El cantón San Isidro, en el municipio de Izalco, departamento de Sonsonate, se viste de solemnidad y fervor religioso con la tradicional Procesión de los Encuentros, una expresión de fe que este año cumplió 84 años de realizarse ininterrumpidamente, y que ha marcado la identidad cultural y espiritual de toda una comunidad.
La Hermandad del Nazareno y Santo Entierro del Señor, fundada en 1940, es la encargada de preservar esta emblemática tradición que se lleva a cabo en el corazón del cantón, en el sitio conocido como “La Ceiba”. Esta manifestación religiosa cobra especial relevancia no solo por su historia, sino también por el profundo vínculo emocional que une a sus participantes con las imágenes procesionales que recorren las calles en Semana Santa.
Las imágenes, consideradas ya patrimonio del cantón, llegaron a El Salvador en diciembre de 1939. Procedentes de España, su travesía incluyó un viaje en barco hasta el puerto de Acajutla y luego un trayecto en carreta desde la estación de tren de Armenia hasta San Isidro. Estas esculturas sacras fueron donadas por el expresidente Tomás Regalado (quien gobernó el país entre 1898 y 1903) y su esposa, María Concepción Fortis de Regalado, conocidos por su devoción y contribuciones a la comunidad.
Con la llegada de las imágenes de Jesús Yacente, Jesús Nazareno, María Dolorosa, María Magdalena y San Juan, comenzó también el legado de la Hermandad, gracias al impulso del señor Gabino Barrientos y un grupo de vecinos que dieron vida a la primera conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en el cantón. La emoción de aquella época aún resuena entre los habitantes que recuerdan cómo los niños de la comunidad fungían como padrinos y madrinas de las imágenes, sosteniendo listones atados a ellas, en señal de honor y compromiso.
Este año, además de celebrar los 84 años de la procesión, la comunidad se prepara para conmemorar los 82 años de fundación formal de la Hermandad, compartiendo con orgullo su historia a través del tiempo. La procesión, conocida como “de los Encuentros”, mantiene su esencia religiosa y artística, reafirmando el compromiso de los fieles con la tradición y su deseo de preservarla para las futuras generaciones.
En San Isidro, la Semana Santa no es solo una celebración religiosa, es un acto de memoria viva, un testimonio de fe que ha trascendido generaciones y una manifestación cultural que sigue latiendo con fuerza cada año bajo la sombra histórica de “La Ceiba”.
Fotografías: Fernando Cortéz















