Los “chalecos amarillos” franceses, que protestan desde hace más de tres meses contra la política social y fiscal del presidente Emmanuel Macron, retomaron las calles por 15º sábado consecutivo con la esperanza de frenar el declive de su movilización.
“No estamos cansados”, “el movimiento no se apaga, y pienso que puede durar” más, asegura Jeremy Desbois, un obrero de 22 años que participó en la manifestación parisina que partió de la avenida de los Campos Elíseos.
De acuerdo con el ministerio de Interior, unos 46 mil 600 manifestantes salieron a las calles en todo el país, y en París la multitud fue estimada en 5 mil 800 personas (contra 41 mil y 5 mil respectivamente en los dos últimos fines de semana).
Representantes de los “chalecos amarillos”, sin embargo, cuestionan esos números, alegando que en realidad los asistentes fueron muchos más.
En su primera manifestación, el 17 de noviembre, 282 mil chalecos amarillos lanzaron en todo el país este atípico movimiento de protesta, apolítico y al margen de los sindicatos, oponiéndose originalmente a la subida de los carburantes y exigiendo un mayor poder adquisitivo.
Discusión sobre el “aliento”
El movimiento, en sus inicios apoyado por una mayoría de franceses, constituyó la peor crisis que tuvo que afrontar Macron desde su elección en mayo de 2017.
Pero el sábado pasado, 16 de febrero, fueron solamente 41 mil manifestantes en todo el país, según datos oficiales que los “chalecos amarillos” cuestionan.
El movimiento se quedó “sin aliento”, concluyó el sábado el periódico Le Parisien publicando la foto de un manifestante, solo, en una rotonda.
“A los que piensan que la manifestación se está quedando sin aliento, les dijo: ‘observen’, ‘abran los ojos’”, dijo Céline, de 46 y habitante de Toulouse, en declaraciones a AFP.
En más de tres meses de protesta, las autoridades lograron tomar medidas, haciendo concesiones para el poder adquisitivo y lanzando un “gran debate nacional” para permitir a los que no están contentos con las políticas del gobierno expresar su descontento. Aunque de momento no se sepa cómo se tomarán en cuenta sus quejas. Los “chalecos amarillos” creen simplemente que no serán escuchados.
“Hay quizás menos gente en la calle pero seguirán saliendo si nada cambia cuando termine el debate”, advirtió Lucia Ferrera, una “chaleco amarillo” enfermera de 33 años.