Hace varias décadas en Chile llegaba a La Moneda a través de elecciones democráticas un presidente marxista. El hecho conmocionó a América Latina: Salvador Allende Gossens alcanzó la primera mayoría y tuvo que convalidar-negociar su victoria en el Congreso Pleno. Lo separaba de la segunda fuerza de derecha apenas un 2%. Esta es una corta historia de cómo la Unidad Popular ocupó el poder luego de aceptar las condiciones impuestas por «Estatutos de Garantías Democráticas» presentadas por la tercera fuerza política, mientras el líder de esa fuerza manifestaba su escepticismo sobre el futuro del país. Las lecciones de esos días bien pueden estar vigentes en el siglo XXI.
El domingo 4 de septiembre de 1970 se llevó a cabo la elección presidencial en Chile. Como solía ocurrir tres fuerzas políticas dirimieron por el acceso a La Moneda, el palacio en el que trabajan los primeros mandatarios trasandinos.
La oficialista Democracia Cristiana presentó a Radomiro Tomic para continuar «la revolución en libertad» que había conducido Eduardo Frei Montalva entre 1964 y 1970. A decir verdad, Tomic no era el candidato presidencial que acompasaba los cambios de Frei. Tanto es así que durante una reunión entre John Crimings, subsecretario adjunto de Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado, con el embajador argentino en Washington, Pedro Real, el funcionario americano dijo que «se tenía la impresión de que el Presidente Frei desea que su partido tome una actitud más firme contra Allende». Tomic se manifestaba a la izquierda del mandatario chileno y su postura confundió a una parte del electorado. El otro contendiente era Salvador Allende Gossens, tres veces candidato presidencial, apoyado por un conjunto de partidos menores que acompañaban al Socialista y el Comunista. La derecha propugno a Jorge Alessandri de 74 años, ex Presidente, con el apoyo del Partido Nacional (conservadores y liberales) y la Democracia Radical.
La Carta Magna chilena de ese entonces no contemplaba el balotaje o segunda vuelta y, si la primera mayoría no alcanzaba la mitad de los votos, el Presidente debería electo por el plenario del Congreso Nacional cincuenta días más tarde. Contra todos los pronósticos la victoria del 4 de septiembre de 1970 se inclinó por Salvador Allende por una diferencia de 39.338 votos (el Palacio San Martín estimaba que Alessandri saldría victorioso). La Unidad Popular obtuvo el 36,3%; la derecha 34,8% y Tomic 27,8%. Para el mundo de ese entonces el resultado de la contienda electoral fue conmocionante porque manifestaba que por primera vez un candidato marxista llegaba al poder por la vía electoral en América Latina, contrariando a la revolución de Fidel Castro de 1959.
Esa noche, sin todavía serlo, en medio de una gran algarabía, Allende habló como Presidente Electo: «No tenemos ni podríamos tenerlo, ningún propósito pequeño de venganza. Sería disminuir la victoria alcanzada. Desde aquí declaro que respetaré los derechos de todos los chilenos… (pero) tampoco vamos a claudicar, a comerciar el programa de la Unidad Popular».
«La Carta Magna chilena de ese entonces no contemplaba el balotaje o segunda vuelta y, si la primera mayoría no alcanzaba la mitad de los votos, el Presidente debería electo por el plenario del Congreso Nacional cincuenta días más tarde. Contra todos los pronósticos la victoria del 4 de septiembre de 1970 se inclinó por Salvador Allende por una diferencia de 39.338 votos (el Palacio San Martín estimaba que Alessandri saldría victorioso). La Unidad Popular obtuvo el 36,3%; la derecha 34,8% y Tomic 27,8%»
A pesar de sus palabras que intentaban llevar tranquilidad la escasa clase media de ese entonces, el mundo de los negocios reaccionó con vehemencia, mientras en la Casa Blanca, el presidente Richard Nixon trataba de «bastardo» al candidato de la izquierda y «estaba fuera de sí», tal como recordó su asesor Henry Kissinger en sus memorias.
En las horas siguientes, la embajada argentina comandada por Javier Teodoro Gallac recibió a numerosos ciudadanos chilenos que se presentaron a solicitar auxilio y las comunicaciones entre la embajada y el Palacio San Martín asumieron un ritmo febril. «Como resultado de las elecciones corren una serie de rumores en los que se reflejan preocupación y desasosiego en un gran sector de la opinión pública». El cable «S» 494/495, firmado por Gallac, concluía: «Los funcionarios de esta Embajada y el suscrito son objeto de pedidos de información para radicarse en el país, luego de la liquidación de sus propiedades y empresas aquí».
