Una masa de agua marina enfurecida de 23,8 metros de altura, la misma que un edificio de 8 plantas, que dejó boquiabiertos a los científicos que la detectaron.
Fue el pasado martes, durante una terrible tormenta en el océano Antártico, cuando una boya detectó el fenómeno, según informó MetOcean, una compañía neozelandesa dedicada al análisis oceanográfico.
La gigantesca ola fue captada cerca de la isla de Campbell, a unos 700 kilómetros al sur de Nueva Zelanda
El investigador Tom Durrant dijo que esta ola supera las magnitudes de otra registrada en 2012 que alcanzó los 22,03 metros, que tenía el récord hasta el momento en la mitad meridional del globo terráqueo.
«Hasta donde sabemos, es la más grande jamás registrada en el hemisferio sur», señaló Durrant, que explicó que el océano Antártico se comporta como una «sala de máquinas» que genera oleaje que luego se desplaza por todo el planeta.
«De hecho, los surferos de California pueden esperar que energía procedente de esta tormenta llegue a sus orillas en más o menos una semana».
Durrant cree que es posible que durante la tormenta se produjeran olas incluso mayores y que no fueran detectadas por la boya, que no está en la ubicación ideal para ello.
El dispositivo, instalado en marzo para medir las condiciones meteorológicas extremas en el océano Antártico, graba información solo 20 minutos cada tres horas para conservar la energía de sus baterías.
«Es muy posible que las mayores olas tuvieran lugar mientras la boya no estaba grabando», dijo Durrant.
En el hemisferio norte se produjeron, no obstante, olas de mayor tamaño que la registrada en el Antártico. Según la «Smithsonian Magazine», la ola más grande jamás registrada fue una de 30,5 metros que en 1958 rugió en las costas de Alaska a causa de un tsunami generado por un terremoto previo.