El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al igual que cualquiera, tiene malas costumbres y se ha dado a conocer una de ellas. Empleados de la Casa Blanca han contado que se ven obligados a restaurar con cinta adhesiva la documentación oficial que el mandatario estadounidense suele romper en pequeños trozos. Y es que esos documentos deben ser preservados en el archivo de la Administración, informa el medio político.
Así, uno de los analistas de gestión de registros, contó que no había visto algo similar en ninguna Administración anterior en 30 años de experiencia laboral. Asimismo, comentó que con sus colegas examinaban grandes pilas de papel triturado y las volvían a juntar «como un rompecabezas», ya que a veces se rompían en pedazos tan pequeños que parecían confeti.
No es como los Obama
Según requisitos legales, los registros de la Casa Blanca tienen que ser archivados, por eso los empleados no tienen otra opción que enfrentarse a este proceso meticuloso de unir los trozos. Algunas personas describen este persistente hábito de Donald Trump como su «sistema de archivo» no oficial.
Los empleados explicaron que ese tipo de actitud del presidente contrasta fuertemente con la forma en la que se llevó a cabo la gestión de registros bajo la Administración de Obama. El expresidente, en cambio, tenía una actitud mucho más conservadora en cuanto a la documentación.
Asimismo, los funcionarios lamentan que con un sueldo de más de 60.000 dólares al año, tienen que enfrentarse a tareas como estas en vez de hacer cosas mucho más importantes.
Realmente eso NO es un hábito, puede decirse que es un delito, es decir: destruir total o parcialmente documentos oficiales del gobierno y, además, es utilización antiética de los recursos del Estado, un gasto inapropiado y una afectación directa en el personal que debe dedicar tiempo valioso para reparar los destrosos de este señor en lugar de dedicarse a asuntos relevantes que su cargo les demanda. Dios santo, llamen a las cosas por su nombre.