El pequeño pueblo suizo de Brienz, de apenas 84 habitantes, fue testigo de un milagro cuando toneladas de rocas se desprendieron de una montaña cercana y se detuvieron apenas unos metros antes de esta localidad.
A las 21:00 horas de la noche del jueves y durante la madrugada del viernes, un millón y medio de toneladas de piedra cayeron por la montaña con gran fuerza y velocidad, destruyendo todo lo que encontraban a su paso.
Inmediatamente tras iniciarse el derrumbe, el Ejecutivo local aumentó el nivel de alerta -vigente desde hace un mes- como medida de precaución ya que en la oscuridad era difícil evaluar los hechos. También cerraron rutas y cancelaron el servicio de ferrocarril aunque el viernes durante el día se dio marcha atrás con estas medidas.
“La espera por la montaña fue larga pero ahora ha bajado como habíamos previsto y ha bajado mucho. No hay nada dañado en el pueblo y ningún habitante ha sufrido daños”, declaró Daniel Albertin, jefe del consejo local.
Afortunadamente, la masa “se detuvo justo antes” de la zona poblada de Brienz y quedó a “un pelo” de dañar la localidad, informó aliviado y reconoció que, de no haber sido así, habrían quedado borrados del mapa.
“No hay indicaciones de daños al pueblo”, insistió y mencionó que se oyó un fuerte estruendo en el momento del desprendimiento.
Stefan Schneider, director del sistema de alerta local, dijo que “ya no hay peligro de que un gran deslizamiento de tierra amenace Brienz”, negando la posibilidad de que los restantes 0,4 millones de metros cúbicos de roca no desprendidos arrasen con el lugar.
No obstante, el funcionario explicó que es demasiado pronto para que los habitantes vuelvan al pueblo y retomen sus actividades habituales ya que “tenemos que realizar más evaluaciones antes de poder darles la seguridad suficiente”. “Los habitantes de Brienz tendrán que ser un poco pacientes”, continuó.
“La seguridad del pueblo todavía no está garantizada. Tenemos que vigilar los movimientos de la masa rocosa desprendida en los próximos días”, respaldó el geólogo del cantón de Grisons, Andreas Huwiler.
El experto señaló que un fenómeno tan simple como una precipitación podría hacer que la masa se mueva aunque reconoció que el riesgo ha disminuido significativamente y que “hay muchas posibilidades” de que todos los habitantes puedan regresar a sus casas a la brevedad.
Los residentes de Briez habían sido desalojados del pueblo el pasado 9 de mayo, cuando se consideró por primera vez que la situación de la montaña representaba un peligro real.
Con el correr de los días y ante la quietud de las rocas, las autoridades permitieron que la gente regresara momentáneamente a su casa para buscar artículos de primera necesidad. Para una mejor organización, se habilitó el retorno de dos personas por inmueble, durante 90 minutos, y se descartó la posibilidad de que pasaran la noche.
“Este es uno de los mejores días desde la evacuación”, concluyó Albertin.
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