Por primera vez se ha observado la cooperación entre hembras de una especie china que soporta duros inviernos en las montañas.
En los bosques de las montañas Shennongjia, entre el río Yangtze y el Río Amarillo, a más de dos mil metros de altitud, las hembras del langur chato dorado han desarrollado una solidaria adaptación evolutiva. Esta especie de mono, endémica de esta región central de China, sufre terribles temperaturas de hasta 14 grados bajo cero en invierno, provocando la muerte de la mitad de las crías que nacen en primavera.
«Si los lactantes no han alcanzado un nivel mínimo de desarrollo antes del inicio del invierno, es probable que no sobrevivan», explica por correo electrónico el primatólogo Zuofu Xiang. Por eso, estas hembras amamantan entre todas a cada uno de los críos del grupo, para conseguir darle un empujón nutritivo que garantice la supervivencia de toda la prole.
Zuofu, del Instituto de Zoología de la Academia China de Ciencias, forma parte del equipo de científicos que acaba de documentar esta peculiaridad de esta especie en peligro de extinción. Basándose en más de ocho años de observaciones en la naturaleza de las crías, sus madres y sus antecedentes reproductivos, el estudio proporciona la primera evidencia de este comportamiento en primates africanos o asiáticos. La llamada lactancia alomaterna, dar el pecho a crías ajenas, se ha observado anecdóticamente en simias de algunas especies de estos continentes, pero esta es la primera vez que se observa como una estrategia sistemática adoptada por toda la comunidad.
Se trata de una estrategia de éxito probado. De los 46 monos que nacieron en un periodo de cinco años, solo seis fueron amamantados únicamente por sus madres. Cuatro de esas seis crías murieron antes de cumplir un año, el 66%. Mientras tanto, de los otros 40 recibieron leche de al menos otra hembra solo murieron seis (15%), y dos de ellos a manos de un nuevo macho alfa que decidió matarlos.
Los monos que estuvieron observando Zuofu y su equipo forman un grupo que varió entre los 62 y los 82 individuos, divididos en cuatro grupos sociales, controlada cada una de estas cuatro familias por un macho del que dependen varias hembras que se aparean con él, según publican en la revista Science Advances.
Al fijarse en la duración de esta crianza grupal, los científicos observaron que las crías recibían leche de hembras distintas de su madre desde el mismo día del nacimiento, lo que muestra una confianza absoluta entre ellas. Los lazos de sangre entre hembras de esta especie de monos dorados son especialmente estables. Y el amamantamiento solidario se mantenía hasta el tercer mes de las crías, justo antes de que comiencen a comer otros alimentos sólidos a partir de los cuatro meses. Sus madres biológicas los amamantan hasta el año de edad.
La reciprocidad fue casi total: el 90% de las madres cuyas crías fueron amamantadas por otra hembra respondieron y cuidaron del hijo de esa compañera en los meses siguientes. Hubo en cambio seis hembras que rechazaron todos los intentos de crías ajenas por mamar de sus pechos. Las crías de estas seis hembras se encontraron con un portazo cuando quisieron que otras madres los amamantaran. Y cuatro de esos pequeños murieron.
Los científicos aseguran que en condiciones de acceso limitado a los recursos, esta generosidad con otras crías puede afectar negativamente a la salud materna por estrés fisiológico y nutricional, reduciendo sus posibilidades de supervivencia y reproducción futura.
Entonces, ¿por qué se sacrifican de este modo por las crías de las demás? Cuando los investigadores empezaron a registrar las lactancias que se cruzaban entre distintas hembras del grupo, al amamantar crías de otras, lo primero que destacó fue que solo se realizan dentro del mismo subgrupo. Es decir, las hembras del mismo harén cuidan entre todas de las crías de sus compañeras de familia, pero no de otras familias dentro del mismo grupo.
«Las crías amamantadas por otras madres reciben en total más tiempo de amamantamiento que si solo recibieran leche de su madre», confirma Zuofu. Así, esta solidaridad entre todas consigue que todas sus criaturas reciban durante los primeros tres meses de vida esa ingesta de energía adicional necesaria para conseguir un crecimiento suficiente para llegar fuertes al duro periodo invernal.
Además, los científicos sugieren que al dar más el pecho, estas hembras podrían experimentar un aumento en la producción de leche que beneficia a sus crías y a las de sus parientas.
Las necesidades energéticas varían en función del tamaño de la camada, el tamaño del cerebro o la dureza del ambiente, según explica Zuofu. Y precisamente los monos dorados tienen el mayor volumen de cerebro adulto de todos los primates de su familia y habita en bosques con largos inviernos en los que las temperaturas nocturnas generalmente caen por debajo de 0°C, donde la escasez de recursos puede poner en peligro la supervivencia.
«Estos rasgos sociales y ecológicos son propicios para la evolución de la crianza alomaterna», señala el primatólogo. «Por lo tanto, proponemos que este comportamiento puede haber surgido a través de la selección natural cuando los requisitos energéticos posnatales son importantes y las condiciones ambientales adversas proporcionan un incentivo a la alimentación compartida», concluye Zuofu.