A los nueve años todo es posible. La imaginación es entonces un terreno fértil donde las ideas más peregrinas (que son las más geniales) puede agarrar y florecer. Luego, comienzan las mezquindades, los temores y los cálculos. A eso lo llamamos madurar, sin percatarnos de que esa madurez lleva implícita una falta de riesgos en el pensar que cercena muchas grandes ideas. A los nueve años fue cuando David Aguilar tuvo la idea que iba a marcar el resto de su vida.
Empezó, de qué otra forma si no, como un juego cuando se encontraba montando uno de los kits de construcción de Lego. Pero, en lugar de ordenar las piezas para que fuesen las hélices o la cabina del helicóptero para el que estaban diseñadas, decidió colocarlas alrededor de su brazo, un brazo pequeño y malformado a causa del síndrome de Poland, una rara enfermedad congénita que padece de nacimiento y que afectó a su pectoral derecho y al antebrazo del mismo lado.
Aquel día David imaginó que sus piezas de Lego podían convertirse en una extensión de la extremidad, una especie de prótesis que le ayudara a realizar algunos movimientos. Y como a los nueve años todo es posible… convirtió su idea en una realidad y en un leitmotiv que ha guiado sus pasos hasta hoy.
La enfermedad de David nunca fue una excusa para él, sino más bien una circunstancia que, como aseguraba Ortega y Gasset, tenía que salvar para salverse él: “El mundo te cambia completamente porque no solo haces las cosas de manera diferente a otras personas, sino que incluso buscas la forma de hacerlas mejor que los otros”.
Aquella primera idea infantil se convirtió años después en una verdadera prótesis fabricada también con piezas de Lego. Ferrán Aguilar, el padre de David, recuerda la noche en la que su hijo se plantó en el salón de casa para enseñarles su nuevo invento con el que podía flexionar el brazo y agarrar objetos: “fue un momento mágico”.
Fue precisamente Ferrán quien comenzó a compartir vídeos y fotos de David en redes sociales y su hazaña llegó hasta Lego. La compañía les envió una emotiva carta en la que aseguraba que se habían quedado “sin palabras… La fuerza y el tesón de David son las cosas que nos hacen sentirnos orgullosos y por las que queremos seguir dando la oportunidad a que todos los niños del mundo tengan acceso a nuestros ladrillos Lego”.
Gracias a aquellos vídeos David se convirtió en una pequeña celebridad: dio conferencias y fue entrevistado por medios de medio mundo (incluyendo la CNN o el National Geographic) pero, lo más importante, es que al acabar el bachillerato recibió una invitación de UIC Barcelona para estudiar Bioingeniería. A sus 19 años -y sin dejar a un lado la curiosidad que desde niño ha guiado sus proyectos- mira el futuro con optimismo y tiene claro qué quiere hacer: “Mi sueño es poder ayudar a gente que esté en la misma condición que estoy yo”.
Con la serie “Familias conectadas” queremos saber qué pasa cuando la tecnología se integra en el hogar. Investigar cómo afecta al ritmo de estudios, al ocio, al trabajo, a la cultura… Pero sobre todo cómo modifica las relaciones humanas y qué hacer para que conseguir una interacción natural entre todos los miembros de la familia y las máquinas.