En 1960, Helen Ackley compró una fastuosa y antigua mansión de grandes ventanales en la cálida villa de Nyack, Nueva York. La casa, con vistas al río Hudson, había sido erigida casi un siglo antes, en 1890, lo que la envolvía en una especie de aura romántica y victoriana.
Sin embargo, la ilusión de la familia Ackley por la adquisición de la nueva propiedad no duró demasiado. Al caer la noche, las puertas se cerraban con violencia, las camas temblaban y los objetos se movían sin explicación. En el pasillo, sonaban pasos estremecedores y fantasmales que hacían crujir las maderas.
Con el paso de los meses, Helen Ackley contó a sus vecinos y conocidos que los fenómenos paranormales que aterrorizaban a su familia eran provocados por espíritus que perecieron en la Guerra de la Independencia de EEUU. Una historia inverosímil a la que nadie habría dado crédito, de no ser por la sentencia que dictó en 1991 la Corte Suprema de Nueva York.
Cansada del acecho constante de los fantasmas, Ackley puso la mansión de siete dormitorios en venta en 1989. Pero no dijo en el anuncio que el precio del inmueble incluía poltergeists y experiencias paranormales de infarto. El comerciante de bonos de Wall Street, Jeffrey Stambovsky, se sintió atraído por el maravilloso inmueble, ubicado a 40 kilómetros de Manhattan, y pagó una fianza para apartarlo. Sin embargo, para nadie era un secreto que la mansión de LaVeta Place estaba embrujada. Y Stambovsky no tardó en enterarse.
El comprador denunció a Ackley por omitir información al venderle la casa, por no haberle avisado de la presencia de espíritus. Llevó el caso hasta la Corte Suprema y su historia cubrió titulares en periódicos a lo largo y ancho del país. En su sentencia, el juez concluyó que efectivamente la casa estaba encantada, y obligó a Ackley a devolver a Stambovsky cada centavo de la fianza.
Por suerte para Ackley, después de aquella batalla legal surgió un nuevo comprador. El cineasta Adam Brooks quiso saber cómo era convivir con fantasmas. Adquirió la mansión y vivió allí 20 años, pero nunca vio ni experimentó ningún evento paranormal.
Ahora, su actual propietario, el cantante judío Matisyahu, puso la mansión a la venta por $1.900.000. La compró en 2015, y aseguró que, al igual que Adam Brooks, nunca se cruzó en la casa con ningún intruso del más allá.
«Es una historia divertida para esta maravillosa casa, pero ninguno de los tres dueños anteriores ha visto ningún fantasma», explicó.
Antes de él, vivió en la residencia la letrista Ingrid Michaelson, entre 2012 y 2015.
«Me encantó vivir en One LaVeta [el número 1 de la calle LaVeta]. Es una casa mágica, memorable. Es un hogar donde la gente se puede reunir, te acoge y te reconforta. Y la vista es inmejorable», dijo ella.
Lo cierto es que a día de hoy, la casa no parece en absoluto una mansión embrujada. En los últimos años, sus 427 metros cuadrados han sido completamente remodelados. Cuenta con cuatro baños y medio, y siete dormitorios. Además de un garaje para tres vehículos y un jacuzzi climatizado con vistas al río.