El ‘Lachnolaimus maximus’, más conocido como pez perro, es originario del Atlántico occidental y tiene la capacidad de cambiar de color en segundos para camuflarse y protegerse de los depredadores. Esta característica la notó hace unos años la bióloga Lori Schweikert durante un viaje de pesca en los Cayos de Florida, en EE.UU.
Así, cuando la investigadora atrapó a este pez de arrecife y lo arrojó a la embarcación notó algo extraño: su piel había adquirido el mismo color y patrón que la cubierta del barco a pesar de estar muerto, detalla un comunicado de la Universidad Duke (Carolina del Norte).
Interesada en ese fenómeno, Schweikert decidió investigar la fisiología de la ‘visión de la piel’ hasta publicar en 2018, junto con el biólogo Sönke Johnsen, un estudio que muestra que el ‘Lachnolaimus maximus’ porta un gen para una proteína sensible a la luz llamada opsina que se activa en su piel y que es diferente a los genes de opsina que se encuentran en sus ojos.
Recientemente, un artículo publicado en la revista Nature Communications, Schweikert, Johnsen y sus colegas señalaron que para estudiar el mimetismo de esta especie tomaron trozos de piel de diferentes partes del cuerpo del pez y los analizaron con un microscopio.
De esta manera, notaron que la piel de un pez perro parece una pintura puntillista. Cada punto de color es una célula llamada cromatóforo que contiene gránulos de pigmento que pueden ser rojos, amarillos o negros.
Los científicos descubrieron que la opsina no se encuentra en los cromatóforos como se esperaba, sino directamente debajo de ellos. Por tanto, la luz que penetra en la piel, antes de llegar a la capa fotosensible, debe atravesar los cromatóforos llenos de pigmentos.
Además, los expertos indicaron que las moléculas de opsina en la piel del pez perro son más sensibles a la luz azul, cuya longitud de onda absorben mejor los gránulos de pigmento de los cromatóforos.
El hallazgo sugiere que las opsinas sensibles a la luz de los peces actúan de alguna manera como una película Polaroid interna, captando cambios en la luz que es capaz de filtrarse a través de las células llenas de pigmento de arriba a medida que los gránulos de pigmento se agrupan o se abren en abanico.
«Los animales pueden literalmente tomar una fotografía de su propia piel desde el interior», comentó Johnsen.
«Para que quede claro, no estamos argumentando que la piel del pez perro funcione como un ojo», precisó Schweikert, agregando que los ojos hacen más que simplemente detectar la luz: forman imágenes. «No tenemos ninguna evidencia que sugiera que eso es lo que está sucediendo en su piel», añadió.
Los investigadores sostienen que su estudio podría allanar el camino hacia nuevas técnicas de retroalimentación sensorial para dispositivos como extremidades robóticas y automóviles autónomos que deben ajustar su rendimiento sin depender únicamente de la vista o las cámaras.