Shane Lynch fue uno de los componentes originales de la banda Boyzone: la versión irlandesa de Take That que se formó en la década de los 90 y donde comenzó la carrera del cantante Ronan Keating. En 2003, durante un período de descanso que le llevó a alejarse del grupo musical, descubrió la fe a través de uno de sus amigos y a día de hoy es un cristiano muy devoto.
Shane está convencido de que la música representa una fuerza muy poderosa capaz de influir en las emociones, e indirectamente también en el comportamiento de las personas. Obviamente, se trata de una opinión que comparten la gran mayoría de sus compañeros de profesión, que dedican sus vidas a tratar de emocionar al público con sus canciones.
La gran diferencia es que él considera que este ‘poder’ constituye una amenaza para la sociedad actual porque muchas de las mayores estrellas del pop del mundo incorporan rutinas «demoníacas» en sus actuaciones en directo. La prueba de estos supuestos rituales que se llevarían a cabo ante miles de personas sin que nadie de sé cuenta de lo que está sucediendo son, en su opinión, las «capuchas, máscaras y juegos de pirotécnica» que abundan en la imaginería asociada al mundo del hip-hop, pero también en la música más comercial.
«Sucede incluso Taylor Swift, una de las artistas más grandes del mundo. Sólo tienes que ver uno de sus espectáculos, donde hay dos o tres rituales demoníacos diferentes que tienen que ver con los pentagramas en el suelo, con todo tipo de cosas en su escenario. Pero para mucha gente es sólo arte y así es como la gente lo ve, por desgracia», ha asegurado
A título personal, la estrella de 47 años ha dejado de escuchar a artistas como Grime debido a los mensajes satánicos que está convencido que ocultan las letras de sus canciones y a la presencia maligna que detecta incluso hasta en las bases que utiliza
«Es muy real», insiste. «La música se une a tus emociones. Tiene una conexión con tu espíritu y con lo que sientes. Por eso he dejado de escuchar ese tipo de música, porque no va con mi espíritu».
La mayor preocupación del veterano artista es que estos mensajes ocultos están calando entre los más jóvenes «para alejarlos de todo lo que es piadoso, controlado o disciplinado», y en consecuencia, las nuevas generaciones son cada vez más salvajes. Aun así, Shane no impide a sus hijas de 15 y 1 años escuchar a los cantantes que más les gustan porque quiere que sean capaces de formarse sus propias opiniones y tomar decisiones en consecuencia.