“Prólogo Marianella” Por: Vicepresidente Félix Ulloa
Esta segunda edición del libro “Marianela”, publicado por Guadalupe Rodríguez hace tres décadas, aparece oportunamente en otro momento histórico de El Salvador. Por su contenido este libro eminentemente testimonial, es una fuente inigualable para que, teóricos de la política, líderes, historiadores y estudiosos de nuestra realidad, puedan comprender como lo hace James Petras (citado por Guadalupe en su Introducción) cual ha sido la experiencia salvadoreña después de poner fin a la guerra civil, que durante más de una década (1980-1992) vivimos y sufrimos varias generaciones en nuestro país.
Todos apostamos a que la postguerra sería la oportunidad que la historia nos brindaba para reconstruir una nación dividida por los intereses de las clases dominantes que ancestralmente usufructuaban la riqueza nacional, generando modelos de acumulación excluyentes y explotadores, que, como causas estructurales, nos llevaron a ese conflicto, que nos costó más de 80,000 muertos y 7,000 desaparecidos, así como millones de desplazados dentro y fuera del territorio nacional.
Pero no sucedió así. Como dice Petras: “El abyecto fracaso del FMLN a la hora de cambiar la sociedad salvadoreña y mejorar la posición socioeconómica de las masas estuvo directamente relacionado con su inserción en el Estado capitalista y su subordinación a la economía neoliberal”. Por lo tanto, el compromiso ético y revolucionario de Guadalupe, la conmina a reproducir aquellas imágenes dantescas de los años 80s que el libro narra con absoluta objetividad y magistral descripción de los hechos.
Educar a las nuevas generaciones sobre los sucesos acaecidos en nuestra historia contemporánea es un imperativo ineludible que Guadalupe asume con dignidad, como lo hizo con la primera edición, la cual según leímos en su texto, obedecía a la voluntad de Marianela; si Marianela García Villas, la joven abogada presidenta de la Comisión de Derechos Humanos No Gubernamental, que dejó la comodidad de su oficina en México para entrar a los frentes de guerra y recoger las pruebas fehacientes de la barbarie que el ejército salvadoreño de aquel entonces, cometía en contra de humildes comunidades rurales incluyendo el uso de napalm o fósforo blanco.
Fue en esas circunstancias que Guadalupe conoció a Marianela, caminó incansable largas jornadas a su lado, como su asistente en la importantísima tarea de ir tomado notas, escribiendo y registrando los terribles calvarios que sufría la población civil, y estoicamente iba sobreviviendo en medio de bombardeos, de incursiones de los batallones militares, etc. Conociendo la capacidad de Guadalupe que ya había demostrado en sus experiencias como redactora de periódicos y boletines como “El Rebelde” en su militancia como estudiante de secundaria, y presintiendo su muerte siempre presente, cada día, cada hora, cada instante, en los teatros de la guerra, donde la pólvora y la sangre se mezclan en un solo y mortífero olor, le pidió a Guadalupe una especie de última voluntad «escribí estas realidades amargas».
Y eso es el libro “Marianela” un magnifico relato de una de las facetas de nuestra guerra. Esa guerra que terminó sin vencidos ni vencedores; y, que Norberto Bobbio en su ensayo “Izquierda y Derecha” advierte: la guerra que termina sin vencidos ni vencedores, es una guerra que no cumplió su cometido. Por eso, la guerra que dejaron inconclusa los Acuerdos de Paz firmados el 16 de enero de 1992, se desarrolló de otra forma. Se gestó, creció y fue mutando de manera silenciosa, cruel y sanguinaria, sin anunciar propósitos políticos ni fines ideológicos.
Esta nueva guerra liderada por las dos pandillas más grandes la MS y la Barrio 18, fue una ofensiva silenciosa, sistemática y brutal, en contra de la población honrada y trabajadora, que no afectaba a las élites políticas ni económicas, que golpeaba principalmente al pueblo humilde, las victimas vivían inicialmente en los barrios de bajos ingresos, luego en empobrecidas zonas rurales, por lo tanto los intelectuales de la izquierda acomodada al estatus quo tampoco se preocuparon en caracterizarla, ni alzar sus voces cuando se extorsionaba, se secuestraba, se violaba y se asesinaba a miles y miles de humildes salvadoreños; junto al silencio cómplice de los organismos de Derechos Humanos nacionales y extranjeros. No hubo Marianela para ellos.
