Un portavoz del Gobierno alemán ha anunciado que las pruebas médicas muestran que un agente nervioso del grupo Novichok fue utilizado para envenenar al opositor ruso Alexéi Navalny.
La presencia de rastros del veneno en el organismo del político ruso fue comprobada tras tests realizados en el laboratorio especial de la Bundeswehr (las fuerzas armadas de Alemania).
La Cancillería alemana ha señalado que citará al embajador de Rusia en Alemania para discutir la situación de Navalny. Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha afirmado que Berlín no informó a Moscú sobre sus conclusiones sobre el supuesto «envenenamiento» de Navalny por «Novichok» y Rusia no dispone de tales datos.
¿Qué sucedió?
A finales de agosto, el opositor ruso fue hospitalizado en estado grave en la ciudad rusa de Omsk tras sentirse mal durante un vuelo a Moscú y posteriormente trasladado a Alemania. Actualmente, Navalny se encuentra internado en el hospital Charité de Berlín. Su estado de salud sigue siendo grave y el político permanece en coma inducido.
Después de ese incidente, aparecieron muchas teorías y explicaciones de qué podría haberle sucedido al activista y político opositor.
Según el diagnóstico incial de Charité, Navalny sufrióuna intoxicación con una sustancia del grupo de los inhibidores de la colinesterasa. Sin embargo, los médicos del hospital de emergencias de Omsk indicaron que, cuando fue ingresado, el opositor no presentaba un cuadro clínico específico de ese grupo de sustancias.
El 27 de agosto, el Ministerio del Interior de Rusia para el Distrito Federal de Siberia afirmó que los funcionarios encargados del caso no habían encontrado sustancias potentes o narcóticas durante las inspecciones.
Tras una reunión entre el canciller ruso, Serguéi Lavrov, y el subsecretario de Estado de EE.UU., Stephen Biegun, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso aseguró que el liderazgo de Rusia «claramente» no se beneficiaría si Navalny hubiera sido envenenado. Además, desde el Ministerio señalaron que hicieron notar a Biegun «la prisa sospechosa» con la que Washington y Bruselas aceptaron la versión sobre el envenenamiento intencional de Navalny.