Tras varios meses de retraso, el The O2 Arena de Londres fue el lugar en el que Madonna dio inicio a ‘The Celebration Tour’, la esperada gira con la que esta mítica cantante recorrerá una trayectoria artística de más de 40 años.
El primer show, de casi 80 espectáculos planificados en todo el mundo, se desarrolló sobre un escenario de unos, 4400 pies cuadrados (409 m²), el más grande jamás utilizado por la Reina del Pop y el cual incorpora tecnología de punta. Además, está inspirado en el trazado urbano de Manhattan, con cuatro divisiones que representan barrios de la isla neoyorquina: Uptown, Downtown, Midtown, East y West.
En el centro del escenario principal, fue ubicada una plataforma circular de tres niveles que se inspira en la tarta de bodas que fue utilizada en su recordada y polémica actuación en los MTV Video Music Awards de 1984.
La presentación de Madonna, que contó con más de 80 Toneladas de equipos de producción, fue iluminada con 14 focos destinados para solamente la artista y más de 600 luces inteligentes se encargaron de iluminar el escenario. Mientras que en la arena fueron desplegadas más 8.800 señales de iluminación.
Y a los 3.700 amperios de potencia del espectáculo se sumaron los 3,600 pies cuadrados (334 m²) de imágenes de proyección, la mayor cantidad de vídeo jamás utilizada en un show de esta cantante, que deslumbró con el carisma de siempre y más de cuarenta canciones.
El concierto se dividió en 5 actos, en los que Madonna dio un repaso de sus mayores éxitos y “Nothing Really Matters” fue una de las piezas que más sorprendió gratamente al público, debido a que no la tocaba en directo desde 1999.
Con la asistencia de sus atuendos clásicos y videos de archivo, la cantante viajó por el tiempo a través de una carrera que la llevó desde ser una cantante aspirante sin un centavo hasta convertirse en un ícono musical, mientras resaltaba su impacto en la cultura popular.
Abrió el concierto con Nothing Really Matters, cuya letra se dirige directamente a los fanáticos: “Nunca volveré a ser la misma debido a ustedes”.
Cantando sola, iluminada por un gran armazón circular de luces, vestía una copia del kimono diseñado por Gaultier que utilizó en el video de la canción.
Eso estableció el tono de la velada, en la que cada tema tenía una sorpresa auditiva o visual.
En un momento se contaron 18 Madonnas sobre el escenario, cada una portando un atuendo diferente, desde la malla rosada de la canción Hung Up hasta el disfraz de dominatriz sexual en Erótica.
Hasta el escenario circular de tres pisos estaba diseñado para reflejar el “pastel de bodas” desde el cual presentó Like a Virgin en los premios MTV de 1984.
Para los aficionados fue un viaje profundamente nostálgico a lo largo de una carrera que impuso tendencias de moda y rompió tabúes.
Para Madonna, se trató mucho de un asunto de familia.
El primer acto del show fue dedicado a los años de Madonna en Nueva York antes de alcanzar la fama, cuando intentaba entrar en la escena musical mientras vivía en la pobreza.
Recordó su primer empleo como parte de una banda llamada The Breakfast Club.
“Tocaba la batería, pero no me gustaba ser la baterista”, añadió, mientras se colgaba una guitarra y se lanzaba a entonara uno de sus primeros sencillos, Burning Up.
Pero, a medida que la canción terminaba, el show frenó en seco.
Infortunios… e improvisación
Problemas técnicos plagaron el sistema de sonido y necesitaba ser “reiniciado”, lo que dejó a Madonna con 10 minutos para improvisar.
“Esto es exactamente lo que no quieres que suceda en tu noche de estreno”, observó.
En lugar de tomar la ruta fácil y salir del escenario, como lo harían muchos otros artistas, le contó al público unas historias de sus días de lucha en Nueva York.
“Vivía en el lugar de ensayos donde mi banda practicaba y no tenía manera de bañarme”, recordó.
“Así que salía con hombres que tenían duchas y baños”.
“Así fueron esas épocas, y esa es la verdad”