Saturno tiene su eje inclinado con un ángulo de 26,7 ° entre su ecuador y su plano orbital. Se suele pensar que esta inclinación fue producto de la migración planetaria en el sistema solar temprano, hace al menos 4.000 millones de años, pero ahora un nuevo estudio enfocado en Titán, la mayor luna saturniana, ha concluido que la razón es otra.
La nueva explicación, propuesta por los astrofísicos del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia y de las universidades de Sorbona (Francia) y de Pisa (Italia) apunta a una resonancia del planeta con sus lunas ocurrida hace aproximadamente 1.000 millones de años, cuando el resto de planetas probablemente ya tenían sus ejes orientados casi como hoy en día. Sin embargo, Saturno no se volvió oblicuo de una vez para siempre, sino que vivió una evolución continua de su posición en el espacio.
Un comunicado emitido esta semana expone estos nuevos cálculos y compara la relación entre las lunas saturnianas y el propio planeta con una lucha de un David (colectivo) contra Goliat. Puestas juntas, las lunas son responsables de balancear al planeta gigante, según los investigadores, que señalan al aporte de Titán como el más importante.
De acuerdo a los científicos, durante más de 3.000 millones de años después de su formación, Saturno mantuvo un eje de rotación poco inclinado. Luego, la lenta migración de sus satélites coincidió en cierto momento con otro factor —Saturno interactúa con el curso del planeta Neptuno— y comenzó un fenómeno de resonancia que continúa hasta hoy y que provoca la inclinación del segundo planeta más grande de nuestro sistema solar.
Este mismo equipo de investigación había llegado a conclusiones similares sobre Júpiter, que pudo haber experimentado un cambio parecido debido a la migración de sus cuatro satélites principales y a una resonancia con la órbita de Urano. En los próximos 5.000 millones de años la inclinación del eje de Júpiter todavía podía pasar desde los actuales 3 ° a más de 30 °, según los cálculos de los científicos.