Nadie da por cerrado el conflicto entre el entrenador del PSG, Luis Enrique, y su capitán, Kylian Mbappé, pero ambas partes parecen haber alcanzado una tregua frente a la decisiva cita de octavos de final de la Liga de Campeones del próximo martes en San Sebastián contra la Real Sociedad.
El rifirrafe del pasado viernes en Mónaco, cuando el entrenador cambió al jugador durante el descanso sin darle explicaciones y este, en lugar de seguir el partido en el banquillo acudió al palco junto a su madre, dejó claro que hay tensión en el ambiente.
Pero tanto el máximo goleador histórico del club como el actual entrenador tienen motivos suficientes como para tratar de sacar el máximo partido a esta situación.
Fue Mbappé quien este sábado antes del entrenamiento en la ciudad deportiva de Poissy tocó a la puerta del despacho del técnico para pedirle explicaciones.
Dos semanas después de que se aireara que ha comunicado a los dirigentes su intención de no seguir, el subcampeón del mundo no quiere que sus últimos meses en su ciudad natal sean un calvario y pretende dejar el mejor legado posible en forma de títulos.
Por eso pidió a Luis Enrique explicaciones sobre su cambio de actitud. El pasado 13 de febrero, en vísperas del partido de ida contra la Real Sociedad, el técnico español aseguraba: «Cuando un equipo tiene un jugador de la categoría de Kylian, lo único que podemos entender es que cuanto más juegue mejor, para beneficio del equipo».
Desde entonces las cosas han cambiado en la cabeza del técnico, que asegura que ahora que sabe que no contará con su estrella para el año próximo, tiene que empezar a preparar el futuro.
Mbappé no fue titular en Nantes en el primer duelo desde que se rumoró que no seguirá, dejó el campo a la hora de partido contra el Rennes en el siguiente, y no salió del vestuario tras el descanso contra el Mónaco.
En total, para un jugador imprescindible el balance es bajo, ya que solo ha disputado el 50 % de los minutos posibles.
En el despacho de Luis Enrique, Mbappé no encontró una explicación muy diferente a la que el técnico viene dando a la prensa: el equipo se prepara para jugar sin él.
Del encuentro, el delantero salió con buenas palabras pero sin ninguna garantía. Luis Enrique no le prometió más minutos ni más indulgencia. Le dijo, eso sí, que estaría en los duelos claves, empezando por el choque de Anoeta del próximo martes.
El técnico español aprovechó, además, para reprochar al jugador que estas últimas semanas le ve menos implicado en la vida del club y que eso se traduce en un menor rendimiento en el campo.
Luis Enrique cuenta así con sacar un doble beneficio de esta tensión. Por un lado, espolear al futbolista para que salga con más hambre aun al terreno de juego y, por otro, implantar de forma definitiva su credo de que el colectivo tiene que estar por encima de toda individualidad.
Durante los seis meses que durará la despedida de Mbappé de París, el técnico español cuenta con sacar el máximo partido de uno de los mejores futbolistas del mundo sin tener atadas las manos para usarlo como considere más oportuno.
La reputación del entrenador español le precede y en París comienzan ya a recordar que su relación con las grandes estrellas no siempre ha sido un camino de rosas.
Franceso Totti lo comprobó en la temporada 2011-2012 cuando el técnico no dudó en dejarle en el banquillo pese a su estatus de gran ídolo de la grada.
Dos años más tarde, su llegada al Barcelona estuvo marcada en los primeros meses por un choque con Lionel Messi que acabó con el argentino en el banquillo durante un partido, precisamente en San Sebastián.
Aquel duelo, que los donostiarras ganaron, puso contra las cuerdas al técnico, pero para muchos fue el pivote sobre el que el Barça de Luis Enrique conquistó aquella temporada el triplete.
En su paso por la selección española tampoco faltó el roce con la estrella, el defensa Sergio Ramos, al que dejó fuera del barco para el Mundial de Qatar.