Un grupo internacional de astrónomos encontró evidencia que sugiere la existencia de un océano subterráneo en Ariel, una de las 28 lunas que tiene Urano, después de detectar una cantidad significativa de hielo de dióxido de carbono (CO2) en su superficie, especialmente en su «hemisferio posterior», informó este jueves la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.).
De acuerdo con la NASA, la superficie de Ariel parece indicar que es la más joven entre todas las lunas de Urano, puesto que tiene pocos cráteres de gran tamaño, aunque muchos de menor tamaño. También se piensa que este cuerpo celeste ha tenido actividad geológica reciente, ya que su suelo está cubierto de cañones similares a cortes, surcos entrecruzados y manchas lisas.
Los científicos están asombrados por la presencia de CO2 en las zonas más frías de Urano, puesto que esta molécula se convierte directamente en gas y se pierde en el espacio, y al hecho de que ese planeta está 20 veces más alejado del Sol que la Tierra.
Anteriormente se había propuesto una teoría para explicar el mecanismo involucrado en la presencia de CO2 en la superficie de Ariel. Según sus autores, las interacciones entre la superficie de esa luna y las partículas cargadas de la magnetosfera de Urano crean CO2 a través de la radiólisis, un proceso que consiste en la descomposición de moléculas del suelo por la radiación ionizante.
Una teoría alternativa
En un reciente estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, se sugirió en cambio que tanto el CO2 como otras moléculas estaban siendo expulsadas desde el interior de Ariel, probablemente desde un océano oculto bajo su superficie. Los investigadores llegaron a esa conclusión luego de comparar los espectros químicos registrados por los instrumentos del telescopio James Webb con los de mezclas químicas obtenidas mediante simulaciones de laboratorio.
Los resultados de estas comparaciones revelaron que Ariel tiene algunos de los depósitos de CO2 más ricos en el sistema solar, que suman unos 10 milímetros de grosor en todo el hemisferio posterior. Además, se identificaron también signos de monóxido de carbono (CO), compuesto que, según los especialistas, no debería existir dada la temperatura superficial promedio de aquella luna.
El investigador Richard Cartwright explicó que es probable que la radiólisis sea responsable de al menos algunos de los depósitos de ambas moléculas, aunque apuntó que la reposición desde un océano subterráneo sería el principal contribuyente.
Esta hipótesis halló sustento en el descubrimiento de señales de minerales carbonatados, que son sales que solo se pueden forman a través de la interacción entre rocas y agua. Cartwright consideró que una misión a Urano podría ayudar a comprender mejor el origen del CO y CO2 en Ariel, ya que la sonda espacial Voyager 2 solo fotografió cerca del 35 % de su superficie.