El periodo de Amarna fue, probablemente, uno de los más fascinantes y misteriosos de los 3.000 años que componen el Antiguo Egipto. La poderosa civilización sufrió una ruptura sin precedentes, cuando el faraón Akenatón decidió transgredir de manera radical convirtiendo al dios Atón en la única deidad del culto oficial del Estado, en perjuicio del, hasta el momento, predominante culto a Amón.
Este cambio, pensado en parte para centrar el poder en torno a la figura del propio faraón, tuvo grandes consecuencias y discrepancias en la sociedad de la época, y fue el primer atisbo de monoteísmo en una civilización marcadamente politeísta. Además de ser el primer reformador religioso del que se tiene registro histórico, su reinado también implicó grandes cambios políticos e incluso artísticos.
Pero la figura de Akenatón, que algunos incluso han llegado a comparar con Moisés, se pierde en el tiempo. Con él, todos los suyos. Condenado a la Damnatio Memoriae, uno de los peores castigos a los que se puede someter a un muerto, desaparece y su nombre solo vuelve a oírse cuando surge en escena el faraón más famoso de todos los tiempos (aunque no por mérito propio): su hijo, Tutankamón. Entre medias de los dos reinados (Tutankamón terminó con todos los cambios instaurados por su padre y devolvió el culto a Amón), surge una curiosa figura que todavía a día de hoy sigue fascinando a los arqueólogos por su misterio: Semenejkara.
Muy poco o nada se sabe prácticamente de Semenejkara. El breve y enigmático faraón podría ser, quizá, una mezcla de varios o ni siquiera haber existido jamás. Convertido en corregente de Akenatón, fue su sucesor durante un breve e indeterminado periodo. Se cree que escribió a un sacerdote de Amón pidiéndole ser enterrado en el Valle de los Reyes en lugar de en Amarna. También se considera que estaba casado con Meritatón, la primera hija de Akenatón, y que su cuerpo podría ser el de una momia desconocida de unos 25 años y encontrada cerca de la tumba de Tutankamón. E, incluso, se considera que podría haber sido una mujer. Las pistas de Semenejkara y su posible esposa desaparecen de pronto, con el reinado de Tutankamón.
¿Qué teorías hay sobre la identidad del fantasmal faraón?
Teoría 1: un hermano de Akenatón
Una teoría (quizá la menos rocambolesca, aunque no por ello más real) es que Semenejkara era, simplemente, un hermano (o hermanastro) de Akenatón. Hijo del rey Amenhotep III y de una de sus grandes esposas reales, quizá habría gobernado tras la misteriosa muerte del faraón hereje. Habría sido, por tanto, tío de Tutankamón, reinando durante un breve tiempo hasta que su sobrino finalmente estuviera preparado para ello.
Sin embargo, sigue habiendo algunos cabos sueltos en la historia: Semenejkara heredaría los títulos de Nefertiti (esposa de Akenatón) y el jeroglífico oficial lo denomina como ‘El amado de Akenatón’. Algunos expertos han querido ver una relación homosexual entre Akenatón y el que sería su sucesor, pero no hay nada claro y desde luego es sorprendente que heredase los títulos de su supuesta cuñada. Para aumentar aún más el misterio, todavía hay un cuerpo hallado en el Valle de los Reyes que todavía no se ha conseguido identificar: la momia KV55.
Un hombre de entre 20 y 30 años (dependiendo de los estudios), con la misma complexión y tipo de sangre que Tutankamón, enterrado muy cerca de este, y en cuya cámara funeraria pueden encontrarse referencias a todas aquellas personas cruciales durante el periodo de Amarna. Los sellos de la puerta llevaban el nombre de Tutankamón y hay representaciones de la madre de Akenatón y de este mismo. No hay consenso sobre si se trataría del faraón hereje (mayor de 35 años cuando murió) o del mismísimo Semenejkara, quizá más joven. Todo esto, suponiendo que el misterioso gobernante fuera un hombre, porque eso nos lleva a la segunda teoría.
Teoría 2: Nefertiti
¿Qué sucedió con Nefertiti tras la muerte de Akenatón? ¿Por qué Semenejkara heredó sus títulos? En realidad, es un misterio. Tras 14 años de reinado, se pierde por completo su rastro. Al principio, se creía que habría fallecido antes que su esposo y que este, roto de dolor, habría mandado borrar su memoria. Sin embargo, cada vez son más expertos los que defienden que no solo no murió sino que sobrevivió al faraón y fue ella la que gobernaría, pero con el nombre de Semenejkara. Su corregencia sería muy corta (al final de la vida de Akenatón y tan solo durante unos meses más), hasta la llegada del llamado faraón niño.
¿Se convirtió Nefertiti en Semenejkara para poder reinar y se casó con su propia hija, en acto simbólico, para mantener alejado el trono de sus enemigos?
Es una teoría muy controvertida, pues Semenejkara no habría sido, como siempre se ha pensado, un varón, sino Nefertiti convertida en reina-faraón para asegurar el trono ante sus enemigos, y hasta que Tutankamón pudiera finalmente reinar. No sería la primera vez en la historia de Egipto que una mujer reinase: por ejemplo, años antes, la fascinante Hatshepsut también lo habría hecho.
Pero quizá lo más polémico es que se tiene la idea oficial de que Semenejkara estaba casado con Meritatón, la hija mayor de Nefertiti y Akenatón. ¿Significa eso que Nefertiti se casó con su propia hija para garantizar el trono de Egipto? Algunos consideran que es una posibilidad. No tiene mucho sentido que una madre y una hija se casen ritualmente, pero la creencia es que Nefertiti, al no ser hija de faraones o de linaje real, solo podía legitimar su función de esta manera simbólica.
Al igual que Semenejkara, Nefertiti desaparece de pronto de la historia. Algunos optan por creer que, tras la muerte de Akenatón, habría pedido en matrimonio a un príncipe hitita siendo, tras ser descubierta, eliminada. Con la desaparión del faraón hereje, parece fácil asumir que el resto de figuras que giraban en torno a él también sufrieron un amargo final. Nefertiti desaparece, así como cualquier escrito sobre ella, Meritatón pasa a ser Gran Esposa Real y llega Semenejkara.
Las cosas no irían mucho mejor después. El oficial egipcio Ay se convertiría en gobernante de Egipto tras el deceso de Tutankamón, y los que vinieron después se encargaron de borrar de la historia la huella de su padre: aquel hombre que se había atrevido a cambiar el orden del país mediante el primer culto monoteísta de la historia. Solo miles de años después volverían a salir a la luz por culpa de una supuesta maldición. El misterio sobre todos ellos aún permanece.
«Pueda tu espíritu vivir, durar millones de años, tú que amabas Tebas, sentado con la cara al viento del norte, los ojos llenos de felicidad». Esto, escrito para Tutankamón, podría ser un epitafio en realidad para cualquiera de esas figuras que protagonizaron la época de Amarna