En Rusia distintos equipos de científicos tratan de desarrollar una vacuna contra el nuevo coronavirus y si no se apresuran a dar fechas concretas del fin de su trabajo, algunos ya han mencionado los plazos aproximados de la posible entrega del esperado medicamento.
Uno de ellos, el Instituto de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, espera registrar la vacuna para finales de este verano, en agosto, si todo va según lo planeado y no hay imprevistos, confesó su director Alexánder Guínzburg entrevistado para un documental del canal ruso Rossiya-1 dedicado al covid-19.
De momento, el desarrollo de la vacuna está en la etapa de ensayos preclínicos, que durarán alrededor de un mes más para determinar la toxicidad, seguridad y otros criterios importantes a partir de los cuales ya se podrá pasar a los ensayos clínicos en humanos.
Los investigadores del centro de virología y biotecnologías Véktor, por su parte, planean registrar su vacuna contra el nuevo coronavirus en septiembre de este año tras finalizar los ensayos preclínicos en junio.
El director general del centro, Rinat Maksiútov, declaró este jueves en la reunión sobre el desarrollo de la tecnología genética en Rusia que cuando pasen a los ensayos clínicos podrán probar su invento en un total de 300 voluntarios durante la primera y segunda fase.
Por su parte, el presidente ruso, Vladímir Putin, señaló que cuenta mucho con que los científicos registren su vacuna en septiembre y recordó que no se olviden de la debida documentación que garantice sus derechos de propiedad intelectual.
A diferencia de los fármacos, cuya eficacia es estimada por sus efectos en las personas que ya tienen cierta enfermedad, las vacunas experimentales se administran a personas sanas que luego se ven expuestas al microorganismo nocivo. Después de meses o años de observación los científicos pueden considerar su invento como exitoso si aquellas personas no se contagiaron tras la inyección.
Normalmente las vacunas experimentales son probadas en miles de personas que residen en zonas de contagio, aunque también es común que estos estudios involucren a unas decenas de voluntarios que son vigilados por los médicos por si presentan síntomas de la enfermedad tras ser infectados.
De esta manera los investigadores pueden decidir si merece la pena seguir con el desarrollo de la vacuna probada o si es mejor buscar otro remedio.