Por: Rigoberto Chinchilla
Todo ha cambiado, no fueron los augurios de las guerras, ni la xenofobia, ni las amenazas nucleares, se trató de los muros mentales de la humanidad, que sacaron nuevamente el egoísmo de unos pocos versus la necesidad de muchos. Te das cuenta que los pastores que dicen sanar en vivo y en directo, son falsos profetas porque en momentos como estos que padecemos de esa pandemia desaparecen y ya no los ves ni siquiera como voluntarios para ir a sanar a enfermos a domicilio; mercaderes de la fe.
De repente te das cuenta que la insolidaridad es viral, que las fronteras están cerradas y que quienes dicen defenderlas son tan vulnerables al simple rocío de un estornudo, que se derrumban por el sencillo ruido de una tos, cuyo sonido no se parece al estruendo de la explosión de un misil.
Cuando todos están en emergencia, te enteras que un pasamontaña ya no es símbolo de rebeldía, que un pañuelo en el rostro ya no es asomo de lucha y que se ha convertido en símbolo de miedo a ser infectado. De pronto descubre que pese a tantas luchas por lo demás, el ingenio, la gallardía, la inteligencia subversiva también está en cuarentena y su legado hasta gastarse la vida por los derechos de los humildes se perdió en las nefastas promesas de igualdad que se defendieron con plomo y creatividad y sucumbió con pequeñas gotas de saliva y secreciones corporales.
Caminas por las solitarias calles de la ciudad y te viene a la mente que el reparto y rebalse económico, fue una estafa de un modelo que sigue excluyendo seres humanos y que la igualdad llegó con un virus que no respeta a ricos y pobres, sencillos y presumidos, los de las colonias populosas donde ni cae agua potable, hasta las residenciales privadas del país, que ya no seremos los mismos de siempre, porque no entendimos el mensaje de la naturaleza y la humanidad.
Hoy un beso y una caricia te matan, y los hemos privatizado y reservado, para las personas a quienes decimos y creemos que amamos de manera intensa, pero el reloj marcó las horas para que entendiéramos eso y nunca quisimos hacerle caso, pesamos el cómo joder a los demás, no abstrajimos en el mundo falso e ilusorio, en la moda superflua, en la conquista y la acumulación de bienes materiales que no nos servirán para sobrevivir, ni darán el aire que necesitaremos para el último suspiro de vida.
Fue entonces necesario el darnos cuenta que la sonrisa de lo demás era importante, que el alcohol era indispensable, para desinfectarnos no solo el alma, que la atención de una enfermera era mucho más importante que el gol de un futbolista extranjero de un equipo que movía millones para sus arcas y ambiciones económicas, que un hospital es más urgente que una feria de convenciones comerciales, que un medicamento y un contingente de médicos, es más oportuno que un desfile facista de tropas por las calles. Que no solo lo solo los indigentes mueren de virus y que es estúpido no darles un minuto de silencio en el parlamento, solo porque no sabemos sus nombres. Tarde, pero nos dimos cuenta que el rumor es tan dañino como cualquier virus, que la ciencia y el desarrollo científico es más importante que una ametralladora o las nalgas de plástico de Kim Kardashian.
La hora de las cenizas no ha terminado se apagó la música de las fiestas, la energía de las luces en los estadios se vino abajo, los autos se detuvieron, no hay misas ni cultos falsos, lo burdeles cerraron, lo bares callaron sus ruidos, los conciertos se volvieron virtuales, lo encuentros masivos solo son sucios recuerdos.
Ha iniciado las horas de estar juntos, entonces comprenderemos que el tiempo de reflexión de lealtad con los tuyos, de despojo de vanidad, la hora de bajar los puños de dejar los falsos selfies, de confesiones y convivencia con nuestros cercanos, de compartir, del relato oral, de escucharnos, de saludarnos con la mirada alegre del gesto solidario, de compartir lo mucho o poco que tengamos, no es necesario; es humanamente obligatorio.
Y si acaso sucediera que sobrevivimos hagamos felices a otros, que nuestra risa jodedora, no guarde rencor reconciliémonos con nuestros amigos, familiares, compañeros de estudio, trabajo, reconozcamos nuestros defectos, corrijamos nuestras actitudes, deseémosle la felicidad a los demás. Las horas de las cenizas no ha terminado.
que buena reflexion…. a estas alturas del partido, todo seha vuelto vano y lo unico importante es sobrevivir….
Excelente artículo, dice muchas verdades que nosotros nunca tomamos en cuenta hasta que todo Es demasiado tarde
Excelente artículo que nos hace reflexionar, aún así todavía hay personas que en medio de la crisis por un lado mencionan a Dios y al momento siguen destilando odio por pleitos políticos que les transmiten a través de las redes sociales, como masas.
MEJOR NO PUDISTES RELATAR EL MOMENTO EN QUE ESTAMOS VIVIENDO, NOS HACE PENSAR COMO PERSONAS QUE DEBERIAMOS REFLECCIONAR Y SER MAS HUMANOS , MAS AGRADESIDOS CON TODO LO QUE NOS RODEA. ESPECIALMENTE NUESTRA GENTE POBRE, HUMILDE Y SER MAS HUMANOS.
que barbaro, esta es la reflexion maxima de esta epoca, ni le ponga ni le quite mas palabras
En la historia de la humanidad te vas a dar cuenta q pandemias siempre han habido y habran. Insinuar q todo va a cambiar de ahora en adelante por una pandemia refleja un desconocomiento de la historia. Todo volvera a ser igual despues de esto.
Paradojicamente, el critico o filosofo de turno en nuestra vasta historia como seres humanos siempre te pondra un escenario dantesco e insinuara de forma pasiva/agresiva q «todo» va a cambiar.
En 5 años esto sera un lejano recuerdo 100% garantizado
En lo unico que no coincido es que dice que ya no hay cultos falsos, por el contrario estamos fuertes y gozandonos, sabiendo que el dia final se acerca