Las historias de asesinos seriales suelen ser atrapantes. Estos perturbados personajes se han instalado en el imaginario colectivo y la cultura popular como monstruos fascinantes de la vida real, cuyos trastornos y horrendos crímenes son material predilecto de documentales, series detectivescas o películas de terror.
Es el caso de Charles Cullen, el enfermero que mató a más de 300 personas en Estados Unidos, cuya vida, crímenes y cacería policial, está próxima a ser inmortalizada en una película producida por Netflix llamada “The Good Nurse” (El Buen Enfermero) y que contará con las actuaciones de Jessica Chastain y Eddie Redmayne, dos pesos pesados de la actuación ganadores del Premio Oscar.
Redmayne, consagrado por su increíble papel en “La Chica Danesa” que le valió la estatuilla a Mejor Actor por parte de la Academia de cine de Estados Unidos, será el encargado de interpretar al perturbado y macabro personaje de Charles Cullen, quien lejos de adoptar el juramento hipocrático de los médicos para preservar la vida y la salud de sus pacientes, se dedicaba a matarlos de hospital a hospital durante una carrera de 16 terribles años.
Durante la década del 80 y del 90 Cullen tuvo su principal tiempo de acción, saltando de hospital en hospital entre Nueva Jersey y Pensilvania, dejando a su paso una estela de muertos a quienes inyectaba con dosis letales de drogas que no necesitaban.
Si bien aún no hay mayores detalles sobre la trama de la cinta, que tan biográfica será o si estará apegada a la historia real de este asesino en serie, no es arriesgado decir que hay suficiente material para narrar una historia atrapante.
Una vida de traumas
Charles Edmund Cullen nació el 22 de febrero de 1960 en West Orange, Nueva Jersey. Su padre, Meme Cullen, era chofer de transporte escolar y su madre una ama de casa.
Charles era el octavo y último hijo del matrimonio y desde muy pequeño tuvo que lidiar con la muerte. Apenas a los 7 meses de nacido su padre murió, por lo que tuvo que crecer sin una figura paterna, algo que contribuyó a su estado de inestabilidad mental.
En 1969, con tan solo 9 años, Charles intentó suicidarse por primera vez, usando unos químicos que robó del laboratorio de su escuela. Durante su vida trataría de suicidarse por lo menos 20 veces.
Cullen creció en un barrio de obreros y trabajadores en el seno de una familia profundamente católica, teniendo una infancia “miserable” según sus propias declaraciones. Sumado a la muerte de su padre, en 1977, cuando tenía 17 años, murió su madre en un accidente de tránsito en el que conducía su hermana, una pérdida que lo hizo abandonar sus estudios y un año después alistarse en la Marina de los Estados Unidos.
Allí fue asignado al Cuerpo de Submarinos y sirvió en la sección de balística y misiles a bordo del USS Woodrow Wilson, llegando hasta el rango de contramaestre de tercera clase en el equipo operador de los misiles Poseidón.
Por esos años las señales de trastorno mental ya empezaban a ser notorias en Charles, destacando varios episodios extraños como una vez que se vistió con un uniforme de cirugía verde, con mascarilla y guantes de látex que robó del botiquín de la nave para realizar su turno nocturno.
Al tiempo fue trasladado a la nave de suministros USS Canopus, sirviendo ahí hasta que fue dado de alta por razones médicas el 30 de marzo de 1984. En los seis años que duró en la Marina, Charles se intentó suicidar en siete ocasiones.
Enfermero asesino
La vida de enfermero de Cullen comenzó en 1987, cuando ingresó a la escuela de enfermería de Mountainside y consiguió su primer trabajo en el St. Barnabas Medical Center en Nueva Jersey.
Ese año también se casó con Adrienne Taub, con quien tendría dos hijas. Parecía que por fin había encauzado su vida, pero los episodios mentales seguían sucediendo, cada vez más extremos, potenciados por su consumo de drogas y alcohol, como una vez que se clavó un par de tijeras en la cabeza, en otro intento por quitarse la vida.
