La ausencia de fuertes terremotos en el tramo sur de la famosa falla de San Andrés en California (EE.UU.) puede deberse a la desaparición de un antiguo lago que existió en la región, según científicos estadounidenses, informa la Sociedad Geológica de América.
Un grupo de investigadores encabezados por Ryley Hill, de la Universidad de California en San Diego, sugiera esta idea para explicar por qué no se ha registrado una ruptura fuerte en esta parte de la falla durante más de 300 años, cuando los registros históricos reflejan que los terremotos de magnitud 7 o superior suelen darse de promedio una vez cada 150 años.
La investigación de Hill se basa en un cuerpo de modelado ya existente, aunque se centra en el estudio de un factor clave como es la complejidad de las presiones del agua en las rocas bajo el lago.
En una presentación en la Reunión Anual 2020 de la Sociedad Geológica de América, Hill sugirió que un antiguo lago que existió sobre esta sección, y que se ha ido secando a lo largo de casi 1.000 años, pudo haber estado involucrado en grandes rupturas del pasado. Según los investigadores, el peso del agua en el prehistórico lago Cahuilla, que se extendía entre los valles de Coachella, Imperial y Mexicali en el sureste de California y el noreste de Baja California, pudo haber ejercido una presión adicional sobre la falla, aumentando la frecuencia de los grandes terremotos, aunque en un grado muy pequeño. Los especialistas opinan que la ausencia del lago sobre la falla podría explicar por qué ha pasado tanto tiempo desde que un gran terremoto golpeó esta sección meridional de la falla.
Hill explora el efecto acumulativo de dos fuerzas, el peso del agua del lago y la forma en la que esta agua se arrastra o se difunde en el suelo bajo el lago. Según el investigador, el peso del agua que presiona sobre el suelo aumenta la tensión ejercida sobre las rocas bajo el lago, debilitándolas, incluidas las fallas. Cuanto más profundo sea el lago, mayor es la tensión bajo esas rocas, lo que hace más probable que la falla se deslice.
«No es que [el agua] lubrique la falla», destaca Hill. Según explica, se trata de un proceso en el que una fuerza equilibra a otra, lo que hace que sea más o menos difícil que la falla ceda. «Imagina tus manos pegadas, presionando hacia dentro. Si intentas deslizarlas una al lado de la otra, no van a deslizarse muy fácilmente. Pero si imaginas agua entre ellas, hay una presión que empuja [tus manos] hacia afuera, eso básicamente reduce la presión[en tus manos], y se deslizan muy fácilmente», argumenta el científico.
Según el modelo de Hill, el efecto general de la desaparición del lago Cahuilla hace que sea más difícil que una falla se rompa, lo que, probablemente, podría explicar la reciente tranquilidad que reina en esta parte de la falla.
Sin embargo, toda esta influencia palidece en comparación con las fuerzas tectónicas a escala continental, destaca el especialista. «A medida que disminuyen las presiones de los poros, técnicamente, la base de roca se fortalece. Pero lo fuerte que se está volviendo resulta relevante para las tasas de deslizamiento impulsadas tectónicamente. Son mucho, mucho más fuertes», ha comentado.