El Gobierno de EE.UU. abandonó este viernes el tratado para la eliminación de misiles nucleares de medio y corto alcance (INF) que firmó con Rusia durante la Guerra Fría e invitó a China a formar parte de «una nueva era del control de armas» que incluya a otras naciones con potentes fuerzas militares.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció en un comunicado la retirada oficial de EE.UU. del tratado después de que, hace seis meses, denunciara el acuerdo ante la negativa de Moscú de destruir un misil de crucero que viola las condiciones del pacto, según la versión de Washington.
«Rusia es la única responsable de la muerte del tratado», manifestó Pompeo.
«Durante los últimos seis meses, -añadió- EE.UU. dio a Rusia una última oportunidad para que corrigiera sus incumplimientos. Pero, como ya ha hecho durante muchos años, Rusia decidió quedarse con los misiles que violan el acuerdo, en vez de volver a adherirse a las obligaciones de este tratado».
Poco antes, el viceministro ruso de Relaciones Exteriores Serguéi Riabkovindicó que su país propuso a Estados Unidos una moratoria en el despliegue de esas armas nucleares.
«Hemos propuesto a Estados Unidos y otros miembros de la OTAN considerar la posibilidad de anunciar una moratoria en el despliegue de armas de alcance intermedio», afirmó Riabkov en una entrevista con la agencia rusa TASS.
«Sería una moratoria comparable a aquella anunciada por Vladimir Putin afirmando que si Estados Unidos no despliega sus armas en ciertas regiones, Rusia también se abstendrá de hacerlo», dijo.
Según este diplomático, no hay que creer sin embargo en las declaraciones de la OTAN según las cuales la Alianza del Atlántico Norte no desplegará ese tipo de armamento.
En el centro del recrudecimiento de las tensiones entre Moscú y Washington se encuentra un misil de crucero que pesa 1.700 kilos y mide ocho metros de largo: el Novator 9M729 (SSC-8, según la clasificación de la OTAN) y que, de acuerdo a EE.UU., infringe el tratado al superar los 500 kilómetros de alcance.
No obstante, las tensiones vienen de lejos. Durante años, Washington y Moscú han estado acusándose de violar el tratado, firmado en 1987 y que prohíbe a los dos países fabricar, desplegar o realizar pruebas de misiles de corto alcance (500-1.000 kilómetros) y de medio alcance (1.000-5.500 kilómetros).
En el comunicado, Pompeo insistió en culpar a Moscú y aseguró que su Gobierno «sigue comprometido en lograr un control efectivo de armas que promueva la seguridad de EE.UU. aliados y socios».
El jefe de la diplomacia estadounidense fue más lejos y afirmó que el presidente de EEUU, Donald Trump, desea iniciar «un nuevo capítulo en busca de una nueva era del control de armas» que vaya más allá de los tratados bilaterales, como el suscrito con Moscú, y favorezca la participación de otras potencias, como Pekín.
«De ahora en adelante, EE.UU. urge a Rusia y China a que se unan a nosotros en esta oportunidad de ofrecer resultados reales de seguridad a nuestros países y al mundo entero», subrayó Pompeo.
En octubre de 2018, Trump anunció su intención de retirarse del tratado y, desde ese mismo momento, ha dado señales de que China fue un factor importante en esa decisión.
Pekín no forma parte de ningún tratado de desarme y, actualmente, posee la «fuerza de misiles más grande y diversa del mundo, con un inventario de más de 2.000 misiles balísticos y de crucero», detalló en abril de 2017 ante el Senado el que fuera jefe del Comando del Pacífico de las Fuerzas Armadas de EE.UU., Harry Harris.
Actualmente, Washington no tiene la capacidad para contrarrestar la fuerza de los misiles balísticos chinos.
De hecho, «tardaría años en tener una capacidad efectiva de despliegue», ya que durante 32 años ha cumplido con el acuerdo suscrito con Rusia, garantizó un funcionario estadounidense que habló con la prensa bajo condición de anonimato.
La idea de un tratado de desarme a tres bandas que incluya a Washington, Moscú y Pekin ha sido vista con buenos ojos por algunos países europeos, como Alemania.
Pero, ya en febrero pasado, el consejero de Estado chino, Yang Jiechi,arquitecto de la política exterior del gigante asiático, descartó esa posibilidad y negó que Pekín vaya a frenar sus deseos de modernizar sus fuerzas armadas con numerosos avances tecnológicos, desde misiles de crucero de alta velocidad a inteligencia artificial.
Entretanto, grupos que abogan por el desarme, como la Asociación por el Control de Armas, creen que Trump está usando a Pekín como chivo expiatorio para justificar también su salida del Nuevo START, suscrito por Moscú y Washington en 2010 para limitar sus arsenales nucleares y que expira en 2021.
En términos generales, Frank Rose, el que fuera jefe del buró de desarme del Departamento de Estado entre 2014 y 2017, considera que el tratado INF se había quedado obsoleto.
«El problema fundamental es que el marco existente no ha sido capaz de responder de manera efectiva a los cambios en materia de seguridad en Europa y Asia, especialmente, ante el surgimiento de nuevos actores como China y la evolución de la tecnología, como misiles balísticos avanzados», explicó Rose a Efe.
Muerto el INF, el Gobierno de Trump ya se prepara para poner al día sus capacidades militares: el Pentágono ha pedido al Congreso que apruebe para 2020 un presupuesto de 10 millones de dólares destinado a desarrollar los misiles hasta ahora prohibidos por el tratado.