A Kylian Mbappé le hicieron multimillonario con un contrato fuera del alcance de cualquiera, pero no le prometieron ser director deportivo del PSG. Sí que le dijeron que iba a llegar una persona de su total confianza como Luis Campos. Leonardo Araújo fue el primero en caer. De hecho, ni estuvo el día en el que renovó contrato. El francés buscaba crear un clima y, sobre todo, un vestuario a su gusto en el que su luz brillara por encima del resto. Para ello muchos de los jugadores que figuraban en la plantilla tenían que salir, pero sobre todo uno, que no era otro que Neymar Junior.
Luis Campos empezó a maniobrar para hacerlo todo del gusto del delantero, pero desde Qatar emergió la figura de Antero Henrique, responsable de la Federación de Qatar, pero que siempre ha estado en la sombra de todos los movimientos del PSG, pese a desvincularse oficialmente del club parisino. Campos no se sentía cómodo y Mbappé tampoco con el escenario, muy diferente al prometido. Es más el conocido como arquitecto del fútbol, así le gusta que le llamen, era y es incompatible con Henrique.
El día de la presentación de la renovación de Mbappé, algunos, empezando por Messi y Neymar, no salieron de su asombro de todo lo que pasó y la charla de Al Khelaifi en el vestuario. Era el día de Di María y de repente pasó a un segundo plano. Todo para Mbappé al que el presidente proclamó mejor del mundo, delante de todos para asombro de muchos de los que estaban en el vestuario del Parque de los Príncipes. No tocaba. Al menos ese día.
Neymar recibió la propuesta en junio de dejar el club. Le dieron todo tipo de facilidades, pero el brasileño rechazó todas las propuestas, regresando a París más motivado que nunca y con ganas de demostrar cual era su sitio y lo mucho que todavía podía aportar al equipo.
Sabía que su vuelta iba a ser aplaudida por un Messi, que tras su primer año anestesiado y sin motivación, quería llegar a la Copa del Mundo con garantía de éxito y ello pasaba por recuperar su mejor versión en el PSG como paso previo. El argentino empezó a tomar partido de todo lo que pasaba en el vestuario, en el club y en el terreno de juego y los que le conocen en momentos así, muestra carácter y dejan claro lo que quiere y lo que no. Y a su lado, siempre, su amigo Neymar.
Luego fueron llegando los problemas con la selección, los gestos en el césped, los penaltis, los mensajes y los enfrentamientos directos como hace unos días tuvo con Neymar y que este periódico informó días atrás.
En este nuevo cara a cara, la situación se tensó en demasía, tanto que algunos compañeros, incluido Sergio Ramos, intentaron poner paz y tuvo que ser Messi el que recordara a todos que eso era un choque de gallos en el que nadie debía ni podía participar, dejando claro que era o uno u otro. No hay más recorrido. Por cierto, Ramos ya se acercó mucho al francés al final de la pasada temporada y ahora más todavía. La relación que tiene con los otros líderes (Messi y Neymar) es aceptable, de compañeros.
Mientras, en el PSG no entendían nada de lo que estaba pasando con las declaraciones de Mbappé cuestionando todo o casi todo de lo que pasaba sobre el césped y la manera de jugar. En Doha creen que han hecho mucho por él, pero también son conscientes que estaban en sus manos ante una renovación tan corta y que dejaba lugar a las dudas y a la constante especulación. El dinero llegó, pero el poder y el liderazgo no.
Mbappé sabe que por el momento la batalla de sentirse y ser el líder la ha perdido. El Real Madrid asiste de espectador y sin ánimo alguno en participar en el nuevo festival montado por el francés y su entorno, en un nuevo y claro ejemplo de mal asesoramiento. Lo tuvo en su mano y lo rechazó por el dinero y las promesas incumplidas. La realidad dice que se ha encontrado un muro insalvable que es el mismo fútbol. Ni más ni menos. Ni el vestuario ni el club que él quería es el que tiene en su día a día.
Tomado de Marca