Bob Knodel se plantó frente al mundo con una certeza inquebrantable. No importaba la vasta cantidad de pruebas científicas acumuladas a lo largo de los siglos, ni los avances tecnológicos que permitían ver el planeta desde el espacio. Para él, la Tierra era plana. Y lo iba a demostrar. En abril del año pasado, con una inversión de 20 mil dólares y el respaldo de su grupo “Cazadores de la Verdad”, estaba convencido de que su experimento pondría fin al debate. Sin embargo, lo que surgió de ese haz de luz láser no fue lo que esperaba. Su proyecto terminaría siendo, irónicamente, el argumento más potente contra su creencia.
El “anillo láser”, el centro de la prueba, era sencillo pero ambicioso. Knodel, explicó NBC, planeaba proyectar un láser a lo largo de 8 kilómetros para demostrar que la luz viajaría en línea recta si la Tierra no tuviera curvatura.
Las matemáticas eran simples: si la Tierra era plana, la luz no se desviaría; si no lo era, aparecería una ligera curva en la trayectoria. Para los científicos, la conclusión era obvia. Pero Knodel, confiado, se dispuso a enfrentar al escepticismo global. “Si la luz atraviesa sin desviarse, tenemos razón”, murmuró con una mezcla de emoción y seguridad a sus cola.
El procedimiento estaba listo. Una cámara debía registrar el paso de la luz a través de dos obstáculos con agujeros alineados a lo largo de la distancia. Al otro extremo, su asistente levantaba una linterna, esperando que el haz atravesara sin interrupción. La expectativa era casi palpable. Sin embargo, cuando el equipo observó los resultados, la decepción fue inmediata. La luz del láser, en lugar de mantener su curso, mostró una leve curvatura, probando lo que tantos científicos llevan afirmando durante siglos: la Tierra es un esferoide. La cámara lo captó con claridad, y los datos no dejaron lugar a dudas.
Pero, ¿cómo reaccionó Knodel ante este fracaso rotundo? ABC cuenta que su equipo, los autoproclamados “Cazadores de la Verdad”, quedó estupefacto, mientras que la comunidad científica no tardó en hacer eco de su derrota. Las burlas y críticas no se hicieron esperar. Incluso aquellos dentro de la comunidad terraplanista que habían apoyado fervorosamente el experimento empezaron a dudar. Algunos alegaron errores técnicos, mientras que otros afirmaban que factores externos podrían haber alterado los resultados.
El experimento fue documentado en el documental de Netflix “Behind the Curve”, que muestra a Knodel y otros defensores de la Tierra plana enfrentándose constantemente a pruebas que refutan sus creencias. En esta producción, que examina el fenómeno del terraplanismo, Knodel aparece no solo como un entusiasta sino también como una de las figuras más reconocidas en la promoción de esta teoría, tanto en redes como en conferencias. Su canal de YouTube “Globebusters” ha sido un refugio para aquellos que, como él, creen que la ciencia moderna es parte de una gran conspiración.
Sin embargo, los expertos en geociencias, física y astronomía no dejaron pasar la oportunidad para remarcar el fallo. Para ellos, la evidencia no solo es sólida, sino irrefutable. Desde imágenes satelitales hasta los fenómenos astronómicos como los eclipses, todo señala a una Tierra redonda. Y aún así, los “Cazadores de la Verdad” siguen buscando su propia versión de la realidad, sin aceptar lo que el propio Knodel había comprobado de manera accidental.
A pesar de los reveses, Knodel no se detiene. En su canal de YouTube, sigue difundiendo contenido que busca justificar la teoría de la Tierra plana y cuestionar el conocimiento científico establecido. Las divisiones internas en su comunidad se han intensificado desde el fallido experimento. Algunos lo culpan por haber generado expectativas demasiado altas, mientras que otros continúan apoyándolo, convencidos de que, en algún lugar, existe una falla en la ciencia que les dará la razón.
Porque no compro un pasaje al espacio, desde arriba podria ver muy bien si es una pelota o es un plato, tambien con esa plata gastada, bien se pudo pagar un colegio, para aumentar sus conocimientos, de todas maneras ridiculos siempre hay