El telescopio espacial James Webb, de la NASA, capturó una notable vista cósmica de al menos 17 anillos de polvo concéntricos, creados por un «tipo raro de estrella y su compañera en una danza celestial».
Según la agencia espacial estadounidense, estos anillos nebulosos son el resultado de un par de estrellas, conocidas en conjunto como Wolf-Rayet 140, que están ubicadas a poco más de 5.000 años luz de la Tierra.
Cuando las dos estrellas se acercan y las brillantes corrientes de gas que expulsan al espacio chocan entre sí, comprimiéndolas y formando polvo, forman un anillo polvoriento parecido a una «huella digital», explica la NASA.
Cada anillo tarda ocho años en formarse, y cada uno de los 17 anillos da pie a una ‘cita estelar’, de manera similar a como cada aro formado en el tronco de un árbol indica un año de vida de la planta. Según Ryan Lau, astrónomo del NOIRLab de la Fundación Nacional de Ciencias, se trata de «más de un siglo de producción de polvo de este sistema».
El hallazgo se produjo gracias al instrumento de infrarrojo medio (MIRI) del telescopio, que, en contraste con los sensores de infrarrojo de alcance cercano, se centra en la luz que emana de los objetos espaciales que se encuentran en la región del espectro medio electromagnético. Esto se debe a que ve en luz infrarroja, un rango de longitudes de onda invisibles para el ojo humano.
Una estrella Wolf-Rayet es de tipo O, que nace con al menos 25 veces más masa que nuestro Sol. Estos cuerpos celestes generan poderosos vientos que empujan enormes cantidades de gas al espacio, y los expertos sugieren que las de este par en particular pueden haber perdido más de la mitad de su masa original en ese proceso.
El material arrastrado por las estrellas Wolf-Rayet puede acumularse y formar nuevas estrellas. Según la NASA, hay alguna evidencia de que el sol también puede haberse formado de esa manera.
El suceso fue objeto de un estudio publicado en la revista Nature Astronomy.