El oeste de Estados Unidos y el norte de México viven temporadas secas cada vez más largas desde que comenzó el siglo XXI y algunos climatólogos prevén que esa tendencia provocará a largo plazo una sequía extrema peor que cualquier otra que esté documentada, según refleja un estudio que publica la revista Science este 17 de abril.
Ese documento cataloga el fenómeno como «megasequía» y lo relaciona con la actividad humana no solo gracias a los registros meteorológicos modernos, sino al análisis de los anillos de crecimiento en árboles que tienen hasta 1.200 años.
La investigación cubrió un territorio que abarca nueve estados de EE.UU., desde Oregón y Montana hasta California y Nuevo México, y se extiende al norte de México. Park Williams, bioclimatólogo de la Universidad de Columbia y su autor principal, afirma que «estamos en la misma trayectoria que las peores sequías prehistóricas».
Su equipo cartografió decenas de sequías en esa zona a partir del año 800 y estimó que solo cuatro merecían el prefijo ‘mega’ por presentar una aridez extrema que duró décadas: la primera a finales del siglo IX y la última al terminar el XVI, de 1575 a 1603.
¿Años, décadas o siglos de aridez?
Al comparar esas ‘megasequías’ con los registros de humedad del suelo del 2000 al 2018, estos especialistas concluyeron que el desastre actual ya supera las tres primeras y está a poca distancia de la última y peor, ya que el cambio actual afecta a áreas más amplias de manera más consistente.
Las grandes sequías antiguas duraron más de 19 años menos la del siglo XII, que se prolongó durante casi 100. Hoy en día «podemos tener suerte» debido a que «la variabilidad natural traerá más precipitaciones por un tiempo pero, en el futuro, necesitaremos más y más», ironiza Williams quien, aunque admite que no es su predicción para este momento, contempla que esa región puede permanecer árida durante siglos.
Estos investigadores piensan que se trata de una huella del calentamiento global por culpa del ser humano ya que, a pesar de que las condiciones naturales parece que también influyeron en las precipitaciones de los últimos años, la contribución decisiva fue el aumento de las temperaturas. debido a que un aire más caliente extrae más humedad del suelo.
Entre los efectos más palpables figuran la reducción drástica de dos embalses en el río Colorado, bosques secos repletos de insectos que los devastan y el hecho de que los incendios forestales en California y los territorios estadounidenses contiguos afectan a áreas más grandes cada año.