Pocas horas más tarde el canciller argentino, Luis María De Pablo Pardo, leyó en el Cable «S» 498/499 que «personalidades, miembros del parlamento, empresarios agricultores, profesionales, etc.» establecieron consultas con la delegación diplomática para radicarse en la Argentina.
Según el mismo texto «la nueva administración» prohibiría a partir del 4 de noviembre, fecha de la asunción del mando, «la salida de científicos y técnicos, para impedir la repetición del caso Cuba». Estaba claro que Gallac y sus fuentes daban por descontada la llegada de Salvador Allende al poder. De no ser así no se explica que en la última parte del cable se solicitaran instrucciones «urgentes respecto consultas (de) personalidades y ciudadanos chilenos sobre (las) facilidades (que) acordaría (la) Argentina ante la supuesta emigración de familias y efectos, pues se comparan ya a los emigrados cubanos acogidos por Estados Unidos, o checoslovacos por Suiza, Austria, etc.».
Las presiones que sufría la embajada argentina no eran menores. El segundo párrafo de otro cable de Gallac del 7 de septiembre de 1970 lo dice todo: «Por otra parte el suscrito y la Asociación Interamericana de Prensa han recibido numerosos pedidos de colaboraciones de ciudadanos chilenos para retirar del país vía diplomática, oficial o personal, otros bienes tales como valiosos cuadros, joyas, etc. Asimismo las personas dispuestas a exiliarse invitan (a) habitar gratuitamente en sus casas que abandonan a diplomáticos extranjeros».
Estaba claro que había salido a la superficie un clima de terror y de miedo ante las decisiones que aplicaría Allende si asumía el gobierno. Todavía no se había reunido el Congreso Pleno y las presiones por evitar la victoria de la Unidad Popular eran mayúsculas.
«Para el mundo de ese entonces el resultado de la contienda electoral fue conmocionante porque manifestaba que por primera vez un candidato marxista llegaba al poder por la vía electoral en América Latina, contrariando a la revolución de Fidel Castro de 1959”
En esos acalorados cincuenta días -hasta el 24 de octubre- Chile se sumergió en todo tipo de alquimias, de adentro y del exterior. Basta ver las reacciones que llegaban desde Washington para darse cuenta. Durante una reunión en la Casa Blanca con empresarios estadounidenses y chilenos, Richard Nixon escucho del dueño del diario El Mercurio, el más importante de Chile, la siguiente sentencia: Chile marcha hacia el «desastre». Mientras tanto Gallac seguía informando al Palacio San Martín. Esta vez con escenarios que podrían darse dentro del plenario del Congreso. A todos estos escenarios Allende respondió: «El país se paralizará si nos roban el triunfo».
Allende habla como Presidente electo
El miércoles 16 de setiembre, el próximo mandatario chileno tuvo una atención especial con el embajador argentino Javier Teodoro Gallac y se la hizo notar. Allende conversó en la residencia del futuro embajador en Buenos Aires, Ramón Huidobro, con el representante argentino durante una hora y quince minutos y así lo volcó en el Cable «S»553/564.
Para la reunión del Congreso Pleno faltaba mucho, pero Salvador Allende habló como Presidente Electo, con la finalidad de transmitir a Buenos Aires dos asuntos especiales: «Que quería que yo supiera que cualquier cosa que yo diga o haga respecto con (la) Argentina sea Usted el primero que lo sepa y que sus deseos más fervientes era que nuestras relaciones sean absolutamente sinceras y transparentes con la incesante y creciente vinculación humana y económica, con la mayor amistad entre ambos países y el mayor y recíproco respeto entre ambos gobiernos».
«Descartó luego por disparatadas las informaciones de los periódicos sobre el viaje de Perón o un representante para la transmisión del mando. Ante una insinuación mía respecto a Fidel Castro contestó ‘tampoco vendrá'», detalló el diplomático.
