Tomar el colectivo, andar en subte o simplemente salir a dar una vuelta puede convertirse en un momento de máxima tensión para Rocío, que desde los 3 años usa una silla de ruedas para moverse.
Rocío, que prefiere no dar su apellido, nació hace 27 años con un diagnóstico muy duro: mielomeningocele.
Se trata de un defecto que impide, antes del nacimiento, que los huesos de la columna vertebral se cierren, según le explicaron los médicos, los mismos que, después de operarla, con frialdad le dijeron una y otra vez, a ella y a su familia, que nunca iba a poder caminar. Y así fue, desde los 3 años se mueve en silla de ruedas.
Se autodefine como «aspirante a actriz». El teatro y el canto son una pasión que trae desde el secundario, pero sus intereses son variados y su entusiasmo, contagioso. Asegura, por ejemplo, que le encantaría aprender a jugar al ping pong con Gabriel Copola, campeon argentino paralímpico de esta disciplina, o con los jugadores paralímpicos de basquet.
Tras una adolescencia en la que tuvo que tuvo que hacer frente al bullying que le hacía un grupo de compañeros, ante la falta de respaldo de algunos profesores, hoy su silla de ruedas le implica enfrentarse a diario con los obstáculos que le impone la vía pública para poder cumplir con sus distintas actividades. Pero Rocío es optimista: cuando en el diálogo con DEF las historias de su pasado se vuelven muy dolorosas, aclara, sin dudarlo: ¡Tengo una vida muy linda yo!
Los Hijos Mal- Criados Son EL Espejo Por dentro de los Tatas y Nanas