Brad Pitt estaba frente a una decisión que podía cambiar el rumbo de su carrera. El guion de Matrix había llegado a sus manos, acompañado de una oferta concreta. El papel de Neo, un personaje que se debatía entre dos realidades y terminaba descubriendo que el mundo que conocía era una ilusión, estaba sobre la mesa. Era un proyecto ambicioso, con secuencias de acción revolucionarias, un trasfondo filosófico complejo y una estética que prometía transformar el cine de ciencia ficción. Pero él tenía dudas.
En aquel momento, Hollywood estaba en plena transformación. Las producciones apostaban cada vez más por el uso de efectos visuales innovadores, y Matrix se presentaba como una de las propuestas más arriesgadas. Las Wachowski, sus directoras, tenían una visión clara, pero el estudio necesitaba a una estrella capaz de liderar el proyecto y atraer al público. Querían a alguien con presencia, carisma y la capacidad de sostener el peso de una historia que, aunque prometedora, todavía era una incógnita. Pitt cumplía con todos esos requisitos.
Los días pasaban y la respuesta aún no llegaba. Había leído el guion, lo había discutido con su equipo y había reflexionado sobre lo que significaría aceptar ese papel. Pero algo no lo convencía del todo. No se trataba de un problema con la historia ni con la dirección. Simplemente, sentía que el personaje no era para él.
Tiempo después, cuando su carrera ya estaba consolidada y Matrix se había convertido en un fenómeno mundial, Pitt decidió hablar de esa decisión que había tomado. Lo hizo en un evento especial, el Festival Internacional de Cine de Santa Bárbara en 2020, donde fue homenajeado con el Premio al Maestro Moderno Leonard Maltin.
Durante la ceremonia, mientras recordaba momentos clave de su trayectoria, alguien le preguntó sobre los papeles que había rechazado. En un primer momento, pareció dudar. No quería hacer una lista ni entrar en demasiados detalles. Pero, tras un breve silencio, decidió compartir uno de esos proyectos que alguna vez estuvieron en su camino y que dejó pasar.
“Rechacé Matrix”, soltó. Se escucharon murmullos, gestos de sorpresa. No todos estaban preparados para escuchar que uno de los actores más importantes de Hollywood había estado a un paso de interpretar a Neo, el personaje que, con el tiempo, se volvería inseparable de Keanu Reeves.
No quería dejar lugar a confusiones ni rumores. Por eso, rápidamente agregó otro detalle: “No me ofrecieron dos o tres. Solo la primera. Quiero aclarar eso”. No era una cuestión de segundas oportunidades o de haber reconsiderado su decisión más adelante. Desde el principio, había sabido que no era el indicado para ese rol.
En la sala, algunos seguían asimilando la noticia. Pero Pitt continuó con su relato, explicando el motivo detrás de su elección. “Vengo de un lugar, tal vez por mi educación, en que me enseñaron que si no consigues algo, entonces no era para ti”, dijo.
Para él, los papeles no se trataban solo de oportunidades que se toman o se dejan, sino de caminos que, en muchos casos, ya están definidos. Si Matrix no había sido para él, era porque pertenecía a otro actor. “Realmente creo que el papel nunca fue mío, era para otro”, concluyó.
Y así fue. Con el tiempo, Matrix encontró a su protagonista en Keanu Reeves, quien terminó dando vida a Neo y construyendo una de las interpretaciones más recordadas del cine de ciencia ficción. La película se convirtió en un fenómeno cultural, una saga que redefinió el género y que, años después, seguiría siendo un referente.
Pitt, por su parte, nunca miró atrás. Había seguido su propio camino, construyendo una carrera que no dependía de una sola decisión. No se trataba de lamentar lo que pudo haber sido, sino de entender que, en Hollywood, como en la vida, cada elección lleva a un destino distinto.