Fue en el siglo IV que el papa Liberio declaró que el nacimiento del niño Jesús ocurrió un 25 de diciembre; esto con el objetivo de que la celebración de la Natividad, en la nueva religión católica, coincidiera con los Saturnales, hasta entonces la celebración más importante del calendario romano.
Esta festividad coincidía con los días más cortos del año en el hemisferio occidental, durante el solsticio de invierno, y todas estas celebraciones tenían un elemento común: en todas se encendían luces.
Recordemos que la energía eléctrica llegó a nuestras vidas hasta el siglo XIX, durante todos los siglos previos la actividad en las calles de pueblos y ciudades concluía antes de ponerse el sol. Sin embargo, en Roma, una metrópoli de gran tamaño desde antes que naciera Jesús, durante los Saturnales la noche se convertía en día, ya que las calles se iluminaban durante una semana.
Durante este tiempo la vida continuaba y las personas se lanzaban a celebrar con la luz artificial proporcionada por antorchas y lucernas, hasta muy altas horas de la madrugada. En cualquier otra época del año, la noche pertenecía a delincuentes y borrachos.
La luz; una obsesión
Sin embargo, la atracción por la luz ya existía muchos siglos atrás pues en la oscura Europa invernal, la iluminación artifical formaba parte determinante de sus rituales paganos, holísticos y religiosos por igual. Con días cortos, tenían que aprovechar al máximo las horas de sol, y alumbrar las horas de oscuridad.
Celebraciones religiosas como la Janucá de los judíos, efectuadas en diciembre de cada año, siempre fueron acompañados de la luz de las velas: cada noche, durante ochodías, se encienden una a una las luces de los candelabros para recordar la libertad del pueblo judío.
Las velas que se han colocado por milenios en las iglesias, tienen la misma función; honrar, recordar, conmemorar. Incluso antes del nacimiento de Jesús.
La electricidad
Con la llegada de la Revolución Industrial y de la electricidad, la Navidad recuperó su luz, más brillante y permanente; y las calles y hogares se iluminaron. Aunque hay que aclarar que hasta la década de los 50 del siglo XX la energía eléctrica seguía siendo un lujo en lugares como México, o países de América Latina.
Sin embargo, la costumbre de iluminar con luces los días más cortos del años continuó y se trasladó hasta los árboles navideños de los hogares; implantados por la cultura occidental en la segunda mitad del siglo pasado. Las navidades se trasladaron de las calles a las casas.