Cuadros dentro de cuadros. A los 55 años, Cindi Decker, una maestra de Jacksonville, decidió empezar a pintar. Su hijo, orgulloso de la obra de su madre, le sacó una foto y la compartió en Reddit. Al día siguiente, vio cómo se viralizó transformado en lo que se conoce como efecto Droste: “Pinté al chico que pintó a la madre del otro chico”.
Lo viral es un fenómeno sin demasiada explicación. Simplemente sucede.
Cuando un muchacho de Jacksonville —ciudad de la costa este de los Estados Unidos, en Florida— vio el cuadro terminado que su madre había pintado, se llenó de orgullo. Ella, una maestra de 55 años, hacía muy poco que había comenzado a usar los pinceles, de hecho era la segunda pintura que hacía. En la imagen, una garza blanca con sus plumas desplegadas. Una obra impresionista, podríamos decir. «¡Es hermoso!», dijo el muchacho.
«¿Pero a quién le puede gustar ésto?», le contestó ella con gracia ante tanta felicitación, pero él, centennial optimista, supo que las redes sociales serían la prueba exacta de que estaba equivocada, de que ese cuadro era una verdadera belleza y que alguien, en el enorme océano digital, se conmovería al verlo.
Y así fue. Aunque lo que ocurrió, para ser precisos, fue algo mucho más interesante que un simple halago o gesto de aprobación. Le sacó una foto a ella y al cuadro. En la expresión de su rostro se puede ver un poco de timidez. «Mi mamá pintó ésto», escribió el muchacho bajo su seudónimo Gaddafo en la red social Reddit el 16 de enero. Y entonces la viralización se hizo inminente.
La fotografía acumuló unos cuantos comentarios positivos, pero no pasó de ahí. Hasta que al día siguiente un artista sueco llamado Kristoffer Zetterstrand subió una una foto donde sostiene su cuadro. ¿Y qué había pintado? La fotografía: la maestra de Jacksonville sosteniendo su cuadro. A partir de entonces, su nombre comenzó a viralizarse también: Cindi Decker.
Una cadena. Eso fue lo que se empezó a generar. El primer eslabón, el originario, ya estaba. El segundo, el que le daba razón de ser a la cadena, también. Ahora se sumarían los siguientes.
Una usuaria de Reddit llamada Seamuswray dibujó la foto del artista sueco donde él sostiene el cuadro en que aparece Decker sosteniendo el cuadro de la garza. «Me llevó un rato y no es perfecto, pero pinté al chico que pintó a la madre del otro chico», escribió. La cadena siguió con Lillyofthenight que realizó su propia pintura. Subió la foto y dijo: «Pinté a la chica que pintó al chico que pintó a la madre que pintó una garza».
De repente, en la red había cientos de cuadros dentro de otros cuadros. Ya no había una cadena lineal sino que distintos artistas pintaban a Decker o a Kristoffer Zetterstrand o a Lillyofthenight. Como un gran árbol donde sus ramas se expanden eternamente. Lo viral estaba sucediendo y era imposible verlo todo.
Si Jorge Luis Borges estuviera vivo diría: «Sí, a algo así me refería cuando escribí el cuento El jardín de senderos que se bifurcan». Se trataba de, justamente, algo que tendía al infinito.
Los medios norteamericanos bautizaron este fenómeno como paintception, en referencia a Inception —El origen en español—, la película del 2010 de Christopher Nolan que protagoniza Leonardo DiCaprio donde los protagonistas entran en sueños de otras personas y, a la vez, en sueños dentro de esos sueños.
Claro que la viralización no es algo nuevo, sin embargo esta forma sí. Cuadros dentro de cuadros dentro de cuadros. En el arte, al hecho de que la imagen que aparezca dentro de la imagen, se lo conoce como efecto Droste. Toma su nombre de una marca holandesa de cacao que ya no existe.
En el envase —diseñado por Jan Misset en 1904— está el dibujo de una mujer que sostiene el envase apareciendo la imagen allí dentro. Y ese envase, que sostiene la mujer dentro del envase, tiene la misma imagen.
Se trata de un efecto óptico que en la pintura también ha aparecido. En el Tríptico Stefaneschi de Giotto di Bondone pintado en el año 1320, el cardenal que ordenó el trabajo aparece arrodillado sosteniendo una pequeña representante de dicho cuadro.
En la radio CBC, hablaron con Cindi Decker, la maestra de 55 años devenida en artista viral. Ella dijo que, cuando su hijo le sacó la foto, creyó que la compartiría con sus amigos por Snapchat y allí quedaría. «Pero simplemente se disparó», agregó, tratando de ponerlas palabras al fenómeno viral, tratando de comprenderlo.
«Pensé que era adorable y tuve la idea de pintarla por pura diversión», dijo el sueco Zetterstrand, el segundo cuadro de esta cadena «muy rara», como él la definió. Cuando todo ésto empezó a adquirir relevancia y presentían que la bola de nieve que giraba se iba a hacer cada más grande, hablaron. Cindi le agradeció y le dijo que estaba muy contenta. El sueco le confesó que él tampoco entendía muy bien, pero que también estaba muy contento.
A veces, la viralización puede ser (también) algo divertido, estimulante y lúdico. Por suerte —habrá pensado Decker— las redes sociales existen, porque no sólo la motivan a seguir pintando, también motivó a todos estos pintores a sumarse a esta gran obra colectiva que trascendió el cuadro inicial, incluso a cada uno de los cuadros individuales.
¿Pueden las redes sociales incentivar y promover el arte y, además, generar algo nuevo? Con esta cadena de cuadros, la respuesta es un rotundo y enorme sí.