“El perro se comió la tarea” o “yo no tomé el juguete”, son mentiras comunes en la niñez. Es que, en los chicos, la mentira indica algo muy importante: desarrollo cognitivo, siendo que esta “estrategia” alcanza su punto cúlmine en la adolescencia. Ahora, cuando los mentirosos son adultos, es harina de otro costal. Incluso, es frecuente pensar en algunas profesiones como dignas de personas con estos comportamientos, pero qué tan común es evitar la verdad.
Existen cientos de historias a lo largo y ancho del planeta, algunas con aspectos más verídicos que las otras. Sin embargo, lejos de algunas creencias, los humanos no somos “tan mentirosos”, salvo algunas excepciones. Según una encuesta difundida por Gallup el 10 de enero, que fue advertida en un artículo de la revista Newsweek, “menos del 25% de los encuestados consideró que las personas que trabajan como vendedores de coches, son abogados, agentes inmobiliarios o periodistas califican alto o muy alto en cuanto a honestidad y estándares éticos”. En contraposición, el 62% indicó que los miembros del Congreso se posicionaban en un nivel bajo o muy bajo en este ranking.
Más allá de estos porcentajes, diversos estudios científicos advirtieron que no es “tan” común mentir. Más allá de algunas personas que son mentirosos patológicos, y que son un pequeño número, en general los humanos son “bastante” honestos. Incluso, su necesidad de decir la verdad (o al menos no mentir) es más fuerte. En especial porque la raza humana es crédula, según indica la ciencia.
Mentir mucho, poquito o nada
Según los expertos, la mentira está íntimamente relacionada con la edad. Mientras que en los niños es un signo de madurez cognitiva en aumento. Y a medida que van creciendo, crecen las mentiras hasta llegar su punto cúlmine en la adolescencia. En la adultez, en cambio, no decir la verdad se relaciona con otros aspectos un poco más altruistas.
Para Victoria Talwar, profesora de psicología del desarrollo en la Universidad McGill y autora de “La verdad sobre la mentira: enseñar honestidad a los niños de todas las edades y etapas” (APA LifeTools, 2022), “mentir alcanza su punto máximo en la adolescencia y luego decae a lo largo de la edad adulta y la vejez”, aunque en algunos momentos son esperables: “En las negociaciones comerciales, las exageraciones e incluso las mentiras descaradas son tan comunes que cualquier persona que compra una casa sin antes inspeccionarla se considera un tonto”, advierten los expertos desde dicha publicación.
Para poder explicar de forma contundente esta situación, Lee se refirió a la “lectura de la mente”. “Resulta que los niños que mienten a una edad temprana tienen mejores habilidades para leer la mente y mejor autocontrol que los que no mienten y eso es muy sorprendente. Siempre pensamos que los niños que mienten carecen de carácter moral, que tienen un coeficiente intelectual más bajo y que deben ser peores en todo. En cambio, parece que mentir es un comportamiento normativo del desarrollo”, destacó el experto.
De todas formas, el experto resaltó que, tras analizar a 10,000 niños, los pequeños mienten relativamente rara vez (fuera de sus experimentos) y que, generalmente, lo realizan para ser educados. “Aunque mienten para salir del problema, no mienten para meter a otros en problemas”, detalló. Ahora, ¿existe un momento en que es aceptable mentir? O ¿hay algún instante en que es necesario y hasta apropiado hacerlo?
Más allá de los aspectos extremos, como mentir para salvarle la vida a alguien, hay algunas mentiras que son más “aceptables”. “Muchos de nuestros dilemas éticos más difíciles implican equilibrar la honestidad con la benevolencia”, explicó en diálogo con Newsweek Emma Levine, profesora asociada de ciencias del comportamiento en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.
En ese sentido, la experta afirmó que “la mayoría de la gente piensa que las mentiras que evitan daños y perjuicios innecesarios son éticas. Cuando la verdad causaría un daño emocional inmediato y la persona no puede hacer nada al respecto, la mayoría de la gente piensa que mentir sería ético”. Un ejemplo, según Levine, es cuando en una pareja la mujer la pregunta al cómo se ve. “Si ya saliste a cenar, la mayoría de la gente piensa que es ético mentir y decir que te encanta”, afirmó y agregó que si esta misma consulta tiene lugar en la casa, donde puede cambiarse, se puede apelar a la verdad de forma amable: “Siempre te ves hermosa para mí, pero ese otro vestido se ve aún mejor”.
Es cuestión cultural así que los salvadoreños, tenemos fama de decir mentiras aun sin querer, y eso les a traído muchos problemas en paises en donde la mentira es castigada.