La Catedral de Barcelona ha llevado a cabo una restauración de la icónica talla del Santo Cristo de Lepanto, lo que ha permitido descubrir datos sorprendentes sobre la imagen que ha sido objeto de devoción popular durante siglos. La restauradora y conservadora de la Catedral, Ana Ordóñez, ha llevado a cabo la intervención en la talla, cuyo mal estado dejaba claro que debajo de su capa negra se ocultaba una piel blanca, muy diferente a la que se había observado hasta ahora.
Tras los trabajos de restauración, se ha llegado a la conclusión de que la talla podría remontarse al siglo XIII o, como máximo, al siglo XV. Aunque, según el técnico de patrimonio de la Catedral Nil Rider, lo más probable es que se trate de una talla gótica temprana del siglo XIII o XIV. Una restauración del siglo XIX, con una barba y melena postizas, más la acumulación de tizne negro, habría llevado a confundirla con una imagen renacentista del siglo XVI.
El pasado miércoles, los responsables de patrimonio de la Catedral presentaron la policromía brillante que se escondía tras una capa de humo, hollín y barnices. Se llevará a cabo un congreso específico para ajustar más la datación final de la imagen, que es la más venerada de Barcelona después de la Moreneta.
La tradición sostiene que este Santo Cristo presidía el puente de mando de la galera capitana en la batalla de Lepanto de 1571. Según la leyenda popular, la inclinación del cuerpo se debe a que esquivó una bala durante la batalla o incluso que se movió para impedir los daños a la nave. Generaciones de barceloneses han entrado a la capilla situada a la derecha del portal de la catedral para orar ante la imagen o prender cirios para obtener favores, lo que había enmascarado la talla a lo largo de los años.
Según Nil Rider, la vinculación de la imagen a la batalla de Lepanto no está documentada, aunque ya se le atribuía «solo 30 años después de la batalla, cuando algunas personas que habían participado en ella aún estaban vivas». Lo que sí está claro es que el giro del cuerpo es original y no ha sido provocado por la deformación de la madera ni por ninguna intervención milagrosa.
El crucifijo solo se traslada el Viernes Santo al Portal Mayor de la Catedral, para presidir el Sermón de las Siete Palabras, y durante la Cuaresma, a la capilla de San Severo, donde ha sido mostrado en espera de ser trasladado esta tarde a su lugar de honor. Hace siete años, durante uno de estos traslados, se hizo evidente la necesidad de consolidar parte de la capa pictórica que se estaba desprendiendo, y finalmente se decidió llevar a cabo una restauración integral, para la cual se han contado con aportaciones de los fieles.
Osea nunca realizaron limpieza