La sangre de San Jenaro, que es el patrono de la ciudad italiana de Nápoles, no se licuó este miércoles, a pesar de las oraciones de los creyentes en la catedral de la ciudad, lo que muchos consideraron como la señal de una catástrofe inminente.
Tres veces al año —el sábado que procede al primer domingo de mayo, el 19 de septiembre y el 16 de diciembre— el frasco con la sangre seca del santo, que vivió en el siglo IV, se expone públicamente y los creyentes rezan para que ocurra el ‘Milagro de San Jenaro’, que consiste en su licuefacción.
Sin embargo, este miércoles la sangre no se licuó, a pesar de dos turnos de oraciones de los fieles y, según una creencia, es señal de la próxima llegada de una catástrofe.
En varias ocasiones, los acontecimientos trágicos, de hecho, tuvieron lugar poco después de que la licuefacción no ocurriera. De esta manera, procedió al inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939 y a la entrada de Italia en el conflicto en 1940, a la ocupación de Nápoles por las tropas nazis en 1943 y al terremoto de Irpinia en 1980, que se cobró la vida de más que 3.000 personas. En otras ocasiones, en cambio, no ha ocurrido ningún hecho catastrófico.
Por su parte, el cardenal de la ciudad, Crescenzio Sepe, trató de convencer a los napolitanos que no hubo «presagio de desastres, ni epidemias, ni guerras», recordando que «somos hombres y mujeres de fe». «Si algo necesita derretirse, es el corazón de la gente», agregó.