguro que te eligieron bien para hacer de Joey? — respondió Matthew, que aunque no lo dijera en voz alta atravesaba una situación similar a la de sus compañeros.
Interpretar a Chandler Bing era la oportunidad más grande que se le había presentado en su vida, incluso si la serie no despegaba. Hasta ese momento, solo había sido extra en algunos shows y había logrado una pequeña participación en la versión original de Beverly Hills 90210, pero se mantenía gracias a las publicidades.
Los tres siguieron caminando un tiempo más, sacándose fotos y hablando sobre sus personajes, hasta que nota ron que el tiempo había pasado y debían volver al hotel si querían estar listos para la cena.
La cantidad de gente en el vestíbulo del Caesar’s Palace era demencial. Cientos de personas que iban, venían, esperaban para ser registradas y se gritaban unas a las otras, casi como una coreografía del infierno. En el medio de todo ese circo, los seis amigos se reunían con James para la cena. Sin decirles hacia dónde irían, los guió a través de las tiendas que poblaban los enormes pasillos del centro comercial del casino, hasta llegar a unas escalinatas. Era la entrada de Spago, el restaurante de Wolfgang Puck, que por aquel entonces había cobrado muchísima relevancia a partir de la fama del chef que preparaba la cena de los premios Oscar.
—¿Vamos a comer aquí? ¡Somos tan elegantes! —ex clamó Jennifer, sin poder contenerse. El grupo entró y el director los llevó hasta el salón central al aire libre, que tenía una vista espectacular a las fuentes del Bellagio.
Para sorpresa de todos, James no eligió una mesa sobre el borde de aquella terraza, sino que optó por una larga en medio del salón. Al sentarse, decidió que era tiempo de explicarles el motivo real de este viaje, más allá de celebrar el estreno de la serie en la que habían trabajado durante el año.
—Muchachos, quiero que echen un vistazo a su alrededor —comenzó, mientras hacía un disimulado gesto con la mano derecha, invitándolos a recorrer el salón con la vista.
—Sí, es un hermoso lugar, Jim, muchas gracias por traernos aquí —le respondió David, siempre atento. —No es nada, pero no es por eso que les pedía que vieran lo que los rodea en este momento. Quiero que pres ten atención a todos los clientes del restaurante. Disfruten esto, porque es la última vez que van a poder estar los seis juntos sin ser molestados. Una vez que Friends se estrene, sus vidas van a cambiar por completo. Después de esa última frase, el grupo hizo un silencio tal que se podía sentir en los hombros de cada uno. Final mente fue Lisa, la mayor de todos, la que apagó el clima. —Y yo que quería hacer las compras el miércoles… —acotó, para despertar las risas de sus compañeros, que seguían decodificando el discurso del señor Burrows. Al notar esto, James prosiguió:
—Hablo en serio. Si quieren tomar un consejo de alguien que pasó algunas primaveras más, escuchen. Lo que está a punto de llegarles va a ser gigante. Son seis personas atractivas, amables y graciosas. El show es di vertido y los personajes entrañables. Es imposible que el público no se obsesione con ustedes. Por eso, y se los digo desde el cariño absoluto, tienen que mantenerse unidos y apoyarse mutuamente.
Jennifer se había quebrado a mitad del discurso y ya estaba agarrada de la mano de Courteney, mientras que los Matts seguían recorriendo el lugar con la vista y Lisa intercambiaba miradas con David.
Las palabras de James resonaron en la cabeza de cada uno de los protagonistas, no había sido una charla motivacional más. Con la emoción todavía en el cuerpo, comieron y hablaron hasta bien entrada la noche. Cuando todos estaban relajados, terminando la botella de espumante que habían ordenado para celebrar, James les hizo un último regalo.
—¿Tienen ganas de apostar?
El grupo se miró, con vergüenza de responder, ya que ninguno de ellos había llevado dinero. A James le extrañó que nadie respondiera, así que agregó:
—Tranquilos, acá tengo cheques para cada uno. Son doscientos dólares, vayan a divertirse.
Ninguno de ellos, a excepción de Jennifer, que le ganó a James en una mano de Black Jack, ganó ni un solo dólar esa noche. Sin embargo, todo eso sería anecdótico, ya que a la semana siguiente NBC estrenó Friends. La serie debutó con buenos números, pero luego de las repeticiones de su primera temporada, durante el verano siguiente, explotó a tal punto que los protagonistas tenían helicópteros volando encima de sus casas, para mostrar en directo cómo vivían. Y ese solo sería el comienzo de un fenómeno nunca antes visto en la televisión estadounidense. Un fenómeno que se renueva generación a generación y sigue siendo de los shows más vistos en la actualidad, a pesar de haber terminado en 2004.