Atasco en Vallecas. Se le juntó todo al Real Madrid. El cansancio de la Champions, un Rayo revitalizado con la presencia de Íñigo Pérez en la banda, la figura de Mbappé sobrevolando la entidad blanca y una tarde de infarto para Tchouaméni. Evidenció que puede ser un central de emergencia, pero no asiduo.
Los de Ancelotti se atascaron y dejaron escapar un partido que comenzaron mandando bien temprano. Inicio fulgurante del Rayo sofocado con un contragolpe iniciado por Brahim, transitado por Valverde y culminado por Joselu.
El Rayo se ajustó al canon de equipo con entrenador de estreno: más garra, más orden, mejor ánimo. No le abatió el gol inicial del Madrid y devolvió las tablas desde los once metros, Raúl de Tomás mediante, para echar algo de picante al campeonato.
El Rayo volvió a encontrar la fórmula para desactivar al líder, igual que lo hizo en el Bernabéu. Supo sufrir, golpeó cuando tuvo oportunidad y acabó desquiciando al Real Madrid. Carvajal y Ancelotti reflejan esa sensación. Uno porque se vio obligado por el resultado a tirar del jugador y otro porque vio dos tarjetas amarillas en un minuto y deja a la defensa en cuadro -más aún- para viajar a Sevilla. Tampoco estará Camavinga, que vio una la amarilla y cumplirá ciclo.
El estado de supervivencia que atraviesa el Madrid le permite salir indemne de situaciones en las que otro equipo caería. Le ocurrió en Leipzig, donde pasó de sometido a vencedor y en Vallecas volvió a quedar patente esa sensación de inmortalidad. Lunin y Camavinga no se entendieron y sólo la falta de complicidad entre De Tomás y Trejo socorrió a los blancos. Posteriormente, Tchouaméni interceptó absurdamente con el brazo un centro de Álvaro García, pero le salvó la posición de fuera de juego del rayista. Golpes de suerte a un lado, los de Ancelotti jugaban con jerarquía en un campo pequeño e incómodo a rangos iguales.
Pretende construir el presidente rayista uno “más moderno y funcional” porque el actual se le “ha quedado pequeño”. Y la afición se pronunció. Con pancartas en las que se podía leer “orgullo de barrio” o “no nos moverán”, al más puro estilo Chanquete. Y tienen razón. El de Vallecas es un estadio que comprime y asfixia a los rivales, especialmente a los grandes, acostumbrados a tener más espacio para desarrollar su fútbol. Aunque el Madrid parecía tener la receta para agrandar el campo. Estaba zarandeando al Rayo cuando el empate se produjo.
Espino retrasó para Trejo y el remate de este tocó en la mano despegada del cuerpo de Camavinga. Suficiente en este fútbol moderno para que el VAR hiciera saltar las alarmas. Lo confirmó De Tomás. Pidió el balón a Isi y fusiló a Lunin. Su primer gol de la temporada ya está aquí. El Rayo se creció. Tchouaméni estuvo a punto de meterse en un callejón sin salida con Álvaro García, pero encontró el atajo a tiempo. Al Madrid le costaba empujar hacia el campo contrario. Vinicius fue menos Vinicius, siempre rodeado de dos o incluso tres jugadores de la Franja.
Ancelotti se vio obligado a agotar la coctelera para tratar de salir victorioso. Kroos, Rodrygo y Carvajal dentro. Aunque la idea la trasladó al verde y acabó pegándose un tiro en el pie cuando el defensa vio se segunda amarilla en dos minutos y fue expulsado. No estará en Sevilla, a donde tampoco viajará Camavinga.
El Madrid se ha repuesto de las bajas de Courtois, Militao, Alaba y Bellingham. Lo que impidió imaginar que sea la de Rüdiger la que más se nota. El Barcelona recorta y se queda a ocho puntos, mientras que el Girona puede acabar la jornada a tres de los blancos. Distancias de seguridad sí, aunque algo picantes. Vallecas resucita -algo- una Liga que parecía tener claro su dueño.