Es uno de los narcotraficantes mexicanos más buscados por el gobierno de Estados Unidos, pero en la década de los ochenta, Rafael Caro Quintero, uno de los fundadores del Cártel de Guadalajara, era reconocido en los círculos de la alta sociedad como un exitoso y joven empresario que no sólo tenía dinero y poder sino que también era exitoso con las mujeres. Su característica era un peculiar estilo de vestir que le valió el apodo de «El Príncipe».
Al igual que los otros dos famosos capos que fundaron el Cártel, Ernesto Fonseca Carrillo «Don Neto» y Miguel Ángel Félix Gallardo, Caro Quintero emigró a Guadalajara, en el estado de Jalisco, después de que el gobierno federal pusiera en marcha la llamada «Operación Cóndor» en Sinaloa para frenar el cultivo y comercio de marihuana, pero a pesar de que Félix Gallardo era conocido en el sector empresarial, Caro Quintero era el que tenía un perfil más público de los tres. «Fue el primer capo mediático de México, antes de él no se conocían capos famosos en el país. Fue el primero en andar de enamorado públicamente, fue el primero en cultivar a gran escala los enervantes», dijo a Infobae Alexei Chevéz, consultor en seguridad.
«Es muy importante porque es ‘El Príncipe del Narcotráfico’. Lo llegaron a llamar así porque era el estereotipo de moda. Tenía un gran poder económico político y social, tenía grandes sectores de la sociedad que estaban con él porque llevaba recursos, no sólo fue el narcotraficante de moda, sino el gran empresario porque combinó el narco con el tema de las inversiones, tenía una gran diversidad de negocios se llegó a decir que era dueño del hotel Fiesta Americana de Guadalajara, en su momento», expresó en entrevista Francisco Jiménez Reynoso, investigador de la Universidad de Guadalajara.
Un ejemplo de su poder económico es una compra en efectivo de 300 autos Grand Marquís que habría hecho en 1984 en una concesionaria del municipio conurbado de Zapopan.
El encuentro con Sara
El poder que le daba el dinero le permitió acercarse a los círculos políticos, donde habría conocido a una joven llamada Sara Cosío Vidaurri Martínez, hija del entonces secretario de Educación estatal, César Cosío, y sobrina del ex gobernador de Jalisco Guillermo Cosío Vidaurri, uno de los 10 mandatarios estatales en la historia del país que ha tenido que renunciar a su puesto por presiones políticas o demanda ciudadana.
Alberto Osorio Méndez, un reconocido periodista local, asegura que sobre esta historia existen distintas versiones, ya que ni Caro Quintero, ni la misma Sara, ni la familia ha querido contar su parte de la historia.
De ella se sabe que era conocida en los centros nocturnos y en los restaurantes más caros de Guadalajara. Su carácter caprichoso le había dado fama en distintos círculos, lo cual era algo en común que tenía con el capo, quien siempre se hacía notar por sus arrebatos.
«El contacto con una persona como Caro Quintero le representaba a Sara cierto nivel de adrenalina, de contacto con los riesgos, yo no sé si en ese momento se inauguró en Jalisco una nueva visión de ascenso social», dijo a Infobae Osorio Méndez desde Guadalajara.
Los dos tenían mucho en común, lo que los habría llevado a iniciar una relación sentimental que no era aprobada por la familia de la joven, a la que continuamente el capo trataba de halagar enviando costosos regalos, entre ellos autos de lujo, que cuando eran rechazados, según la leyenda urbana, Caro Quintero estallaba en cólera y los estrellaba.
«Alguna vez le pregunté a uno de sus familiares –de Sara-. Primero me dijo que prefería no opinar sobre ese asunto y luego, que la gente tiene su versión de lo que ocurrió con Sara, de alguna forma dándome a entender que el rumor tenía alguna base de sustento», agregó Osorio Méndez.
El agente de la DEA que lo cambió todo
A pesar de la oposición de la familia de Sara, la relación habría crecido, pero todo cambió en febrero de 1985 cuando fue asesinado en México el agente de la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés) Enrique Camarena Salazar, quien había logrado infiltrarse en el Cártel de Guadalajara.
Meses antes de su asesinato, Camarena Salazar habría ubicado un gigantesco plantío de marihuana en el municipio de Jiménez, en el estado de Chihuahua. Se trataba del rancho llamado «El Búfalo», propiedad de Caro Quintero, en el que de acuerdo con la revista Procesollegó a tener una plantilla de 10.000 trabajadores y custodia de militares.
En venganza, el capo habría ordenado el asesinato Camarena y de su piloto Alfredo Salazar. A partir de entonces, el gobierno de Estados Unidos inició una cacería en contra de «El Príncipe», quien para ocultarse de las autoridades tuvo que salir huyendo de México en un jet privado hasta llegar a Costa Rica.
Pero en su huida no fue solo. Con él iba Sara, a quien sus familiares reportaron como secuestrada por el capo. Los dos se refugiaron en la lujosa finca en la Quinta La California, dentro de la comunidad de San Rafael de Ojo de Agua en Alajuela, que después de ser incautada por el gobierno costarricense fue convertida en instalaciones olímpicas.
Las autoridades mexicanas habían intervenido los teléfonos de la familia de Sara en Guadalajara para poder rastrear cualquier llamada que recibiera por parte del capo y que pudiera dar con su ubicación.
El 2 de abril de 1985, Sara llamó a los suyos para decirles que estaba bien y que se había ido por voluntad propia. La charla fue suficiente para rastrearlos.
Cuando llegó la policía, Sara lo habría defendido y gritado «¡Yo lo amo!», señaló Osorio. Sin embargo, el capo fue encarcelado 28 años, hasta que en 2013 un juez le otorgó la libertad por inconsistencias en el proceso. Inmediatamente el gobierno de México pidió su reaprehensión con fines de extradición. Pero era tarde. Hasta hoy se encuentra prófugo.