Talleres de Córdoba homenajea al Congreso del Español en un acto contra la agresividad en el deporte con el idioma como medio de entendimiento.
Cuando el equipo Talleres de Córdoba fue fundado en una biblioteca de la ciudad argentina en 1913, no sospecharon que 106 años después iba a protagonizar en parte la clausura de un Congreso Internacional de la Lengua. Entre sus socios fundadores estaba el poeta Juan Filloy y uno de sus más entregados hinchas fue otro del gremio, Daniel Salzano. Un verso de este último vino a ser citado por Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, en la apertura del Congreso del Español el pasado miércoles 27: “Los poetas no se rinden”. Y con esas palabras fue homenajeada el sábado la reunión que ha celebrado la ciudad, volcada al idioma.
El Talleres es pues un club de poetas. Como tal, acogió a uno de los suyos. García Montero, pieza clave en el éxito del Congreso, quiso extender el contagio por la fuerza del español al estadio Mario Alberto Kempes, donde Talleres se enfrentó a River Plate y fue derrotado por 0-2.
El resultado local no acompañó, pero las circunstancias, sí. En varios campos de fútbol argentinos se celebran reuniones bajo el título Celebración por la Cultura del Encuentro. La violencia y el culto al odio al contrario han llevado a las autoridades a atajarlo de distintas maneras. Para empezar, ya representaba una rareza que se permitiera el acceso a la afición visitante. Una norma de 2013 que va contando con excepciones.
El estadio sede de Talleres cuenta con fuertes medidas de seguridad. En 2017 un aficionado fue arrojado tribuna abajo y muriera del impacto. Es algo que hoy lamenta Medardo Ligorría, director de deportes de la provincia de Córdoba. “Fue triste, muy triste”, comenta antes de que comience el acto de Cultura del Encuentro.
García Montero lo sigue en primera fila. Observa como poco a poco se llena la sala de niños equipados con el uniforme de Talleres. Cuatro jugadores del equipo los acompañan y los animan a cantar antes de saltar al campo. Son Nahiel Tanaglia, Junior Arias, Facundo Medina y Javier Gandolfi. Del visitante no acuden más que directivos a los que Andres Fassi, presidente del Talleres, no deja de abrazar. Acuden también viejas glorias del club, junto al padre Juan Soteras. En otras ocasiones, el sacerdote comparte ceremonia con el rabino Polakoff, pero estos días se encuentra de visita en Jerusalén el católico lo excusa.
El cura dirige la ceremonia y alienta a los presentes con palabras de paz. “Ser rivales no implica convertirse en enemigos. Lo diverso enriquece lo común. Quien es diferente no representa peligro. Hay que confiar en la posibilidad de convivencia”. Lo ha escuchado otro seguidor acérrimo de Talleres, Gustavo Santos, el secretario de Turismo del Gobierno de Mauricio Macri, hombre clave en la apuesta por el Congreso del Español en Córdoba. En el transcurso del mismo, Santos ha tenido la posibilidad de disfrutar de su ídolo, Joaquín Sabina.
Al secretario estatal le gustó la alusión de García Montero a Daniel Salzano. Como un grito de ánimo, la megafonía y las pantallas reproducían sus palabras por el estadio: “Los poetas no se rinden jamás”. Una y otra vez. El director del Cervantes, a pie de cancha y agasajado por regalos del club a los que él correspondía con libros, volvió a recordarlo. El ministro Santos resumió su sentido de la integración en una frase: “Salzano decía que ser de Talleres representaba para él saber que no estaba solo”.
Se apagaron las luces y prendieron fuegos artificiales. Christian, un socio perpetuo, avisa de que no es excepción: “Cuando Talleres salta a la cancha, siempre se lanzan fuegos”. Las aficiones rugían pero tuvieron que callar. O al menos intentarlo. En el centro del campo, un soldado sopló su corneta para homenajear a los caídos en las Malvinas en la guerra contra el Reino Unido. Cada año, desde 1982, se les recuerda en abril. Demasiadas emociones cruzadas entorno a un campo de fútbol y un balón. País complicado, esta Argentina que lucha, pierde y no se rinde.