Mientras en Europa y América la curva de contagio de coronavirus aumenta exponencialmente, en varios países asiáticos ha disminuido sin decretar cierre de fronteras o el confinamiento obligatorio. Tal es el caso de Japón, con 1693 casos de contagio; a diferencia de Italia, que tiene más de 92 mil en un periodo de tiempo menor, así como España, donde hay cerca de 80 mil.
“Al parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa”, sentencia el filósofo surcoreano Byung-Chul Han al inicio de su ensayo titulado La Emergencia Viral y el Mundo del Mañana, publicado en el diario El País. Un extenso análisis sobre las consecuencias que ha traído la propagación del COVID-19 a nivel político, económico y social en ambas partes del planeta.
Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada. Pero ni en Taiwán ni en Corea se ha decretado la prohibición de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los restaurantes.
Pero en Europa la situación es más preocupante, los casos de contagio siguen creciendo, y por lo tanto, el índice de mortalidad. En Italia fallecen a diario cientos de personas; tanto que ante la sobresaturación en los centros de salud y hospitales, han llegado a quitar los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes. “Europa está fracasando”, afirma el también profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, Alemania.
Además de calificar de “absurdo” la medida de prohibir el ingreso de extranjeros a Europa, considerando que actualmente nadie quiere ir al epicentro de la pandemia, el surcoreano menciona las ventajas que tiene Asia de Occidente al momento de lidiar con esta crisis sanitaria.
En Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Una de las principales razones es que los asiáticos son menos renuentes y más obedientes que los europeos, pues confían más en el Estado. De esta forma, las herramientas tecnológicas y su uso masivo por parte de los civiles, fueron la gran apuesta en oriente.
Para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia (…) Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos (…) Prácticamente no existe la protección de datos”, explica Byung-Chul Han.
Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha atrevido a implementar por motivos culturales. Por ejemplo, en China existen millones de cámaras con reconocimiento facial y se usaron miles de drones para controlar los movimientos durante el aislamiento social.
Toda la infraestructura para la vigilancia digital,a segura, ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles
Por su parte, en Corea del Sur desarrollaron la “Corona-app”, la cual envía notificaciones a sus usuarios cuando pasen por un recinto que tenga o haya tenido una persona contagiada. Todos los lugares están registrados en dicha aplicación.
“Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al asiático”, argumenta
El uso de mascarillas protectoras es otra gran diferencia entre Asia y Occidente. Años atrás, la fabricación de estos productos fue externalizada a China. Por ello, mientras en Europa no consiguen mascarillas, en Asia están intentando proveer a toda la población. Incluso, en China reequiparon fábricas para producir más, mientras que en Europa el personal de salud no tiene suficientes.
Pero no solo la producción masiva de mascarillas es la clave, sino también su uso consciente: en Corea casi todos portan mascarillas especiales con filtro (no las quirúrgicas), tanto médicos como el resto de la población. De hecho el experto en estudios sociales afirma que la mayor prioridad de Corea fue abastecer a todos de este producto
«En Asia los políticos eran valorados en función de la rapidez con la que suministraban mascarillas a toda la población. Se construyeron a toda prisa nuevas máquinas para su fabricación y, de momento, parece que el suministro funciona bien”, apunta.
Por el contrario, en Europa se ha difundido que no sirven de mucho y en paralelo los médicos deben viajar hasta Rusia para conseguir mascarillas normales, no las que tienen el filtro que se requiere para enfrentar el coronavirus.
Para el surcoreano, en Europa impera un individualismo que trae aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los únicos que van enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo imágenes de Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi obscena.
«A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la gripe española, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto? ¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus?”, cuestiona Byung-Chul Han.
Según plantea, es el acceso a tantas facilidades los que nos mantiene embelesados, con la sensación permanente de que podemos hacer lo que queramos. La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación.
Es ese mismo pánico el que hace vulnerable a los mercados financieros por los cambios extremos que sufre en tiempos de crisis. De hecho, dice que el verdadero pánico no es por el virus en sí, sino por el efecto que tendrá en la economía.
Finalmente, el intelectual prevé que el virus no vencerá al capitalismo salvaje, como piensan otros filósofos; por el contrario, piensa que aumentará. “China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta”.
Para Byung-Chul Han ningún virus, por más fuerte que sea, es capaz de hacer la revolución política-económica; pues lejos de generar un sentimiento colectivo, aísla e individualiza, al grado de que cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia.
No obstante, confía en que tras la pandemia venga una revolución humana: “Somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”.