Las primeras miradas, el roce de labios que electriza los sentidos, las conversaciones interminables y el latido acelerado del corazón, como si esos momentos estuvieran grabados en nuestra piel. El primer amor ocupa un lugar especial en la memoria de las personas, y marca el inicio de una etapa cargada de emociones intensas y descubrimientos.
A diferencia de las relaciones que llegan después, suele estar rodeado de una mezcla de inocencia, sorpresa, ilusión e intensidad, lo que lo convierte en una experiencia única e inolvidable.
El primer amor activa conexiones neurológicas y emocionales que, al ser nuevas, se fijan de manera especial en nuestro recuerdo, y deja una huella profunda en la memoria porque marca el inicio de una nueva dimensión emocional.
Según José Abadi, médico psiquiatra, psicoanalista y escritor, dijo a Infobae que “el recuerdo del primer amor está vinculado con haber ingresado a un nuevo momento, a un nuevo tipo de intercambio en nuestras relaciones afectivas, como una especie de iniciación”. A su vez, el experto sostiene que “lo nuevo implica enfrentar lo desconocido, superar ansiedades, miedos y dudas. Esto convierte la experiencia del primer amor en algo distinto”.
Abadi continuó: “Tras vivir el primer amor, que puede durar más o menos, pero que compromete afectos, sentimientos, placeres e intimidades, nuestra identidad se enriquece y se transforma”.
Por su parte, la psicóloga y escritora Celia Antonini señaló en conversación con Infobae que “la primera vez que experimentamos algo emocionalmente tiene un impacto doble, porque es la primera vez que sentimos esa emoción o vivimos una situación que nos causa determinado sufrimiento”.
Y agregó: “Lo primero siempre tiene un valor extra, porque esa emoción nunca antes fue sentida. Las primeras veces, en todos los aspectos de nuestra vida, no se olvidan. Pensemos en el primer coche que compraste, el primer beso, el primer amor o la primera vez que saliste sola de noche. El primer amor no es la excepción, y por eso tiene ese impacto tan fuerte. “Vale doble por ser la primera vez y triple por ocurrir en la adolescencia”, explicó Antonini.
La reconocida antropóloga y bióloga estadounidense, Helen Fisher, quien investiga desde hace muchos años el amor romántico, tiene un punto de vista distinto: afirmó que el primer amor queda marcado de manera especial porque ocurre en una etapa crucial de desarrollo neurológico, generalmente durante la adolescencia o juventud temprana, cuando el cerebro está más receptivo a nuevas experiencias.
Esta “impresión” emocional se fija en las áreas del cerebro responsables de la memoria y las emociones, lo que hace que el recuerdo del primer amor sea más difícil de borrar.
¿El primer amor influye en la elección de futuras parejas?
El primer amor también es un recuerdo que vuelve y saca una sonrisa. Por eso, Abadi sostuvo que “si la experiencia del primer amor toma fuerza y se vive como un aprendizaje significativo, es probable que influya en nuestras conductas futuras”. Y sumó: “Esta vivencia puede enseñarnos nuestras capacidades, sombras y cómo manejarlas”.
La forma en que vivimos el primer amor puede tener un impacto profundo en nuestras relaciones futuras, especialmente si esa experiencia inicial es idealizada o traumática. “Si el primer amor es traumático, puede alejarnos de compromisos mayores”, reflexionó Abadi, que acaba de publicar su libro El amor en tiempos de odio, junto a Bárbara Abadi y Patricia Faur.
A veces, esta experiencia no solo está en la realidad, sino que se potencia por nuestras fantasías o idealización, lo que inaugura una modalidad de aprendizaje sobre lo que somos capaces de sentir y enfrentar”, señaló el experto y agregó: “Lo esencial es que se convierta en un aprendizaje y una elaboración de lo vivido”.
Antonini, que también está a cargo del podcast de Infobae “Love bombing”, explicó que, en la actualidad, existe mucho conocimiento sobre los patrones de comportamiento y las hormonas que influyen en el enamoramiento. Según detalló, “la composición química del cerebro de cada persona es distinta”, y destacó que existen cuatro hormonas que rigen la vida emocional: la dopamina, serotonina, testosterona y estrógenos. Estas sustancias, afirmó, impactan en gran medida la elección de pareja, “dependiendo de cómo estamos ‘programados’”.
La especialista aclaró que las personas con mayores niveles de dopamina y serotonina suelen enamorarse de alguien similar a ellos, mientras que aquellos con más testosterona o estrógenos tienden a sentir atracción por personas opuestas. “Esto significa que el primer amor no está tanto condicionado por las características de la otra persona, sino por si nos atrae lo igual o lo opuesto”, señaló.
Además, mencionó que, con el tiempo, las personas siguen eligiendo parejas de acuerdo con estos patrones. “Si sos una persona aventurera con mucha dopamina, es poco probable que elijas a alguien muy reglado o temeroso de la aventura”, explicó, y subrayó que los comportamientos y las elecciones amorosas están marcados por la composición hormonal de cada individuo.
Además, la adolescencia, etapa en la que generalmente se vive el primer amor, es crucial para el desarrollo cerebral.
