En las primeras horas del día, cuando el sol apenas ilumina las montañas del occidente del país, don Jaco ya ha recorrido buena parte de su finca. Cultiva güisquil, chile verde, tomate, chile morrón y pepino, y aunque nunca estudió agronomía, su conocimiento de la tierra se ha forjado con años de experiencia, error y observación.
“Aquí se aprende viendo, fallando, cuidando la planta como si fuera un hijo”, dice. Su historia es la de miles de agricultores salvadoreños que, sin reconocimiento ni formación técnica formal, siguen alimentando al país con productos frescos y de calidad.
Según el Ministerio de Agricultura, más del 60 % de los agricultores rurales no tienen acceso a formación técnica, y dependen de conocimientos heredados o apoyo puntual de técnicos municipales. En medio de plagas, lluvias y falta de tecnología, estos productores persisten con dignidad y trabajo familiar.
La finca El Progreso, dirigida por don Jaco, emplea a 35 personas y es un ejemplo del esfuerzo colectivo.