“Durante una reunión en la Casa Blanca con empresarios estadounidenses y chilenos, Richard Nixon escucho del dueño del diario El Mercurio, el más importante de Chile, la siguiente sentencia: Chile marcha hacia el “desastre”
«Consideró falsas igualmente las informaciones sobre supuestas conversaciones con el general Alejandro Lanusse en Washington (en ese momento comandante en jefe del Ejército argentino) respecto a Chile», agregó. Años más tarde se conoció que las conversaciones fueron ciertas y es necesario decir que el jefe de la CIA, Richard Helms, le insinuó al jefe militar argentino su «colaboración» para evitar la asunción de Allende. La respuesta de Alejandro Lanusse fue: «Señor Helms, usted ya tiene su Vietnam; no me haga a mí tener el mío». Un poco más de un año más tarde –tal era la evolución de los acontecimientos—el poeta Pablo Neruda diría que «Chile es un Vietnam silencioso».
Vale la pena reiterar que Allende se consideraba Presidente electo, a pesar de las innumerables versiones o hipótesis. Gallac, anotaría en el mismo cable: «Antes de retirarse y lamentando tener otro compromiso, me expresó que deseaba tener el más estrecho contacto conmigo y que lo llamara directamente o por intermedio de Huidobro, como yo quisiera, y que después de instalado en La Moneda me daba carta blanca para llamarlo y decirle ‘tengo algo que conversar con Usted'».
Una vez a solas, el dueño de casa le dijo a Gallac que era «al único embajador a quien había visto personalmente.»
Unos días más tarde, durante la función de gala con motivo de la fiesta patria chilena, el Comandante en Jefe de la Armada Fernando Porta Angulo le confió a Gallac que tenía la impresión de «que Allende (se) aplacará o terminará por romper con los comunistas». Según el almirante Porta Angulo, «Allende se había comprometido con Frei a que «seguirán habiendo elecciones libres y que si perdiéramos es porque lo hemos hecho mal y nos vamos».
Los consejos de Fidel y la entrevista de Gallac con el Presidente Eduardo Frei
En esos mismos días de definiciones, la embajada de Estados Unidos estaba, como siempre, muy activa. El embajador Gallac resumió en una carilla y media –Cable «S» 609/10- la conversación mantenida con su titular, William Korry: «Me dijo que Allende recibió siguiente consejo de Fidel Castro: 1) Impedir directa o indirectamente después del 4 de noviembre, el éxodo universitario y técnicos. 2) Mantener el cobre dentro del área del dólar. 3) No presentar imagen revolucionaria. 4) Obtener Valdés continúe como canciller. El primer punto se refería a la experiencia vivida en Cuba; el segundo por lo que les ocurrió con el azúcar y países del Este; el tercero aludía a que no conviene, pues, alarmar a los que dudan o son indiferentes; el cuarto, por su reconocida actitud frente a Cuba».
Foto: Presidente de Cuba Fidel Castro junto al mandatario chileno Salvador Allende
El 24 de septiembre la Secretaría Nacional de la Democracia Cristiana emitía un largo documento en el que acordaba «expresar sus puntos de vista al senador Salvador Allende» y le solicitaba «algunos pronunciamientos que consideramos indispensables para configurar la decisión política final», sobre cómo deberá actuar en el Congreso Pleno.
Los demócratas cristianos le recordaron a Allende que la Unidad Popular constituía «una mayoría relativa, representa numéricamente a un 36 % del electorado nacional y a un millón setenta y seis mil votos… pero con igual claridad hay que decir que el resto del electorado nacional no ha dado su apoyo a su candidatura. Más de dos millones de ciudadanos no votaron o votaron por otras candidaturas, apoyaron otros programas y expresaron una voluntad favorable a planteamientos que difiriendo entre sí, eran también distintos al señor Allende».
Fue el comienzo de lo que días más tarde se denominarían garantías, o exigencias, para que los legisladores del oficialismo apoyaran a Allende en el Congreso Pleno. Entre otros puntos, la declaración reclama mantener «el pluralismo político y de las garantías constitucionales»; «la plena vigencia del Estado de Derecho»; «que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros sigan siendo una garantía de nuestra convivencia democrática»; «que la educación permanezca independiente de toda orientación ideológica oficial y que se respete la autonomía en las universidades» y que subsista la libertad «de las organizaciones sindicales y sociales».
Foto: El presidente Eduardo Frei Montalva con su ministro Andrés Zaldívar
Durante una dramática reunión, la Junta Nacional de la Democracia Cristiana convino en que sus legisladores darían el voto a Salvador Allende en el Congreso Pleno del 24 de octubre, bajo la condición de que aceptase siete Estatutos de Garantías Democráticas: «En la Unidad Popular las garantías tuvieron el sabor de un purgante», dirían los periodistas Millas y Filippi.
