Su piel conserva la lozanía de batallas aún incruentas, apenas insinuantes. Los ojos del boxeador son el parámetro de su frescura: cuando se advierten vivaces, dinámicos dentro su órbita y con capacidad de sorprenderse, el hombre está en acto, en su presente, en su renovado desafío de superación.
Jaime Aarón Munguía nos sorprendió hace una semana cuando en el Toyota Center de Houston, Texas, ofreció una verdadera exhibición de boxeo académico, preciso, pulcro y estético.
Le ganó por decisión unánime al cabo de 12 asaltos al japonés Takeshi ‘Hombre de Acero’ Inoue, reteniendo por tercera vez la corona de los super welter reconocida por la Organización Mundial del Boxeo (OMB).
Tal resultado carece de importancia pues responde a cierta lógica; en cambio la actuación del mexicano fue tan deslumbrante en la exposición de sus virtudes técnicas que nos impone –con declarado entusiasmo- afirmar que estamos en presencia del mejor prospecto del boxeo mundial.
Munguía nació en Tijuana hace 22 años y debutó como boxeador profesional el 13 de Julio de 2013. Es invicto tras 32 combates realizados, de los cuales ganó 26 por nocaut y seis por puntos.
Su padre fue boxeador en la categoría de los medio pesado y aunque no alcanzó a brillar nos ofrece una información primordial: Jaime tiene genética. Y éste hecho natural sólo será virtuoso y determinante si su vida transcurriera en un ámbito que propiciase la epigenética que no es otra cosa que el desarrollo de los demás factores ambientales en armonía: alimentación, descanso, distensión muscular y una condición física sostenida aún en tiempos de receso competitivo.
Hasta aquí, la vida de Munguía es absolutamente normal, con apego a la familia y sin las extrañas y nocivas injerencias que suelen acompañar al campeón.
Sobre el cuadrilátero su faena fue de fina realización. Atacó con la vista frontal en su adversario pero con el torso en tenue vaivén dejando que los pies en perfecto ángulo y los puños en alto le marquen la dinámica inercial del avance. Logró con facilidad ingresar en la media distancia; una vez allí la proyección de sus golpes ascendentes fueron de alta precisión tanto en la partida cuanto en la llegada.
Le hemos visto lanzar un hook –un difícil golpe ascendente de corto recorrido- sólo ubicable por debajo del codo que cubre la zona hepática o intercostal. Sin embargo el tijuanense Munguía, tal como lo hacían Muhammad Alí o Sugar Ray Leonard, le encontró destino cierto y suma eficiencia en repetidas circunstancias del combate.
Su físico es prodigioso: mide 1,83 metros, y pesa -por ahora- menos de 70 kilos, exactamente el equivalente a 147 libras que significan 69,853 kilogramos. Pero ese peso es la consecuencia de un trabajo natural de gimnasio; no hay músculos marcados, impresionantes o prominentes fruto de esteroides o anabólicos. Tal vez esta impresión explique sus movimientos naturalmente veloces ya sea en la traslación o en la partida de sus puños siempre acompañados por el giro del torso, el pie izquierdo en punta levemente adelantado, el derecho totalmente apoyado en la lona y casi perpendicular como lo hacía en ataque Julio Cesar Chávez, el mejor boxeador latinoamericano de la historia.
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Es probable que ésta sólida promesa del boxeo suba de categoría y se estabilice en la de los peso mediano cuyo límite es de 72,562 kilogramos. La división en la que reina su compatriota Saúl ‘Canelo’ Alvarez , tras el controversial triunfo ante el uzbeco Gennady Golovkin. Es la categoría de mayor prosapia en la historia, la de los Sugar ‘Ray’ Robinson, Carlos Monzón, Marvin Hagler y a la que accedieron tras un proceso de crecimiento Sugar ‘Ray’ Leonard, ‘Mano de Piedra’ Durán, Tommy Hearns, Floyd Mayweather y hasta Manny Pacquiao…
Sería una pena acelerar su proceso. Ya se produjo una circunstancia que le evitó correr riesgos prematuros. Fue el 5 de mayo del año pasado en que se requería un rival urgente para Gennady Golovkin cuando ‘Canelo’ pidió la postergación de esa revancha por un controversial doping positivo. La empresa Zanfer –que maneja a Munguía y que en años anteriores representó durante un tiempo inicial a Óscar De La Hoya e incluso una parte de la carrera de Julio Cesar Chávez (padre) y Julio Cesar Chavez Jr– lo aceptó. Afortunadamente la Comisión de Boxeo de Nevada se opuso y así Munguia halló un camino más beneficioso, cómodo y consagratorio. GGG peleó contra el armenio Varis Martirosyan a quien noqueó en dos rounds y al mexicano de Baja California lo compensaron ofreciéndole un combate titular por la corona de los super welter contra Saddam Alí amplio favorito para la cátedra y en las apuestas. Fue aquel 18 de mayo de 2018 el día que Munguía ganó su corona por nocaut en el 4° asalto en Las Vegas.
Su maestro es Roberto Alcázar, el mismo que inició a Óscar De La Hoya. Y Munguía muestra algo de la misma construcción académica. Este tipo de simbiosis entre profesor y discípulo bilateraliza los conocimientos. Finalmente ambos terminan aprendiendo algo del otro si son lo suficientemente inteligentes como para admitirlo. Tal vez De La Hoya haya dejado una impronta que Alcázar terminó trasmitiéndole a Munguía.
Esa presencia con matices de «acting» es fundamental cuando la misma se sustenta en el golpe imprescindible de todo buen boxeador: el jab de izquierda. Se trata de un golpe recto multifuncional: marca la distancia, lastima si es poderoso con los nudillos bien direccionados hacia el blanco, intimida obligando al rival a evitarlo antes que pensar en su propia acción, genera el acceso a la distancia media o corta para las descargas posteriores y permite en todos los casos repetirlo ante el retroceso del adversario.
Munguía maneja ese golpe de manera ortodoxa con velocidad y potencia. Y es a través de ésta virtud que penetra en la media distancia desde donde su gancho zurdo a la región abdominal provoca deterioro respiratorio en el rival.
Desde febrero del año pasado hasta hoy ha realizado seis combates a razón de una pelea cada 60 días. De esas seis, ganó cuatro por KO antes de la finalización de la cuarta vuelta y dos por decisión unánime, incluyendo la obtención del Campeonato del Mundo ante Saddam Alí. Este promedio de actuaciones no se menciona casualmente: un peleador que sube al ring cada 60 días para pelear es porque aún tiene «hambre».
Es por esta razón que le lloverán ofertas a Munguía.
si muya certado pero aun le falta , dejó ver sus fallas ante un japones sucio y marrullero dejando ver tambien que cuando le quiso pegar el japone slo logró, el falló de los jueces nuevamente dio que hablar, no gano amplaimente pese a lo otorgdo por los jueces , mas bien denoto que aun no esta listo para enfrenta a un (aunque sobrevalorado ya yudado por los jueces)Canelo y muchio menos a la estirpe europea GGG , Munguia si sus heroes son JC Chavez jr y De l hOYA D EBERÁ SERMAS DSIICPLINADO Y de vez en cuando enfrenatr… Leer más »