Los efectos del primer amor en el cerebro
Durante la adolescencia, etapa en la que suelen surgir los primeros amores, el cerebro se encuentra en una fase óptima para procesar y almacenar información de manera duradera. La intensidad emocional, característica de esta etapa, activa respuestas fisiológicas y neuroquímicas que priorizan la consolidación de estos recuerdos. Es como si el cerebro tuviera una predisposición especial para capturar estas experiencias de manera particularmente vívida y duradera.
Uno de los neurólogos más reconocidos que profundizó sobre cómo el amor impacta el cerebro es Richard Schwartz, profesor asociado de psiquiatría en Harvard Medical School. Según Schwartz, cuando experimentamos el amor, y especialmente el primer amor, ciertas áreas del cerebro vinculadas al circuito de recompensa, como el área tegmental ventral y el núcleo caudado, se activan intensamente.
Estos centros responden liberando dopamina, lo que produce sensaciones de placer y motivación, asociadas a la euforia y al deseo de buscar más de esa experiencia. Esto hace que el primer amor, al ser una experiencia nueva y emocionalmente intensa, deje una huella duradera en la memoria.
De acuerdo con una investigación dirigida por Catherine Loveday, neurocientífica de la Universidad de Westminster en Londres, estos recuerdos del primer amor se mantienen vívidos y con gran importancia a lo largo del tiempo, incluso en personas de edad avanzada. Loveday sostiene que la memoria autobiográfica juega un rol fundamental en esta durabilidad.
“Tenemos muchas relaciones, pero en algunos sentidos aprendemos más de la primera”, dijo Loveday, profesora del Centro de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Westminster a The Guardian y sostiene que esta memorable primera experiencia amorosa contribuye a formar nuestro autoconcepto y cómo interactuamos en futuras relaciones.
Según esta investigación, el primer amor está estrechamente relacionado con importantes cambios hormonales que se producen durante la pubertad. Hormonas como el estrógeno, la testosterona, la serotonina, la dopamina y la oxitocina juegan un papel esencial en la atracción inicial y en la regulación de las respuestas emocionales y conductuales.
Esta combinación de sustancias químicas crea una compleja interacción biológica que intensifica los sentimientos y profundiza la experiencia emocional, generando lo que podría describirse como una “tormenta hormonal” que deja una huella duradera en la memoria afectiva.
En otro estudio realizado por la Universidad de Southwest China, los investigadores también encontraron que el primer amor activa áreas del cerebro relacionadas con el sistema de recompensa, como la amígdala y el núcleo accumbens, lo que refuerza la sensación de placer y apego emocional. Esta experiencia emocional deja una huella duradera en el cerebro debido a la intensidad de las emociones que se experimentan durante la adolescencia, según el estudio.
¿El primer amor es siempre lindo?
El primer amor no siempre es una experiencia ideal o placentera, aunque la tendencia natural es a recordarlo como algo especial. Abadi mencionó que “la idealización es uno de los mecanismos que son bastante presentes en la infancia y los preservamos en nuestra psicología”.
Este fenómeno, según el experto, lleva a querer creer en la existencia de un lugar o momento perfecto. El primer amor, como primera experiencia en nuestra vida amorosa, tiende a ser transformado en un punto de nacimiento emocional que, más allá de su realidad, se convierte en una referencia singular.
Sin embargo, esa idealización no siempre refleja la verdad. Abadi afirmó: “El primer amor puede estar teniendo como una inauguración de una modalidad de aprendizaje”, pero agrega que “si el primer amor es traumático, puede alejarnos de compromisos mayores”.
Esta cuestión hace foco en que no todas las experiencias de primer amor son positivas y que, dependiendo de su naturaleza, puede tener un impacto emocional profundo, incluso negativo.
Por lo tanto, aunque el primer amor suele ser visto como un momento “perfecto” en nuestra historia emocional, Abadi explicó que la idealización a veces oculta su verdadero valor. “La idealización necesita, para mantenerse, que no haya una mirada y experiencia que le den el valor que en realidad tiene”, dijo.
Antonini dijo que a lo largo del tiempo, se “reeditan” los recuerdos. “El primer amor, que suele ser en la adolescencia, está marcado por una fuerte revolución hormonal, lo que le otorga una intensidad particular”, afirmó la experta. Sin embargo, con el paso de los años, la memoria también juega un papel importante.
“Un recuerdo de los 16 años lo recordás de una manera a los 20, de otra a los 30, y así sucesivamente”, comentó, e hizo referencia a que la memoria es selectiva y se modifica con la experiencia. “A medida que una persona vive más experiencias, va mejorando y reeditando sus recuerdos, eliminando las partes menos agradables sin darse cuenta”, destacó.
Aunque a menudo inmaduras y sin mucho diálogo, los recuerdos del primer amor persisten en la memoria y pueden incluso bloquear la capacidad de amar con la misma intensidad en el futuro.
Lance Workman, autor de Psychology Evolutionary, compara este fenómeno con un “trastorno de estrés postraumático”, donde la intensidad del primer amor impacta las relaciones posteriores.
Así, el primer amor puede ser tanto una experiencia enriquecedora como un recuerdo idealizado, cuya influencia en nuestras futuras relaciones dependerá de cómo lo hayamos vivido y procesado.