Los duros combates continuaban en torno a Bajmut mientras las fuerzas rusas trataban de avanzar sobre la ciudad oriental con intenso fuego de proyectiles y ataques de infantería, según dijo el lunes la oficina de presidencia ucraniana. Al menos cinco civiles murieron y otros tantos resultaron heridos en una nueva jornada de guerra.
La oficina de presidencia calificó de “difícil” la situación en el suburbio de Paraskoviivka, al norte de Bajmut, donde las fuerzas rusas seguían empleando “intenso fuego de proyectiles y acciones de asalto”. La localidad cercana de Buhledar también sufría intensos bombardeos.
Las fuerzas rusas atacaron una docena de ciudades y pueblos en la región de Donetsk en las 24 horas previas, incluido Druzhkivka, donde un misil golpeó un hospital, y Pokrovsk, donde los ataques dañaron siete viviendas y una guardería.
“Los ataques se intensifican y los rusos acumulan más fuerzas para un ataque sobre ciudades pacíficas”, dijo el gobernador de Donetsk, Pavlo Kyrylenko. “Vemos una batalla muy dura en la que los rusos no se guardan nada, ni tampoco nosotros”.
En la vecina región de Luhansk, las tropas rusas se retiraron tras varios días de fuertes combates cerca de la importante ciudad de Kreminna, aunque no se “han quedado sin fuerzas”, dijo en la televisión ucraniana el gobernador de Luhansk, Serhii Haidai.
Más al sur, en la región parcialmente ocupada de Kherson, el fuego de artillería golpeó más de 20 ciudades y pueblos en 24 horas, incluida la capital regional del mismo nombre, recapturada por fuerzas ucranianas en noviembre. Dos hombres murieron en uno de los pueblos cuando su auto pasó sobre una mina.
En la región vecina de Dnipropetrovsk, el fuego ruso sobre la ciudad de Nikopol dejó un muerto y dos heridos. Los proyectiles también causaron daños en un edificio residencial, un centro de tratamiento de aguas y una universidad.
Entre tanto, el Ministerio británico de Defensa señaló que las fuerzas rusas reforzaban sus fortificaciones defensivas en el límite del frente en el sur de Ucrania para proteger ese flanco, pese a su énfasis en el Donbás.
“Esto se ve demostrado por una construcción continuada de fortificaciones defensivas en las (provincias) de Zaporiyia y Luhansk y el despliegue de personal”, indicó el Ministerio en un reporte el lunes.
La embajada de Estados Unidos en Moscú emitió otra advertencia a los ciudadanos estadounidenses de que no viajaran a Rusia por riesgo de verse acosados o detenidos y les instó a marcharse de inmediato si debían viajar allí.
La advertencia mencionaba “la posibilidad de acoso y señalamiento de ciudadanos estadounidenses para su detención por parte de agentes de seguridad del gobierno ruso, la aplicación arbitraria de la ley local, vuelos limitado con origen y destino a Rusia, la capacidad limitada de la embajada para asistir a ciudadanos estadounidenses en Rusia y la posibilidad de terrorismo”.
La embajada también indicó que las autoridades rusas podrían detener a ciudadanos estadounidenses que también tuvieran nacionalidad rusa en una posible nueva movilización de reservistas. “Rusia podría negarse a reconocer la ciudadanía estadounidense de ciudadanos con doble nacionalidad, negarles su acceso a asistencia consular estadounidense, someterles a movilización, impedir su salida de Rusia y/o reclutarles”, indicó el aviso.
Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania el pasado febrero, la embajada ha emitido advertencias regulares a sus ciudadanos para que no viajen a Rusia y se marchen si ya lo han hecho.
El vocero del Kremlin Dmitry Peskov negó el domingo que hubiera una segunda ronda de movilización en el horizonte.
Aunque mucha gente ha huido de la provincia de Donestk, donde se concentran los combates, los que decidieron quedarse dependen de entregas humanitarias esporádicas de alimentos y agua.
En la ciudad de Sviatohirsk, en el norte de Donetsk, los pocos residentes que quedan dependen de voluntarios de la organización World Central Kitchen para conseguir alimentos y suministros con los que enfrentar las temperaturas gélidas. Las fuerzas ucranianas liberaron Sviatohirsk en septiembre.
El domingo, la nieve cubría el paisaje y disimulaba la destrucción generalizada por los bombardeos reiterados y los combates.
De pie sobre las ruinas del ayuntamiento, el vecino Valeriy Andrievskiy dijo que antes, el edificio era “hermoso”.
“Dios no quiera que nuestras fuerzas se retiren y nos quedemos (tras las líneas). Dios no lo quiera. No lo sobreviviré otra vez”, dijo.
Tamara Yevdokimova, de 80 años, caminaba cerca de las ruinas de su casa y dijo que había sido “torturada” por las fuerzas rusas.
“Hace cinco meses que no oigo (…) Ellos (los rusos) me sacaron los dientes a golpes. ¿Qué puedo hacer?”, dijo. En su patio se veían los restos calcinados de un tanque ruso.
La gente que se marchaba del frente en busca de seguridad seguía teniendo problemas para adaptarse a una nueva vida en otro lugar. En Kiev, docenas de personas del Donbás, Kherson y Kharkiv recibían asistencia del Centro de Esperanza y Recuperación, una organización que proporcionaba comida y alojamientos temporales.
“Esta es gente que ha dejado atrás lo que ha conseguido durante años, y esta es una experiencia muy traumática”, dijo Anna Harkun, que dirige el centro. Allí recibían ayuda médica y psicológica, mientras que los voluntarios les ayudaban a encontrar trabajo y alojamiento permanente, señaló.
Los cohetes rusos destruyeron la casa de Anatoly Zakharenko, de 80 años, en el poblado de Terny en Donetsk. Su esposa, su hija y su nieta discapacitada fueron evacuadas y recibían asistencia en la ciudad.
Él extrañaba su pueblo y escribió un poema para aliviar el dolor de verse desplazado. “Regresaré a ti, créeme”, dijo mientras lo recitaba en voz alta.