Ni el más optimista fanático del Villarreal se imaginaba un escenario tan gratificante como el que se presentó en el Estadio de la Cerámica. Es que el conjunto español sorprendió al Liverpool en los primeros instantes y en menos de tres minutos había logrado ponerse en ventaja. Un centro perfecto de Pervis Estupiñán, una definición defectuosa de Etienne Capoue y una corrección oportuna de Boulaye Dia conformaron la fórmula de la esperanza. El prematuro gol del francés alimentó la ilusión ante uno de los mejores equipos del mundo.
Lejos de lo que marcaban los pronósticos, el que tenía el dominio del choque era el elenco liderado por Unai Emery. Si bien los de Jürgen Klopp amenazaron a Gerónimo Rulli con la llegada del empata a través de intervenciones de Mohamed Salah y Sadio Mané, el juego era controlado por la técnica de Giovani Lo Celso y la experiencia de Dani Parejo.
Antes de la llegada del descanso se produjo la polémica. Una mala descarga de Naby Keita le permitió a Gerard Moreno asociarse con Lo Celso y el ex Rosario Central cayó encima de Alisson. A pesar de los reclamos constantes por el presunto penal, el árbitro Danny Makkelie ignoró los pedidos que bajaron de las cuatro cabeceras y, apoyado por el VAR, le dio continuidad a la acción.
Unos instantes después el estadio estalló con la conquista de Francis Coquelin. Un envío de Raúl Albiol a las espaldas de Andrew Robertson encontró a Etienne Capoue por la banda derecha para sacarse de encima al escocés y abastecer al francés para que festeje el 2 a 0 de cabeza y empareje la serie. El sueño estaba teñido de amarillo.
En el complemento Klopp reemplazó a Diogo Jota por Luis Díaz para tener mayor vértigo en el ataque, pero la notable producción de Juan Foyth opacó la labor del colombiano. De todos modos, los de Anfield tomaron mayor protagonismo gracias a la buena pegada de Trent Alexander-Arnold. Y en la más clara, el lateral inglés reventó el travesaño con un disparo que se desvió en el camino. El milagro todavía era posible para el Villarreal.
En ese juego psicológico que se instala en el fútbol, durante la segunda etapa los protagonistas intercambiaron los roles: los españoles apostaron por la defensiva y el Liverpool se apoderó del pleito. Fue entonces cuando Fabinho se desprendió en soledad por el área grande y luego de un amague fusiló a un desconsolado Gerónimo Rulli. En la única desatención que tuvo la última línea local, el elenco británico no perdonó.
El golpe anímico dejó de rodillas al Villarreal. La hazaña que parecía perceptible se desvaneció por completo cuando Luis Díaz festejó el 2 a 2 y volvió a poner la serie a dos gritos de distancia. En la conquista del colombiano, quedó la sensación sobre la respuesta de Rulli, dado que el argentino pudo haber hecho algo más para evitar el tanto adverso.
La calidad individual de la visita volvió a exponer el desconcierto ibérico. La velocidad de Sadio Mané fue el elemento fundamental para que los Reds reviertan la historia en territorio ajeno. La figura de Ghana ridiculizó a Rulli en un anticipo y se sacó de encima a Foyth con un método similar al que empleaba Usain Bolt en los 100 metros llanos. Ya con todo el arco a su merced, el africano tocó hacia la red y silenció definitivamente al Estadio de la Cerámica.
Para el cierre, la expulsión de Etienne Capoue fue una muestra de la resignación del dueño de casa. Con autoridad y jerarquía, el Liverpool hundió el sueño del Submarino Amarillo. Y lo hizo con un estratega como Jürgen Klopp, quien jugará su cuarta final de la Champions League en menos de 10 años. Sin dudas, por las calles de Anfield y los alrededores del Stade de France de Saint-Denis sonará más que nunca You’ll Never Walk Alone.