El británico Andrew Milne, de la ciudad de Corby (Northamptonshire, Reino Unido), tenía tatuadas las iniciales de su exesposa en el dedo anular de su mano izquierda. Un día decidió que quería deshacerse de ellas, para lo cual se sometió a un tratamiento láser en varias etapas.
La mañana posterior a la segunda sesión láser, Milne se despertó y descubrió con asombro una enorme ampolla purulenta que hizo que su dedo se hinchara más de dos centímetros.
De acuerdo con su testimonio, «fue bastante alarmante» ver semejante resultado. Y aunque asegura que no fue doloroso, lo califica de «muy desagrabable». Milne cree que lo ocurrido no tiene nada que ver con el lugar elegido para la intervención: «Estoy bastante seguro de que acabo de tener una mala reacción».
La responsable del procedimiento le aconsejó no intentar romperse la ampolla a pesar de que Andrew subraya que de vez en cuando supura.
Hasta ahora, el infortunado cliente ha pagado 35 libras esterlinas (aproximadamente 45 dólares) por cada una de las dos sesiones de láser y, según le advirtieron, tomará entre cuatro y nueve sesiones lograr la eliminación completa del tatuaje. No obstante, Milne no está «del todo seguro» si desea continuar, porque lo que le ha pasado lo ha «desanimado».