El continente americano fue testigo la noche del domingo al lunes de un eclipse de Luna, un fenómeno inhabitual en el que el satélite de la Tierra deja atrás su brillo y color diario para tomar tonalidades cobrizas.
«Un eclipse total de Luna es la excusa perfecta para mirar el cielo y maravillarse con el cosmos», afirmó José Maza, astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas de Chile. Con un cielo despejado, decenas de personas se congregaron para ver el eclipse desde el Planetario de la Universidad de Santiago, en Chile.
La Luna de sangre, como se conoce popularmente este fenómeno, se pudo disfrutar no solo en Sudamérica, sino también en Centroamérica, México y algunas partes de América del Norte, así como en algunas zonas de Europa y África.
Para Mariano Rivas, jefe de Divulgación Científica del Planetario de Buenos Aires, el eclipse es «uno de los fenómenos más simples y más impactantes de la naturaleza», ya que la Luna cuando entra en la sombra que provoca la Tierra hace que el satélite «tome un color rojo pálido anaranjado durante una hora y media».
Durante el eclipse la Luna toma este color, ya que los rayos solares le siguen llegando por la «refracccción atmosférica», explicó a la AFP Florent Deleflie, del Observatorio de París-PSL.
«Durante un eclipse, solo la Tierra puede iluminar a la Luna a través de este reenvío de rayos rojos», añade el astrónomo.
Este fenómeno se produce, generalmente, dos veces al año, cuando la Tierra se sitúa en una posición en la que bloquea parcialmente la llegada de los rayos del Sol a la Luna cuando está en fase llena.
El próximo eclipse total de Luna se producirá en noviembre, en pleno océano Pacífico.