Entre todos los mundos conocidos, la Tierra es el único que sabemos que tiene vida. Pero eso no significa que sea el ‘más habitable’ de todos. De hecho, según explica en ‘The Astronomical Journal’ un equipo de astrónomos liderado por Pam Vervoort, de la universidad holandesa de Utrecht, bastaría un ligero cambio en la órbita de Júpiter para que nuestro mundo fuera aún más habitable de lo que es. Lo cual implica que ‘ahí fuera’ deben existir planetas con unas condiciones de habitabilidad objetivamente mejores que las de la propia Tierra.
Cuando un planeta tiene una órbita perfectamente circular alrededor de su estrella, la distancia entre ellos nunca cambia. Pero esas condiciones ideales no se dan la mayor parte de las veces. Al contrario, la mayoría de los planetas tienen órbitas ‘excéntricas’ alrededor de sus estrellas, lo que significa que tienen forma ovalada, de modo que cuando el planeta se acerca a su estrella, recibe más calor, algo que afecta al clima.
Usando detallados modelos basados en los datos disponibles, Vervoort y su equipo crearon un ‘Sistema Solar alternativo’ en sus ordenadores. Y en él encontraron que si la enorme órbita de Júpiter se volviera solo un poco más excéntrica, provocaría grandes cambios en la trayectoria orbital de la Tierra. «Si la posición de Júpiter permaneciera igual, pero la forma de su órbita cambiara -dice Vervoort- lo cierto es que podría aumentar la habitabilidad de nuestro planeta».
Entre cero y 100 grados centígrados, la superficie de la Tierra resulta habitable para múltiples formas de vida conocidas. Pero si Júpiter ‘empujara’ la órbita de la Tierra para que se volviera más excéntrica, partes del planeta estarían, a veces, más cerca del Sol. De modo que amplias zonas de la superficie terrestre que ahora están bajo cero se calentarían, aumentando las temperaturas hasta el rango habitable.
«Muchos están convencidos de que la Tierra es el epítome de un planeta habitable -dice Vervoort- y que cualquier cambio en la órbita de Júpiter, siendo el planeta masivo que es, solo podría ser malo para nosotros. Demostramos que ambas suposiciones son incorrectas».
Agua líquida
El hallazgo, según los investigadores, puede aplicarse a la búsqueda de planetas habitables alrededor de otras estrellas. Así lo explica el astrofísico Stephen Kane, coautor del estudio: «Lo primero que la gente busca en un exoplaneta es la zona habitable, la distancia entre una estrella y un planeta que permite la existencia de agua líquida en la superficie».
Pero durante su órbita, como sucede en la Tierra, diferentes partes de un mismo planeta reciben más o menos rayos solares directos, lo que hace que existan estaciones. Partes del planeta pueden ser agradables durante una estación y extremadamente cálidas o frías en otra. «Tener agua en la superficie -explica Kane- es una primera métrica muy simple, y no tiene en cuenta la forma de la órbita de un planeta, o las variaciones estacionales que un planeta podría experimentar».
Los telescopios actuales son capaces de medir las órbitas de los planetas. Sin embargo, existen factores adicionales que podrían afectar la habitabilidad, como el grado en que un planeta se inclina hacia una estrella o se aleja de ella. La parte del planeta inclinada lejos de la estrella obtendría menos energía, lo que haría que fuera más fría.
Y eso, según los investigadores, es exactamente lo que pasaría si Júpiter llegara a acercarse más al Sol, ya que empujaría a la Tierra a una inclinación extrema, lo que a su vez haría que grandes secciones de la superficie terrestre se congelaran.
La órbita de Júpiter
En última instancia, el movimiento de un planeta gigante resulta importante a la hora de hacer predicciones sobre la habitabilidad de los planetas de otros sistemas, así como en los esfuerzos por comprender su influencia en nuestro Sistema Solar.
De cómo evolucione en el futuro la órbita de Júpiter, pues, dependen muchas cosas, y entre ellas también la habitabilidad de nuestro propio mundo.
«Es importante comprender el impacto que Júpiter ha tenido en el clima de la Tierra a lo largo del tiempo -concluye Kane-, cómo su efecto en nuestra órbita nos ha cambiado en el pasado y cómo podría cambiarnos una vez más en el futuro».