Como ante el colista, Karim Benzema volvió a enmendar un mal partido del Real Madrid, despedido con una bronca sonora del Bernabéu en el descanso. Resolvió la papeleta el francés además con dos cabezazos rotundos, de esos que definen a un ariete clásico. Lo que no es. Ha sido el clavo ardiendo en la era Zidane, con cinco dianas en los últimos tres partidos. Eso sí, para no provocar unanimidad, acabó el partido fallando un gol tremendo, sin portero. Severo castigo para el Eibar, mucho mejor en el primer tiempo que un Madrid desenchufado.
La estadística en fútbol no suele servir para mucho. Con un solo disparo se pueden conquistar tres puntos. El problema es cuando eres el Real Madrid, juegas en el Bernabéu y no tiras en todo un primer tiempo a portería. Si al balance le añades una sola falta el retrato es el de un equipo inoperante y apático.
Conste que hace bien Zidane defendiendo a los jugadores. Son los mismos que le encumbraron, con tres Champions y una Liga en dos años y medio. Pero queda aún una larga travesía por el desierto. Mueve la alineación, retoca aquí y allá, y el asunto no mejora demasiado.Muchos pensaron que el francés no cogería al equipo en esta tesitura. Ese primer acto frente al Eibar empeoró lo apuntado ante Celta, Huesca y Valencia. Cuesta abajo y sin frenos.
No sirvió la falta de objetivos como explicación. Con la permanencia virtualmente asegurada, el Eibar tampoco tenía grandes metas que alcanzar, más allá de ganar el segundo partido de la temporada al Madrid. Pues bastó imponer el oficio, la colocación y aprovechar la cascada de errores locales para ponerse en ventaja. Varane se llevó la palma por ocupar una posición sensible y cometer fallos groseros en la salida, pero estuvieron mal en bloque. Como un equipo solidario. Todos superados por sus pares. La jugada del 0-1 subrayó el buen hacer armero, con Cote, Cucurella, Escalante filtrando un pase exquisito y Cardona picando sobre Keylor. Un golazo colectivo para desatar la bronca en medio Bernabéu. El otro medio estaba vacío.
Con poco que hicieran los blancos mejorarían ese primer tiempo infame. Es de suponer también que en la caseta alguien daría alguna voz. Que somos el Madrid, hijos. Que no podemos dar esta imagen de apatía. O así. Y aunque el rendimiento defensivo no pasaba de decepcionante, con Varane perdiendo hasta los cuerpeos con Sergi Enrich, en ataque despertó Benezema. Siempre se criticó al francés por su poco espíritu, y cabría preguntarse qué habría sido de este Madrid su orgullo. Persiguió primero un balón perdido para provocar el error de Dmitrovic que acabó en gol, anulado por fuera de juego. Posición muy justa, analizada por el árbitro de VAR. Álvarez Izquierdo. Offside, claro.
En la siguiente no falló. Zidane había mandado a Asensio a la derecha, mejorando notablemente, y desde allí sirvió un centro de caramelo. Con la mala, además. El balón, pasado, encontró al 9 que ofició como tal. Marcó los tiempos, cabeceó picado y anotó el empate. La baja de Ramis, roto en una carrera, restó eficacia a la defensa de Mendilibar, que ante la ausencia de un central tuvo que meter a Orellana y retrasar a Sergio Álvarez. El chileno se desentendió y por ahí se descosieron los armeros.
El Eibar se desplomó en la última media hora, roto por la medular. Apenas pisó área contraria. En cambio, las sustituciones mejoraron al Madrid. Por Modric, muy desacertado, y Bale, reincidente, entraron Lucas, revulsivo, y Kroos. En las botas del alemán nació el segundo, con esa calidad en el golpeo que nadie le niega. Cabeceó de nuevo Benzema a la red, inapelable. Eso sí, todo ese acierto con la cabeza se desvaneció con los pies. Malgastó un mano a mano, salvado por Dmitrovic, y un balón sin portero, regalado por Lucas, para cerrar la función tirando al palo, en un remate parecido al del Huesca. Tampoco mereció el Madrid acabar goleando. Su segundo tiempo fue honrado. El primero, ruinoso. Para meditar sobre el futuro.