Sólo en los dos gobiernos del FMLN según cifras oficiales del Instituto de Medicina Legal, se asesinaron más de 41,000 salvadoreños, un dolor para nuestro pueblo, que se agravaba con las extorsiones, las desapariciones, las violaciones de niñas y jovencitas obligadas a convertirse en “hainas”, es decir, esclavas sexuales de los pandilleros.
Petras lo afirma con claridad “Un pacto de paz que no conduzca a inversiones públicas masivas en empleos, obras públicas, reforma agraria y otras actividades productivas resultará en que jóvenes armados desempleados recurran a la delincuencia violenta y al tráfico de drogas”. Fue exactamente lo que sucedió en El Salvador, los gobiernos del partido ARENA que gobernó durante 20 años (4 mandatos de 5 años cada uno de 1989 a 2009) y el FMLN que gobernó 10 años (de 2009 a 2019) dieron la espalda a los jóvenes que comenzaron como delincuentes juveniles cometiendo pequeños delitos, hasta evolucionar en las terribles pandillas que le disputaban la soberanía al Estado, ejerciendo un poder absoluto en gran parte del territorio nacional.
Aunado a esa incapacidad de combatir a las pandillas, los políticos de ambos partidos negociaban con ellos, sobretodo en períodos electorales, a fin de obtener sus favores en provecho de sus intereses electoreros. De nuevo Petras lo dice con claridad: “Ex líderes guerrilleros que promueven sus carreras electorales y trabajan dentro del sistema, adoptan políticas neoliberales”.
El problema en El Salvador no fue solamente la sumisión del FMLN a esas políticas, sino que una vez el pueblo cansado de ARENA le dio la oportunidad de gobernar; pero sus dirigentes, además de olvidar para quien gobernaban, se dedicaron a saquear las arcas nacionales. La corrupción creció exponencialmente y sólo los 2 presidentes que tuvo durante los dos gobiernos, entre ambos, desfalcaron más de $500 millones de dólares del erario nacional. Para un país como el nuestro esa cifra es más que escandalosa, pues nos habría servido para construir escuelas, hospitales, carreteras y hasta un nuevo aeropuerto.
Por todo lo anterior, Guadalupe y miles de salvadoreños que a la sombra de esas cuatro letras nos comprometimos en la lucha, dispuestos a darlo todo, incluso nuestras vidas, vimos con dolor como se torcieron los principios, los valores, y toda esa conciencia con la que desde nuestra juventud había guiado nuestra vida.
Por lo que, sin eufemismos, decimos que sus gobiernos constituyeron una verdadera traición al pueblo. Y sin duda, desde lo más profundo de sus convicciones, Guadalupe decide publicar de nuevo este libro, como un nuevo llamado a la esperanza. Justamente cuando El Salvador se apresta a renacer. Y con justa indignación, ante la indolencia de esos viejos dirigentes que nos avergonzaron en su paso por el Estado, Guadalupe en una especie de catarsis me dice: “not even hell will want to have them…lo digo en ingles pues se siente más suave” agregando “ Lo digo con bondad y amor por otro ser humano. Pero ellos carecen de humanidad”.
Sea pues esta nueva edición de “Marianela” un aporte pedagógico para El Salvador y para otras naciones que en iguales circunstancias requieran de este tipo de recursos para no equivocar el camino. De hecho, la publicación de James Petras contiene ese propósito “La tercera sección del documento se centrará en extraer lecciones que se pueden aprender de la experiencia de El Salvador y que son aplicables a las actuales negociaciones de paz colombianas entre las FARC y el gobierno de Santos.”
