En Brasil se desarrolló con éxito la mayor expedición enviada en los últimos 20 años a las profundidades del Amazonas para encontrar a indígenas no contactados y advertirles de la amenaza que corrían ante un inminente peligro con sus vecinos.
El principal objetivo de la expedición considerada de alto riesgo era mitigar esta tensión entre dos grupos rivales: los Korubo, en aislamiento voluntario, y los Mati, que mantienen contacto desde los años 70.
Las dos tribus se encuentran en Tierra Indígena Valle de Javari, una zona situada en el extremo oeste del Amazonas, fronterizo con Perú y delimitado por el Río Javari. Según la Fundación Nacional del Indio (Funai), que lideró la expedición, se trata de una de las mayores tierras indígenas demarcadas del país, con más deocho millones de hectáreas,y donde existe la mayor concentración de pueblos indígenas aislados.
La Funai es un órgano dedicado a la protección de las comunidades indígenas que han establecido poco o ningún contacto, y las conexiones solo se realizan si los grupos aislados están seriamente amenazados.
En 2014, los indígenas Korubo se aproximaron a las aldeas de los Matis, y estalló un conflicto que se saldó con dos muertos. Los Matis, habitantes tradicionales de esta zona, se sentían ahora amenazados por la presencia de los Korubo en áreas próximas a sus hogares.
Pero, además, la expedición tenía otro cometido: juntar con sus familiares a un grupo Korubo, que rompió de forma forzada su aislamiento en 2015, cuando atravesando un río, cercano a las aldeas de sus vecinos, fueron abordados por los Matis.
Desde entonces, este grupo vive en unas aldeas en el río Ituí –próximo a la base de protección de Funai– con otros Korubo contactados en 1996 y 2014. Separados de sus familias, uno de sus deseos era volver a encontrarse con sus parientes aislados y avisarles del riesgo que corrían con los Matis.
Tras tres años de discusiones, meses de planificación y diálogos con indígenas de la zona, el 3 de marzo, finalmente, la expedición salió de la base de protección del Funai, en el río Ituí, rumbo a Coari.
El equipo estaba compuesto por 30 personas, muchas con décadas de experiencia, y entre ellas, seis indígenas Korubo y otros 11 de distintas etnias. Todos pasaron por un periodo de cuarentena para garantizar que ninguna enfermedad sería transmitida.
La expedición fue detectando vestigiosos árboles derribados o restos de alimentos– que confirmaban la presencia de los Korubo aislados de Coari y les proporcionaba una idea de la distancia que les separaba de ellos.
En un momento dado, cuando consideraron que ya se encontraban lo bastante cerca, los seis Korubo de la expedición se adelantaron del resto para, en caso de encontrarse con sus familiares aislados, poder explicarles el motivo de la presencia de personas extrañas en su territorio. Pero fue una falsa alarma.
«Según pasaban los días los korubos que viajaban con nosotros estaban cada vez más preocupados y ansiosos por saber dónde se encontraba sus parientes, cómo estaban, si estaban vivos, si les iban a encontrar o no», explica a RT Bruno Pereira, coordinador de la expedición liderada por la Fundación Nacional del Indio (Funai).
El 19 de marzo, la expedición se topó con dos indígenas aislados que estaban cazando. La sorpresa fue enorme al descubrir que eran hermanos de uno de los Korubo de la expedición. «Fue un encuentro entre hermanos muy emocionante. Muchas lágrimas y recuerdos. No se veían desde 2015 y los indígenas aisladospensaban que sus parienteshabían muerto. Hubo conversaciones sobre lo ocurrido en estos años», comenta Pereira.