Trabajando en el hospital de St. Barnabas, Charles cometió su primer asesinato. Ocurrió el 11 de junio de 1988 y la víctima fue John W. Yendo, un juez local que ingresó a urgencias tras sufrir una reacción alérgica a un medicamento para la sangre y a quien el enfermero le inyectó una dosis letal de una medicina que finalmente lo mató.
Años más tarde, Cullen confesaría que en este primer trabajo asesinó a 11 personas, incluyendo un paciente con sida a quien dio una sobredosis de insulina.
En enero de 1992, el enfermero asesino renunció a su trabajo, justo cuando las autoridades del hospital comenzaron a investigar quien era responsable de alterar las bolsas de fluido intravenoso de los pacientes.
A partir de aquí Charles Cullen aplicaría el mismo patrón para todos sus crímenes. Entraba a trabajar a un hospital, aprovechando la necesidad de personal de enfermería que había en el país por esos años y los pocos chequeos previos que hacían para las contrataciones, luego seleccionaba a sus víctimas, y les aplicaba dosis de drogas como digoxina (un fármaco para personas con problemas del corazón) o insulina en dosis letales. Cuando las sospechas se hacían evidentes en su contra, renunciaba y buscaba otro trabajo.
Así llegó al Warren Hospital en Phillipsburg (Nueva Jersey), donde mató a tres mujeres ancianas con altas dosis de digoxina. Una de ellas lo denunció antes de morir, diciéndole a su familia y el personal médico que un extraño enfermero le inyectó algo mientras dormía, pero no le hicieron caso.
Mientras perfeccionaba su táctica para matar, la vida personal de Cullen se desmoronaba a pedazos. Su esposa Adrienne se divorció de él en enero de 1933, tras múltiples denuncias por violencia doméstica en su contra. En esas denuncias se dejaba ver un Charles malvado y violento que atenta contra su esposa, sus hijas y sus mascotas.
En una de ellas se narraba cómo ‘jugaba’ con las mascotas, metiéndolas en bolsas de bolos o botes de basura para torturarlas, y también se describe su fijación por las bromas pesadas, como poner líquidos inflamables en las bebidas de las personas o hacer llamadas falsas a casas funerarias.
Tras el divorcio Cullen se mudó a un apartamento en un sótano y trató de renunciar a su vida de enfermero, pero debía pagar la manutención de sus hijas por lo que se vio forzado a seguir trabajando.
Esto solo empeoró su condición mental. En marzo de ese año tuvo un episodio en el que entró a la casa de una colega de trabajo mientras ella y su hijo dormían. Cullen había salido con la mujer hacía poco tiempo, pero fue suficiente para pedirle matrimonio y cuando ella rechazó la propuesta el enfermero se obsesionó al punto de que fue denunciado por acoso y arrestado por la policía.
Esa espiral de depresión no solo le valió un arresto, sino un nuevo intento de suicido, por el que lo internaron en una clínica psiquiátrica por un par de meses. Antes de terminar ese año, Cullen trató de suicidarse dos veces más y asesinó a otra persona: Helen Dean, una mujer de 91 años que se recuperaba de una cirugía.
Para 1994 Charles trabajaba en un nuevo hospital en el Centro Médico Hunterdon, en el Municipio de Raritan, Nueva Jersey, ya con su licencia de enfermero en toda regla. Ahí duró tres años en la unidad de cuidados intensivos y cardíacos, y en los dos primeros, según el propio enfermero, no mató a nadie, algo inchequeable pues los registros de esos años fueron destruidos en 2003 cuando finalmente Cullen fue arrestado.
Lo que sí confesó fue que en 1996 mató a otras cinco personas tras inyectarles altas dosis de digoxina, y luego dejó el trabajo para pasar a otro hospital.