Las Garantías, que deberían incorporarse a la Constitución, trataban sobre el papel de los medios de comunicación; los partidos políticos; las Fuerzas Armadas; el derecho de reunión y de libertad personal; el derecho a asociarse y agremiarse, y el derecho de peticionar y huelga. En la sesión en las que se aprobaron, obtuvieron incluso el voto del senador Salvador Allende.Durante esas jornadas, el presidente de la Democracia Cristiana señaló: «Negarle la posibilidad a Allende sería como decirle al 36 % del electorado, ustedes tienen derecho a participar en las elecciones, pero no pueden ganar».
El último día de septiembre, Javier Teodoro Gallac se trasladó de sus oficinas en Miraflores y Huérfanos a La Moneda para mantener una entrevista con el presidente de Chile. La excusa del encuentro era invitarlo a almorzar, el 21 de octubre, a bordo de la Fragata Libertad (el comandante del buque argentino era el Capitán de Navío Emilio E. Massera).
Como era de esperar, gran parte de la conversación giró en torno a la actualidad política e institucional de Chile y así la volcó en el cable «S» 612/616: Frei «me dijo que conoce al doctor Allende de toda una vida, que creía en su preparación democrática, pero que su futura gestión iba a estar condicionada por otro elemento. Que el doctor Allende, de quien ha está alejado estos últimos seis años, se ha volcado las pasadas épocas en la búsqueda de renovar su vieja amistad. Y que cuando le solicitó, desde el mismo sillón donde yo estaba sentado, que hiciera una declaración para tranquilizar a la opinión del país, le contesté: ‘No puedo hacerlo porque tú sabes que no soy marxista y, además, porque creo que pese a tus buenas intenciones las acciones de (tus) partidarios llevará a Chile antes de dos años a una dictadura totalitaria’ «.
«Luego me expresó que como Presidente no había querido influir sobre su partido pero si su opinión le fuera requerida como miembro, diría que la Democracia Cristiana no podía votar por el marxismo». El canciller De Pablo leyó el texto de la conversación en Nueva York, mientras participaba de la apertura de las Sesiones Ordinarias de las Naciones Unidas. El final del cable «exclusivo» sostenía que «el Presidente me deja la impresión de un hombre agobiado por una preocupación y creo que está implícita su opinión de que la elección del doctor Allende será un hecho cierto».
Foto:El embajador Javier T. Gallac saluda a Salvador Allende el 3 de noviembre de 1970
El martes 3 de noviembre de 1970, temprano a la mañana, el viejo Cadillac azul que habían usado varios presidentes de Chile, conocido como el DB 1, llegó a la residencia de Guardia Vieja, en la comuna de Providencia (después el Presidente se mudaría a la residencia de la calle Tomás Moro). Allí esperaba Salvador Allende, de traje azul, junto con sus familiares más cercanos, su perro Canchola, unos pocos colaboradores íntimos y los edecanes militares. El coche debía trasladarlo al Congreso donde iba prestar juramento. A diferencia de sus antecesores, Allende había descartado el tradicional frac, como en octubre de 1963 lo había hecho en la Argentina el radical Arturo Illia.Quería marcar diferencias. La multitud estaba eufórica y Santiago vivía una fiesta. Durante toda la tarde y por la noche el Patio de los Naranjos de La Moneda se vio colmado de gente que por primera vez entraba al símbolo del poder en Chile.
El día en que Allende juraba como Presidente, en Washington, Theodore L. Eliot Jr. (Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad) redactó el Documento de opciones para Chile. El «memorándum para el señor Henry Kissinger – Casa Blanca» de quince páginas vaticinaba que Allende «buscará establecer en Chile un sistema autoritario guiado por los principios marxistas. A tal fin dará los pasos para: a) Colocar toda actividad económica significativa bajo el control del Estado, incluida la nacionalización de las industrias básicas, b) Ganar el control de las fuerzas de seguridad y de las Fuerzas Armadas y c) Dominar los medios de comunicación masivos».
«El gobierno de Allende tendrá un profundo sesgo anti norteamericano», sostenía Eliot. También agregaba: «Es probable que Chile se convierta en refugio de subversivos latinoamericanos y en escenario para movimientos subversivos en otros países». Frente a semejante escenario, la Casa Blanca determinó que la economía de Chile «debía ser exprimida hasta que gritase», esto significaba que se le iban a condicionar las vías de acceso al crédito externo.
Tomado de Infobae
BUENA ILUSTRACIÓN DE COMO FUNCIONA LA DEMOCRACIA DE EXPORTACION DE EE.UU.