Aquí la recibimos como una brisa de aire fresco que nos permitirá mantener vivo el recuerdo de ese martirio que nuestro pueblo sufrió durante la guerra civil, para no olvidar ese sacrificio de los miles y miles de humildes campesinos salvadoreños, el acompañamiento también de miles de profesionales de la talla de Marianela García Villas, cuyo sacrificio no será en vano; a pesar de esta página negra de la post guerra en la cual, la violencia de las pandillas nos dejó igual o mayor número de víctimas que durante el conflicto; y que la estamos superando gracias a la decisión del gobierno actual de declararles la guerra el 27 de marzo de 2022, basado en el Jus ad Bellum, reconocido por el Derecho Internacional Humanitario, como el derecho –y la obligación- de los estados, de salir en defensa de su población y su territorio cuando son atacados, como ocurrían en nuestro país, cuando las maras (o pandillas) tenían sometido a nuestro pueblo y controlaban gran parte de territorio nacional. Igualmente para que en la memoria colectiva se registre el fracaso de la izquierda corrupta e incapaz que no supo honrar la sangre de los caídos en la lucha por una sociedad más justa y más solidaria.
Para muchos, ese período de la post guerra administrado por ese bipartidismo nefasto ARENA/FMLN, tuvo su tiro de gracia en las elecciones del 3 de febrero de 2019, cuando ambos partidos fueron aplastados por el voto popular. Pero como dice Gramsci, en esos momentos claroscuros de la historia, cuando lo viejo se niega a morir y lo nuevo no termina de nacer, es cuando aparecen los monstruos. Nuestros monstruos eran las viejas instituciones del estatus quo: una Asamblea Legislativa, dominada por el agónico bipartidismo y que en sus estertores finales golpeaba, bloqueaba, atacaba todas las iniciativas del Ejecutivo y una Sala de lo Constitucional que nombrada por esa Asamblea Legislativa, declaraba inconstitucional las medidas del Gobierno en los peores momentos del COVID 19, sin importar que éstas fuera con el fin de salvar las vidas de la población.
Por eso, el pueblo soberano, de nuevo, en ejercicio de su soberanía y usando los mecanismos de la democracia, en elecciones libres y justas, el 28 de febrero de 2021 otorgó al presidente Nayib Bukele una super mayoría legislativa, suficiente para tomar decisiones sin tener que negociar con ninguna de esas fuerzas políticas del pasado. Es decir, le dio el mandato y el poder institucional necesario, para que llevara a cabo las grandes transformaciones que hoy estamos viviendo. Y que el pueblo sigue validando con su permanente y constante nivel de aprobación arriba del 90 % y su elección para un segundo mandato. Se ha abierto un nuevo período histórico en El Salvador.
El desafío ético y revolucionario que nos planteó el libro “Marianela” de Guadalupe Rodríguez hace 30 años, sigue vigente. Cuando escribimos el prólogo a la primera edición advertíamos de un peligroso pragmatismo, ese mismo que Petras denunciaba cuando los dirigentes durante la guerra asumen carreras electorales y se vuelven funcionales en el sistema que combatieron. Otra suerte habríamos corrido si quienes habían dirigido la guerra, una vez firmada la paz, se hubieran retirado del escenario político y hubieran permitido a otros cuadros no contaminados con ese pasado cargado de odios y violencia, administrar la post guerra y reconstruir el país.
Pero de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Lo que nos toca hoy es trabajar por el renacimiento de El Salvador, reconstruir ese país como se debió haber hecho hace 30 años. Redoblar los esfuerzos para compensar el tiempo perdido y sobretodo participar en las tareas de hoy –ya que no pudimos o no nos dejaron- en los gobiernos anteriores. Solo así, podremos salir con la frente en alto al encuentro con la Historia, que siempre nos alcanzará.
No podría cerrar este prólogo sin recordar aquel pensamiento externado hace tres décadas y que sigue tan vivo y vigente como cuando lo expresé en ese momento: «Sea pues recibido por El Salvador, este jirón de su historia. Ojalá las nuevas generaciones -y las viejas como la mía- sepamos honrar la memoria de nuestros muertos, los aquí reseñados y todos los anónimos que esperan un día observar que su sacrificio no fue en vano…desde el aleteo de un pajarito o desde los pétalos de una flor.
Con los acuerdos solo acordaron sus propios beneficios económicos y políticos. Nada mas.