El fallecimiento de José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, a los 89 años, representa el fin de una trayectoria marcada por su participación activa en la vida pública, su compromiso con las causas sociales y su aporte a los esfuerzos por alcanzar la paz, sobre todo en Colombia.
Su perspectiva sobre la reconciliación fue también influenciada por su experiencia como militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, organización insurgente a la que perteneció en la década de 1960; como resultado de esta militancia, estuvo privado de la libertad entre 1972 y 1985.
Su fallecimiento, anunciado tras varios meses de lucha contra un tumor en el esófago que se conoció en abril de 2024, provocó múltiples reacciones en América Latina.
Entre ellas, destaca especialmente la resonancia de sus mensajes dirigidos a Colombia, país al que acompañó de forma activa y reflexiva en distintos momentos clave de sus procesos de paz.
Desde sus años como mandatario (2010-2015) y aun después de abandonar el cargo, Mujica fue una voz constante en el escenario internacional en favor de las salidas negociadas a los conflictos armados.
Su mirada sobre el caso colombiano estuvo atravesada por su experiencia personal como integrante de un grupo guerrero que operó en Uruguay en las décadas de 1960 y 1970.
Esta historia le permitió, según sus propias palabras, “comprender los dilemas éticos y políticos que enfrentan los actores del conflicto”.