En los años siguientes deambuló entre hospitales, ya fuera ingresado por trastornos depresivos, o porque conseguía algún trabajo ocasional. También estuvo un tiempo desempleado y quedó en bancarrota.
Un “ángel de la muerte”
El primer indicio de que Cullen estaba asesinando pacientes lo tuvo un médico forense que examinó el caso de Ottomar Schramm un hombre de 78 años que murió por una sobredosis de dioxina, una droga que no necesitaba, en diciembre de 1998 el hospital Easton en Pensilvania.
El forense afirmó que en el hospital había un “ángel de la muerte” y los testimonios de otros trabajadores sobre un enfermero que se escabullía a las habitaciones de los pacientes que luego resultaban muertos comenzaron a crecer.
Charles empezaba a ser expuesto y aunque alguno se atrevía a señalarlo o sospechar de él, no habían pruebas concluyentes en su contra.
Para el cambio de milenio Cullen había tenido tres trabajos más y asesinado a dos nuevas víctimas. También había tratado de matarse nuevamente, asfixiándose con el humo de una barbacoa, en un intento que requirió la intervención de la policía.
Increíblemente conseguía cambiar rápidamente de trabajo, aunque a donde llegaba despertaba sospechas igual de rápido.
En 2002 una enfermera del hospital St. Luke dijo que un colega estaba teniendo un extraño comportamiento, entrando con jeringas a las habitaciones de pacientes. Era tal la sospecha que otros enfermeros empezaron a hacerle seguimiento a Cullen, informando a la policía que en junio de ese año encontraron paquetes abiertos de un medicamento que fue usado para asesinar a las pacientes Diane Mackrell de 48 años y Esther Stoneback de 71 años, en cuyas habitaciones habían visto a Charles.
Parecía una evidencia concluyente, pero Cullen consiguió tentar una vez más a la suerte, abandonó ese trabajo y fue contratado en la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico Somerset en Somerville (Nueva Jersey) en septiembre de ese año. Ahí asesinó a ocho pacientes más, en una racha con que pretendió curarse de la depresión a causa de su última relación sentimental fallida.
La estela de muertes de Charles Cullen finalmente se detuvo en diciembre de 2003, cuando las autoridades lograron reunir suficiente evidencia en su contra y arrestarlo por el asesinato del Reverendo Florian Gall y también el intento de homicidio de Tin Kyushu Han, ambos fueron pacientes del hospital Somerset, uno de los últimos lugares donde trabajó el enfermero.
Ahí se descubrió que Cullen revisaba archivos de pacientes que no le estaban asignados y solicitaba para ellos medicinas que no necesitaban. En este lugar Charles mató a otros once pacientes.
Tras su arresto, el enfermero asesino confesó también haber matado a Ottomar Schramm y durante su juicio confesó haber matado a 13 pacientes e intentar matar a dos más con inyecciones letales sólamente en su paso por el hospital Somerset, su último trabajo.
En los años posteriores, ya sea por sus propias confesiones o por investigación policial, se comprobaron 40 víctimas muertas a manos de Charles Cullen en sus 16 años de trabajo como enfermero en 10 hospitales distintos. Pero los estimados de expertos e investigadores del caso colocan el saldo total de sus asesinatos en más de 300.
Esta escandalosa cifra lo convertiría en el asesino serial más prolífico de la historia criminal de los Estados Unidos.
Charles Cullen, el “ángel de la muerte”, se encuentra recluido en la Prisión Estatal de Nueva Jersey cumpliendo una sentencia de 11 cadenas perpetuas consecutivas sin derecho a ser elegible para libertad condicional hasta 2403.
Los crímenes de este enfermero asesino motivaron la promulgación de una nueva ley en abril de 2004 en Nueva Jersey que obliga a los centros médicos a reportar errores serios en el tratamiento de los pacientes y hacer una evaluación de antecedentes más extensa antes de contratar personal médico o enfermero.